Acuerdos sobre clima y biodiversidad necesitan un rumbo y compromisos

La ciudad de Montreal, Canadá, es sede desde el 7 de este mes y hasta el 18 inclusive de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica (COP 15), con la expectativa de que al concretarse resultados en materia de biodiversidad, también se logran progresos en materia de clima y contaminación, cuando estamos en el Decenio de la ONU sobre la Restauración de los Ecosistemas y la transformación de los sistemas alimentarios y energéticos.

El objetivo que se ha trazado es que la COP15 sea recordada como el momento en que de una vez por todas se pueda encaminar un rumbo fijo e inalterable hacia la revitalización de la biodiversidad de la que tanto depende la Humanidad.
Pero, como es sabido, el común denominador de los encuentros que se han repetido hasta el cansancio en conferencias, acuerdos y otros eventos ha sido el de un amplio debate, muchas ponencias y enunciados de buenos deseos, pero con resultados que han distado de colmar las expectativas generadas.
Ahora Montreal es el centro de atención porque los gobiernos de todo el mundo se reúnen para concertar un nuevo conjunto de metas que orientarán las medidas e iniciativas mundiales hasta 2040, centradas en proteger y restaurar la naturaleza.

Ya el proyecto de texto de preparación para el Marco Mundial de la Diversidad Biológica contiene 21 metas para 2030, entre las cuales se destaca el conservar por lo menos el 30% de las zonas terrestres, marinas y costeras a nivel mundial; someter a restauración a por lo menos el 20% de cada uno de los ecosistemas de agua dulce, marinos y terrestres degradados, mejorando la integridad de los ecosistemas y centrándose en los ecosistemas prioritarios, además de reducir en al menos un 50% la tasa de introducción de otras especies invasoras conocidas o potenciales.
Asimismo, bajar al menos a la mitad los nutrientes que se pierden en el medio ambiente y en al menos dos tercios las sustancias químicas, en particular los plaguicidas, perjudiciales para la diversidad biológica y eliminar el vertido de residuos plásticos.

Ello se enmarca en apuntar a minimizar el impacto del cambio climático en la diversidad biológica, contribuir a la mitigación, adaptación y resiliencia a través de soluciones basadas en la naturaleza y enfoques basados en los ecosistemas y garantizar que todos los esfuerzos de mitigación y adaptación, equivalentes a por lo menos 10 gigatoneladas de dióxido de carbono al año, eviten provocar impactos negativos para la diversidad biológica.

Pero, como es notorio, pese a los esfuerzos que están en curso, la biodiversidad se está deteriorando en todo el planeta y se prevé que esta degradación empeore si no se toman medidas audaces contundentes, y esta es la expectativa con la que se ha convocado a la Conferencia sobre Diversidad Biológica de la ONU (COP15), con la participación de unos doscientos gobiernos de todo el mundo.
El marco establece un plan ambicioso para transformar la relación de la sociedad con la biodiversidad y garantizar que, para 2050, se cumpla la visión compartida de vivir en armonía con la naturaleza.

Asimismo, en la Conferencia se analiza la implementación de los protocolos del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD, por sus siglas en inglés) que abordan la distribución justa y equitativa de los beneficios del uso de la biodiversidad y el transporte, manipulación y etiquetado seguros de los organismos vivos modificados.
La primera parte de la COP15 incluyó la apertura de las reuniones y el abordaje de diversos elementos esenciales del orden del día para que la Mesa de la Conferencia diese continuación a las actividades constituyentes de la Convención y de los protocolos asociados.

El Convenio sobre la Diversidad Biológica, es parte de un acuerdo internacional celebrado en 1992 sobre cómo deben utilizar y proteger las naciones los recursos naturales del mundo. El acuerdo ha sido ratificado o aceptado por 196 países, con excepción de Estados Unidos, aunque los representantes del gobierno estadounidense participan en el encuentro de Montreal. A su vez desde 2015, los gobiernos cuentan con el Acuerdo de París, jurídicamente vinculante y actúa como una guía colectiva sobre el clima; pero la idea es que los objetivos para la naturaleza de la década acordados mundialmente se actualicen. En la conferencia de Montreal, el foco se centra en acordar un nuevo marco global sobre la diversidad biológica que dure 10 años, en la perspectiva de lograr un camino de la humanidad hacia un futuro más positivo para la naturaleza.

No puede perderse de vista que la crisis del clima y de la biodiversidad están esencialmente interconectadas, por lo que la carrera por salvar la biodiversidad del planeta es urgente y corre paralela a la crisis climática. Y en este tiempo de necesario acuerdo para tratar de revertir o por lo menos contener este proceso de degradación, en la COP 15 igualmente las negociaciones pintan como complicadas, con propuestas referidas a la infraestructura, la agricultura, las especies invasoras, los pesticidas, el papel de las empresas y las subvenciones gubernamentales que perjudican el medio ambiente. Los negociadores también intentarán llegar a acuerdos sobre la financiación de la biodiversidad (lo que incluye la división de gastos entre los países ricos y los países en desarrollo), en el entendido de que no se puede soslayar la conexión entre proteger la pérdida de la diversidad biológica y luchar contra el cambio climático. Los bosques, los manglares, los arrecifes de coral, las turberas y otros ecosistemas que albergan gran riqueza de vida también almacenan enormes cantidades de carbono, por lo que proteger y restaurar estos ecosistemas es esencial para moderar el clima del planeta.

Es decir, estamos ante temas que teóricamente deberían ser compartidos por todos y llevar adelante codo con codo esfuerzos para llevar a cabo los proyectos. Pero la realidad ha demostrado ser muy distinta, porque los conflictos de intereses particulares y entre naciones siguen siendo el principal obstáculo a la hora de hacer coincidir los hechos con los enunciados de buenas intenciones.
Sobre todo, porque las principales economías mundiales, las mayores emisoras de gases de efecto invernadero, para enfrentar el cambio climático y sus consecuencias, se niegan a crear líneas de crédito y efectuar donaciones para proteger la biodiversidad y financiar proyectos que apunten a restablecer su equilibrio, y ante esta reticencia, se corre nuevamente el peligro de que lo que se acuerde o pretenda hacer quede solo en letra muerta, o los acuerdos que se logren sean muy mínimos respecto a la envergadura de los problemas que se necesita atacar.