Cultura de la hibridez

El amplio desarrollo y adopción de las Tecnologías de la Información y Comunicación en las últimas dos décadas y, más recientemente, el avance de la digitalización facilitada por el amplio acceso a dispositivos y conectividad, llevan implícitas nuevas oportunidades y desafíos para diferentes sectores de la sociedad, tales como los medios de comunicación, la economía, las empresas de todo tamaño, la educación, la salud y la cultura.

En particular, las llamadas industrias creativas habían comenzado a innovar y adoptar lentamente la inclusión de tecnología en sus propuestas a través del uso de nuevos software, drones, mapping en tres dimensiones, videos en 360 grados, realidad virtual y aumentada, hologramas en presentaciones en vivo o wearables con sensores para transformar movimientos corporales en efectos sonoros y de iluminación, entre otros.

Algunos sectores, como el de la música ha encontrado en las innovaciones tecnológicas nuevos modelos de negocio en lo que refiere a la comunicación con sus audiencias y para atestiguarlo están los videos de artistas que tienen millones de reproducciones en plataformas como YouTube o Spotify y constituyen considerables fuentes de ingresos.
En lo que refiere a las actividades culturales presenciales, la pandemia por COVID-19 vino a alterar en gran medida la situación y por un lado, enfrentó al sector cultural a una crisis sin precedentes, por el otro, obligó a pensar, instrumentar y profundizar el uso de alternativas basadas en tecnología en un contexto en el que toda la actividad cultural presencial quedó paralizada y los espectáculos fueron cancelados.

En 2020 las pérdidas por ingresos de los conciertos de música en vivo a nivel mundial fueron de 30.000 millones de dólares y del total de regalías mundiales por derechos de autor, que sufrieron una caída de más de 1.000 millones de dólares en el primer año de la pandemia, la música generó 8.498 millones de dólares (el 89% del total), mientras que el reportorio dramático aportó 108 millones, cifra que representa una contracción del 44% con respecto al año anterior, además de un mínimo histórico para el sector, según datos divulgados en un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulado “Música y artes escénicas: tendencias y estrategias digitales forma parte de la serie editorial del BID, Arte, cultura y nuevas tecnologías en América Latina y el Caribe”.
Sobre las pérdidas en negocios en rubros afines no hay datos sobre la región latinoamericana pero en países desarrollados el cierre de espacios escénicos afectó a empresas dedicadas a la renta de mobiliario y equipo de audio, iluminación y video, de transporte y logística, catering, vestuaristas y escenógrafos, entre otros. Nueva York por ejemplo dejó de percibir 14.700 millones de dólares anuales por el cierre de los espectáculos en Broadway, los cuales generan 10.000 puestos de trabajo directos y 97.000 empleos indirectos.

En Latinoamérica, aunque el 61% del sector recibió apoyos por parte de instituciones públicas, estos resultaron insuficientes con la prolongación de las cuarentenas, lo que hizo necesario buscar alternativas.
Por otra parte, la pandemia también dejó expuesta la informalidad y precariedad laboral de las industrias escénicas, caracterizadas por empleos eventuales, dinámicos y temporales en las que “es frecuente trabajar sin contratos, con salarios ajustados, por lo que los profesionales de estos sectores suelen complementar sus ingresos con otras fuentes de empleo”. “Tras el freno de la actividad económica, la misma informalidad dejó al sector desprotegido, sin acceso a apoyos económicos, salud o seguros de desempleo, una realidad que se repite en la mayoría de los países de la región”, señala el estudio.

En este contexto, la vidriera virtual que es Internet fue en muchos casos el único escenario o vitrina para que los artistas pudieran encontrarse con su público ante la cancelación de las presentaciones en vivo, con un gran interés en la búsqueda de alternativas para la creación, difusión y monetización de los emprendimientos culturales.
Según el estudio del BID, se dio en esta situación una exploración inédita del uso de herramientas digitales “cuyas experiencias y descubrimientos sin duda están cambiando las formas de experimentar algo tan antiguo como estas artes”. Agrega que de esta manera, la transformación digital en el sector creó lo que Jorge Dubatti, crítico e historiador teatral argentino, denomina el tecnovivio, –“la cultura viviente desterritorializada por intermediación tecnológica”–, que permite la interacción y comunicación sin una presencia física a diferencia del convivio teatral que “exige la presencia viva, real, del cuerpo presente, de los artistas, en reunión con los técnicos y los espectadores”.

“La pandemia provocó una aceleración y funcionó como catalizador para que cuestiones vinculadas al streaming, que estaban siendo postergadas, se incorporaran más rápido de lo que teníamos previsto”, dijo Andy Ovsejevich, director ejecutivo de Ciudad Cultural Konex (Argentina).
A partir de estas experiencias, el sector de las industrias creativas hoy mira las tecnologías de la información y la comunicación con otros ojos y hay artistas que continúan utilizándolas para realizar eventos que nacen digitales o híbridos no ya por necesidad e imperio del confinamiento pandémico sino por la evolución de los públicos –que también se han habituado al streaming, las videoconferencias o el pago puntual para ver un evento virtual– así como por la necesidad de aprovechar posibilidades tecnológicas que permiten llegar a más consumidores sin importar dónde se encuentran físicamente.

En este sentido, el término “hibridez”, que procede del latín “ibrida” es decir, “sangres mezcladas”, y tiene larga trayectoria en los estudios culturales –especialmente a partir de los años ‘90 del siglo XX en los denominados estudios poscoloniales– se posiciona como una palabrita que llegó para quedarse en el vocabulario cotidiano y representa una nueva forma de experiencia y participación cultural.

El significado de la palabra, que remite a aquello que se compone de dos elementos de naturaleza distinta que están reunidos, resulta adecuado para analizar algunos fenómenos de la posmodernidad, caracterizada por la fragmentación de las visiones del mundo y la multiplicidad de experiencias no unívocas.
Sitios web, visitas virtuales, tours de realidad virtual, catálogos en línea, campañas de promoción y comunicación digital, venta de entradas en línea, aplicaciones móviles, integración de códigos QR, uso de redes sociales y podcasts, trasmisión en línea de eventos artísticos y culturales, plataformas de streaming y teleconferencias o teatro en video a demanda han llegado para quedarse. Estamos por ver en el futuro próximo cómo evoluciona esta tendencia, que seguramente irá creciendo a la par de la reanudación de los espacios de encuentro cara a cara que necesita la humanidad que, por esencia, es gregaria.