Semblanza de egresados de 6º Año Escuela Nro. 8 (año 1970)

Cuando surgió la idea por Facebook de Bibiana de hacer una juntada, lo primero que me vino a la cabeza fue mi primer día de clase en 1965, viniendo de Jardinera del Colegio del Huerto y ya coincidiendo con algunos compañeros en la primaria.

Luego comencé a ver los avances en todos los escenarios de mi vida escolar. Somos la generación que egresó en el 70 y la mayoría la iniciamos en el 65.
Fueron sólo 6 años y en esos 6 años el hombre llegó a la luna, se separaron Los Beatles, vivimos la Guerra de los 6 Días, vivimos la Guerra de Vietnam, que si bien los últimos se retiraron en 1973, ya en 1970 habían comenzado el lento retiro. En 1970 tuvo el apogeo el movimiento hippie que pregonaba el amor y que marcó capaz nuestra época futura. Hasta el mayo francés pasó en nuestro corto período escolar.

Fuimos casi la última generación que usó pantalón corto en la escuela y fue la época donde las nenas comenzaron a ir de pantalones a la escuela.
Usábamos el far west. No había nada más lindo, tampoco había otro. Usábamos los “championes” Charrúa pero tampoco había otro.
En definitiva somos los nacidos al final de la década dorada del 50.
Somos la generación bisagra, aunque no reparemos en ello, si lo analizamos, es lo que somos y capaz nos entre un poco de orgullo por el momento en que nacimos.
Íbamos al mismo club a aprender a nadar y realizar juegos sociales. Compartíamos algo que era natural como la merienda, cosa que hoy no es así. Jugábamos a la pelota, al yo-yo, a la figurita y a la bolita.

Las nenas hacían los juegos con muñecos y muchas veces emulaban las maestras que ellas mismas se sentían y su anhelo era ser de grandes, eso, maestras. Algunas lo lograron y otras cambiaron la orientación. Fuimos formados en hogares donde mirábamos los dibujitos después de hacer la tarea y tomar la leche. Algunos entre los dibujitos y la leche jugábamos a la pelota y el que tenía una de cuero era un crack.

Se jugaba a la mancha como juego mixto y a la escondida.
En invierno al veo veo, la lotería, la conga y con la escoba de 15, así aprendimos aritmética y a desarrollar la inteligencia y la observación.
Somos los que cambiamos el trompo y el balero por las bolitas y tapadita y cuando llegaron las figuritas de chapita, jugábamos a la arrimadita.
Salimos de la escuela más contentos porque usaríamos pantalones largos en el liceo que por terminar la escuela.

Nos encontramos con las niñas que abandonaron la pollera larga tableada por la minifalda y el hot pants.
Nosotros, con los zapatos con taco, pantalón Oxford fuimos a nuestros primeros bailes, a compartir el mismo club, el mismo lugar de reunión, sea el Gran Hotel, el Centro Bar, el Club Social, el Club Paysandú o el Club Remeros o la ACJ.
Algunos pocos nos podíamos comprar el blue jean sólo para usar de día y salir a pasear. Jamás un jean para ir al liceo.

Somos la generación que rebeldemente extinguió la brillantina y el torniquete.
Esa es la generación a la que pertenecemos, la que vivió antes de todos los cambios, la que no supo de fotocopiadora, la que pegaba en el cuaderno con engrudo, la que recortábamos de Billiken y El Escolar, la que calcaba los planisferios y mapas poniéndolo contra el vidrio de la ventana.
Somos los que nos compraban una o dos veces en la vida una caja de lápices de colores Faber o Staedtler, los que decíamos ‘Sí señorita’ a la maestra y “presente” al pasar la lista.

Los que formábamos fila recta y tomábamos distancia de menor a mayor y generalmente un niño y una niña en la fila y como decía antes, compartir la merienda; algo olvidado y mezquino hoy.
La mayoría, la gran mayoría, almorzábamos y cenábamos con nuestros padres y a la hora de la comida no se hablaba de problemas y se contaba cómo había sido nuestra mañana o nuestro día.
Escuchábamos a nuestros padres las instrucciones formativas. Permanentemente decían: “no se habla con la boca llena”, o “no se interrumpe a los mayores”, “no se ponen los codos en la mesa” o, “cuando los mayores hablan, los menores escuchan y no interrumpen”.

Era un mundo y formación de respeto; basado en las normas del hogar y la escuela.
Nos levantábamos para dar el asiento a los mayores y naturalmente a las damas. Estaba en nuestro ADN.
Nacíamos con eso de respetar a los mayores siempre. Cómo no recordar la sentencia: “respeta las canas mocoso”
Pero con todo eso, no dejamos jamás el ring raje, ni tirar piedras arriba de los techos de chapa de nochecita jugando a la escondida.
La escuela pública y la de nuestra generación nos unió irremediablemente en un mundo de compartir, del auxilio recíproco y del respeto.
Era censurado por sus pares el que no prestaba o compartía.

Nos contábamos películas o lecturas realizadas.
Fue una infancia y niñez que se despidió de muchísimas tradiciones. Tuvimos una evolución tan rápida y vertiginosa que de jóvenes conocimos en poco tiempo la fotocopiadora, el fax, luego el celular y al poco tiempo internet, que no todos sabíamos usar y costó aprender. Fue sin lugar a dudas una hermosa niñez y por eso hoy nos reunimos a compartir y recordar esos hermosos momentos e historias que rememoramos con amor, ternura y por qué no, melancolía.

A quién no se le pianta un lagrimón cuando nos recordamos de túnica jugando al fútbol en el recreo con los limones que arrancábamos del árbol de la escuela. En los paseos y reuniones el “juego de la botella” donde elegíamos lugar y rezábamos para que nos apuntara la botella y cumplir la prenda que generalmente era un beso.
No alcanzarán los recuerdos, siempre serán pocos y también siempre aparecerán otros.
Sólo a modo de despedida y deseándonos todos mucha felicidad, miremos un minuto al cielo recordando a todos los que hoy nos miran y disfrutan desde arriba viéndonos a nosotros reunidos e iluminándonos con ese rayo incandescente.

Judith Coiro, nuestra primera ausencia, seguida de Gonzalo Gereda, Freddy Fremd, Mario Pigrau, Marta Tur, Elizabeth Giossa, Horacio Estefanell, Ramiro Benítez, Fernando Campanella, Daniel Vignolo, Andrés Elhordoy, Luis Pons, Gustavo Baglivo y Gabriela Vásquez Varela.

Primer encuentro  alumnos sexto año anexo Ela. N°8 de 1970

La idea partió de Bibiana Inamoratto, coorganizado por Fernando Meyer y G. Irazoqui y con colaboración de
Cabillón, Kanovich, Bertacchi, Rezzano y el apoyo de todos se localizaron 80 compañeros, algunos viviendo en Buenos Aires, Entre Ríos, Brasil, Canadá, Montevideo, Rocha, Maldonado. Luego de 52 años se volvieron a juntar 43 compañeros donde Cristina Reinoso llegó desde Miami, y juntos visitaron el antiguo anexo de Escuela Nº 8 dónde compartieron clases y patio, gracias a la directora de la actual escuela 94. Compartieron jornada diaria en Club Pescadores, donde leyeron Semblanza y recordaron a 14 compañeros fallecidos pero presentes en corazón de todos y se pasaron videos de salutación de quienes viven en otro lado y no pudieron asistir.