La limpieza y el descacharre: una responsabilidad colectiva

El brote de casos autóctonos de chikungunya en Paysandú movilizó a la opinión pública, que exige la fumigación en la ciudad y, en otros casos, recriminan sobre las razones por las cuales no se hizo una campaña de este tipo durante el verano pasado.

Sin embargo, conviene leer con atención las declaraciones de la ministra de Salud Pública, doctora Karina Rando, en oportunidad de su llegada a Paysandú junto al subsecretario de la cartera, José Luis Satdjian, con el fin de afinar estrategias de contención y establecer nuevas barreras para evitar una proliferación de los casos.
La ministra fue consultada durante la conferencia de prensa acerca de una campaña de fumigación en la ciudad para enfrentar al vector transmisor de estas enfermedades: “La fumigación es una medida más. No es la más importante. Al contrario, es la que tiene menos efecto, pero se hace igual. La fumigación lo que tiene es que mata al mosquito vivo en el momento en que se fumiga. Es decir, las micropartículas tocan al mosquito y el mosquito muere, pero no queda el efecto residual. Es solamente para los mosquitos que hay en ese momento y son alcanzados por la fumigación. Se disminuye la carga de mosquitos adultos pero quedan larvas. No es una medida de rutina ni es la más efectiva. La más efectiva es descacharrizar. Evitar, de todas maneras, el agua estancada”, dijo Rando.

A lo largo de las diferentes administraciones municipales, se han realizado sendas campañas de descacharrización y han sido reiteradas las exhortaciones a mantener limpios los fondos de los hogares, predios o emprendimientos comerciales. Las sucesivas autoridades han sugerido de la misma manera que, en caso de ser necesario, los recipientes que juntan agua deben permanecer tapados o bajo techo.
También han ayudado a la población a deshacerse de elementos que ya no se usan. Electrodomésticos sin arreglo, recipientes de todo tipo, botellas y tapas que son la cuna del mosquito transmisor del dengue, zika y chikungunya. El Aedes Aegypti está instalado en esta zona desde hace varias décadas y detrás del vector, las diferentes administraciones han presentado planes de descacharre en la comunidad.

No es posible meterse en cada vivienda para analizar el grado de limpieza en este sentido, pero alcanza con ver las fotografías que a lo largo de los años se han publicado en nuestras páginas para medir el grado de compromiso ciudadano.
Así como la limpieza de malezas en el frente de los hogares o en terrenos privados, cuando se resuelve ser tan exigente con la autoridad de turno porque no corta el pasto en el cantero de un espacio público. Y la vara que mide e interpela generalmente se encuentra en las redes sociales.
Es importante, en ocasiones, que la propia comunidad tenga el grado de humildad suficiente para reconocerse en cada espacio de la ciudad. Porque hay lugares que están irreconocibles por la mugre, basurales y ocupación de veredas. Y, en cualquiera de estos casos, no será siempre una responsabilidad de la autoridad de turno, sino de quienes se acercaron a tirar basura en cualquier lugar. Y porque un basural empieza a formarse con el primer paquete arrojado sin control.

Entonces, no podemos pecar de inocentes. A mediados de la década de 1990, hubo movilizadores comunitarios que ya hablaban, a través de campañas, sobre la necesidad de deshacerse de cacharros porque este tipo de mosquito se reproduce en agua limpia. Con el paso de los años, el mosquito doméstico (Culex) cedió terreno y esta especie –que ahora forma parte de los titulares– ganó el espacio. Han pasado unos treinta años desde aquella labor de difusión que nadie atendía hasta el viernes pasado, cuando oficialmente el Ministerio de Salud Pública confirmó siete casos autóctonos de esta enfermedad que, si bien no es dengue, lo transmite exactamente el mismo vector.
Y es tan válida como entonces la exhortación a mantener limpios los fondos porque allí no ingresará ninguna autoridad municipal ni sanitaria, sino que es la obligación de cawda ocupante o propietario.

Las administraciones municipales fueron creando programas de limpieza por áreas y nuevas formas de comunicarlo. En la anterior, se había instrumentado durante 2020 el programa “Mi barrio + limpio”, que incluía limpieza, barrido, retiro de grandes residuos desde domicilios, desinfección, desratización y fumigación.
Los registros de entonces daban cuenta de la ardua tarea que tuvieron que enfrentar los funcionarios al momento de recoger la basura. Pero el mantenimiento y la prolijidad dura bastante poco.
Por eso, hoy es necesario encarar nuevas medidas preventivas y estrategias de comunicación que apunten a la responsabilidad de cada uno. Porque solamente la fumigación no alcanza. Sino que deberán sumarse la eliminación de los reservorios de agua, el cuidado personal con el uso de repelente y mosquiteros para los bebés. Y, en cualquier caso, nadie habló de encender las alarmas, prender el miedo y aislar personas.

Acá se habla de una responsabilidad colectiva que, en la actualidad, está muy floja de papeles. Son innumerables las experiencias relatadas por las sucesivas jerarquías que pasaron por la Dirección de Servicios, hoy denominada Aseo Urbano y Espacios Públicos. El común denominador era la desazón por la falta de colaboración de los vecinos de cualquier barrio o zona de la ciudad, por ver que el mantenimiento de los predios no continuaba. O por ver que las volquetas –aún hoy– contienen cualquier tipo de residuos. Es decir, lo que va y también lo que no va en un contenedor con capacidad insuficiente para tirar podas, escombros o artefactos.

El número 1865 está disponible para el retiro de elementos en desuso. Y lo está desde el comienzo de esta administración porque ha sido ampliamente difundido. En esta ocasión, la pelota está en nuestra cancha y la responsabilidad es de cada sanducero.