Escribe Ernesto Kreimerman: Ningún despropósito le ha sido ajeno

Al comparecer ante la Corte Penal de Manhattan, el expresidente Donald Trump parecía contenido, aunque su mirada pretendidamente temeraria, debajo de ese cerquillo rubio, ha dejado de infundir temores. Cargando con la vergüenza de ser el primer presidente estadounidense con mandato cumplido en ser acusado ante una corte, y rodeado de agentes del servicio secreto, en sala guardó cierta compostura. Se reservaba para una puesta en escena como las del pasado, pero ya las circunstancias son otras.

Aunque antes de la audiencia, la prensa estadounidense adelantaba que Trump se declararía inocente, no fue así. No tuvo ese coraje. Siguiendo una estrategia muy defensiva, optó por declararse “no culpable” de treinta y cuatro cargos.

Esta causa penal que ahora comienza una nueva etapa, más la investigadora legislativa sobre los violentos incidentes protagonizados por sus seguidores e impulsados por él y sus más cercanos, lo ubican en otro territorio. A estas fechas, ningún despropósito le ha sido ajeno.

¿Qué es “no culpable”?

Si bien era una posibilidad legal abierta, posible, toda versión que tenía su origen en el círculo más próximo a Trump evitaban dar una respuesta y, lejos de adelantar ese punto de partida de la estrategia jurídica, se enfocaban en intentar descalificar el expediente.

Por ello, había una cuota de incertidumbre, pero puestos en la disyuntiva, y “mareando” la evasiva, dejaban entender que “obviamente” sería inocente. Así que la pequeña sorpresa fue la declaración de “no culpable”. Este recurso de apariencia literaria, pero de frecuente apelación por parte de las defensas, tiene que ver no con el fondo de la cuestión, de la responsabilidad, si no con los recursos con que cuenta la acusación, en este caso, la fiscalía, como para probar de manera fehaciente ante el jurado que el acusado es realmente culpable de los cargos que se le acusan, más allá de toda duda razonable.

Las 34 acusaciones

La prensa de los Estados Unidos ha resumido de este modo las acusaciones ante el tribunal:

-Trump habría dado una “remuneración” al “Abogado A”. ¿Cuándo? Unos días antes de las elecciones de 2016.
-Este abogado, a su vez, habría entregado U$S 130.000 a una “Mujer 2” para mantener reserva sobre una supuesta relación extramarital, hecho ocurrido unos años antes.

– Si bien la versión no revela los nombres de los implicados, todo indica que el “Abogado A” es el abogado Michael Cohen, y la “Mujer 2” es la estrella de cine para adultos Stormy Daniels.

-La acusación de la fiscalía establece que Trump falsificó registros de cheques y asientos contables durante 11 meses en el año 2017, simulando pagos de “honorarios legales” y no reembolsos a Cohen, como parte del dinero que éste habría entregado a la actriz.
-La falsificación documentaria deja al descubierto que la cifra reembolsada a Cohen equivale al monto neto entregado a Daniels más los impuestos, de modo de “cerrar” la operación desde el punto de vista fiscal.

Siempre hay una primera vez…

Hay que admitirlo: casi todo en él es extravagante, incluso rozando con lo ridículo. En este caso, también es la primera vez, aunque no sea un extremo como para ponerse orgulloso. La decisión de acusar formalmente a un presidente es de tal excepcionalidad, que es ésta la primera vez que ello sucede. Es la primera imputación a un mandatario, sea en activo o con mandato cumplido.

Así las cosas, a Donald Trump le fueron tomadas las huellas dactilares y las fotos de frente y de perfil características de estos procesos judiciales.

No faltó la lectura de la cinematográficamente célebre advertencia Miranda, que será pronunciada con (seguramente) la misma circunspección y dramatismo que en una obra hollywoodense: “Tiene derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene derecho de hablar con un abogado y que un abogado esté presente durante cualquier interrogatorio. Si no puede pagar un abogado, se le asignará uno de oficio”.

Mientras tanto, los demócratas siguen todo el proceso con atención y prudente silencio. Hay un consenso en cuanto a que enredarse en discusiones insustanciales ayudará más a la posición del expresidente que a la solidez de la causa judicial en proceso.

En tren especulativo, es altamente probable que los abogados de Trump pasen a la ofensiva “casi indiscriminada”, acusando de parcialidad al juez y a todos los involucrados. En principio sin andamiento, los abogados de Trump pidieron el traslado de la causa a Staten Island, donde el jurado podría llegar a serle más afín o menos principista.

Dentro de los cargos, hay otras dos situaciones de presuntos pagos de similar tenor. El primero de ellos, un supuesto hijo con una “Mujer A”, que se especula que se trataría de la modelo de Playboy Karen McDougal. En este caso, los señalados en la acusación ya habrían admitido que se trataba de pagos ilegales. Sin embargo, de estas situaciones descriptas en la causa no se formularon cargos penales.

Trump acorralado

Este mismo Donald Trump es el que en plena pandemia de COVID-19 promovía en público las virtudes de beber desinfectante, deba credibilidad a Putin por sobre los servicios de seguridad estadounidenses, solicitaba al ucraniano Volodímir Zelenski información acerca del hijo de Joe Biden y como no “consiguió” nada verosímil o penalmente reprochable, la promovía como versiones… que aparecían en la prensa, aún se siente con posibilidades.

Pero lo más grave aún está por venir. Con las elecciones laudadas, perdidas y con Biden victorioso y cauto, Trump apeló a inimaginables intentos procurando desconocer los resultados legítimos de aquella elección. Lo intentó todo, amenazó a propios y ajenos, e incluso deshonró su investidura intentando un golpe de Estado, que costó varias vidas y un país no reconociéndose en el espejo.

Trump no tiene en su discurso ni una sola apelación a los “padres fundadores” de la patria, a los militantes por los derechos civiles. Nada de eso: sus convocatorias se fundamentan en un discurso de odio, de exclusión y de discriminaciones varias.

Hace unos pocos días, en el marco de la Conferencia Política de Acción Conservadora, un refugio de negacionistas, supremacistas y conspiranoides. Para medir el clima, una de las frases convocantes fue “Dios, armas y Trump”. Las crónicas de prensa describieron una cumbre algo decadente. Para salir de duda, esta cobertura entra en detalles: https://dartreview.com/the-review-goes-to-cpac-2023-populist-but-not-popular/

El fin de los despropósitos de Donald Trump puede significar su desaparición del escenario político, pero no la extinción de un problema más profundo de la sociedad estadounidense: el de una democracia en disputa, duramente dividida y sometida a tensiones. Dentro del Partido Republicano hay muchos que creen que “la nación se dirige a un conflicto final”.

Entre ellos, Steve Bannon, el estratega jefe de la Casa Blanca, que en apenas 8 meses acabó despedido, pero no sólo vuelve por sus fueros, sino que vuelve cargado de revanchismos. Para que lo ubique mejor, Bannon ha sido vicepresidente de Cambridge Analytica, la del escándalo de Facebook, por el uso de información de sus usuarios sin consentimiento. ¡Buenos muchachos!