Empleo-desempleo atado a la educación

Los analistas técnicos del mercado de trabajo han advertido en las sucesivas administraciones que la problemática del empleo en Uruguay radica en las diferencias por la calificación educativa, entre otras cuestiones. Es una tendencia que atraviesa a distintas generaciones y no mejora las estadísticas, sobre todo, en determinadas poblaciones. No obstante, los protagonistas políticos reiteran que las variables del desempleo responden a las buenas –o malas– políticas de un gobierno. Las variables únicas no existen o, visto de otro modo, no se puede establecer un vínculo directo entre la pobreza y el desempleo y los magros resultados en el sistema educativo.
Y, como nunca antes, las oportunidades de mejorar las trayectorias educativas han llegado a las diversas regiones del país, con aumento sostenido en las matrículas y en las ofertas de formación orientadas a distintas franjas etarias.
Sin embargo, la capacitación en determinadas áreas no prende en las clases sociales más bajas, que son quienes más necesitan continuar en el sistema educativo y por alguna razón se desvinculan para acceder a trabajos con menores pagos, de baja calificación o en la informalidad.
Podría asegurarse que el índice de empleo-desempleo en Uruguay oscilará en las cifras actuales a nivel general, con un piso en los guarismos actuales y un techo que cambiará según la coyuntura. Por ejemplo, en el año 2002, el desempleo se elevó de 10% a 17%, enmarcado en un impacto que venía de años previos, sumado a la crisis de la región.
Con la llegada de la pandemia, el impacto económico, social y político tomó otras dimensiones sobre los guarimos siempre sensibles de Uruguay y tan expuesto a las perturbaciones externas, como es el mercado de trabajo. En cualquier caso, también hubo que cambiar la modalidad de mediciones de estos impactos, para evitar caer –nuevamente– en lecturas lineales. La crisis sanitaria de alcance mundial detuvo el desarrollo de la región, sumergió a las economías primarizadas y esa realidad hoy, aún subyace.
A nivel territorial, las oportunidades de trabajo en nuestro país se encuentran en la zona sur y área metropolitana. Ese panorama –que es histórico–, no ha cambiado sustancialmente y remarca las diferentes realidades de los departamentos, agudizado en el norte del país.
Pero en la región litoral noroeste la frontera con Argentina y la diferencia cambiaria –que por cierto, lleva varios años–, crean un microclima adverso al desarrollo que no se va a resolver en el corto o mediano plazo. El vecino país cerró el año con una inflación del 95% o un 8% mensual, que es aproximadamente lo que Uruguay registró en el año, en promedio. Y de plano, no es posible generar medidas que compatibilicen con esos números, viviendo al lado. Como resultado, las ciudades litoraleñas con conexión terrestre con Argentina están sufriendo una sangría de divisas imparable debido al contrabando y “bagayo”, provocando una situación crítica para las economías locales.
Por otro lado, el nivel educativo de la media de la población no está a la altura de las exigencias de los nuevos mercados de trabajo, a pesar de las oportunidades académicas o de capacitación que se acercan a los territorios. Porque la matrícula de estudiantes que se incrementa año tras año por sí misma no dice nada. Si un estudiante no se sostiene en el sistema educativo, es decir no egresa, la trayectoria no se completa y por lo tanto se dificulta su inserción laboral en lo que estudió. Por eso, es posible ver a estudiantes con algunos años de tecnicaturas o de facultad en empleos de salarios medios o bajos.
Hay grandes diferencias entre la oferta –personas que buscan empleo– y la demanda de habilidades. Un claro ejemplo de eso es la creciente demanda en el mercado de profesionales que difunde el Instituto Nacional de Estadísticas. Y, si ante la solicitud de personal para un puesto de empleo se presentan centenares de personas, esa respuesta solo demuestra la necesidad de trabajo existente en el departamento y no necesariamente que todos los postulantes tengan la capacitación que requiere una empresa.
El otro tema es la “desigualdad de oportunidades para el género” que seguirá dándose, conforme a que los sectores industriales que presentan las grandes demandas y oportunidades laborales, se muevan en las distintas zonas del país.
Eso también requiere que se movilicen los trabajadores especializados y en los últimos años –así como en los próximos– continuará incrementándose la inversión industrial con la radicación de sus capacidades en diversas zonas del interior del país.
Por lo tanto, el problema del país no es el empleo sino la visión que hay sobre el empleo y sus complejidades. Por ejemplo, la exigencia de determinadas habilidades, la instalación de las industrias según su actividad y las zonas donde se ubiquen esas inversiones, son variables a tener en cuenta para medir el desempleo en Uruguay.
El Monitor Laboral de Advice –consultora de recursos humanos—publicó el año pasado que hubo un descenso del 10% en la demanda de trabajo en el país. Sin embargo, se incrementó 73% la demanda del trabajo más calificado o de talento.
Hoy el talento se encuentra en las TIC o Tecnologías de la Información y Comunicación, Marketing con orientación digital e Ingeniería, con grandes demandas laborales. Es así que la escasez de talentos impacta en los salarios y es la razón de la búsqueda de perfiles en el exterior.
Hay que hacer un cambio en la percepción y en el relacionamiento de la oferta de empleo actual con los talentos que se capacitan y requieren, para comenzar a modificar las variables incómodas del desempleo en una región noroeste que si no se reconvierte, languidecerá con los ojos abiertos.