Sonia Vial, una maestra con entrañables recuerdos de aventuras en el río y el campo

Sonia Teresita Vial Melano (76) dedicó su vida a la enseñanza, una profesión que la cautivó, del mismo modo que la naturaleza, que conoció desde muy pequeña y disfrutó participando junto a su padre en regatas y en salidas a cazar en familia. “A mí dame eso, naturaleza pura”, comentó en la entretenida charla que mantuvo con Pasividades, compartiendo un relato de anécdotas imborrables de su niñez y adolescencia, y ya de adulta en compañía de su hijo Gabriel.

Con su personalidad tranquila y muy jovial a la vez, que seguramente la ayudó a sobrellevar momentos no tan amenos que la vida misma nos presenta a todos, inició el diálogo contándonos que nació en nuestra ciudad el 22 de enero de 1947 e hizo primaria y secundaria en colegios católicos, María Auxiliadora y Colegio del Huerto. “Mi vida en la niñez y la adolescencia transcurrió entre el río, porque mi padre (Juan Paulino) era fanático del río y allá marchábamos todos, y en invierno era ir para afuera a acampar. Entonces lo mío siempre fue río y campo”, aseguró, comentando lo mucho que “disfruto el hecho de ir a la termas, sólo con ver verde y algo de campo para mí es suficiente”. Su actitud positiva se ve reflejada en toda la charla, como cuando comenta que “en el 2012 me operaron de cáncer de mama y me mandaran a Salto a hacer radioterapia. Era un placer el viaje a Salto y volver”, pudiendo disfrutar a lo largo del viaje los paisajes naturales del campo. Pese a que la mayoría de las veces eran días lluviosos, “no me afectaba; a mí dame eso: naturaleza pura”, expresó.

Momentos inolvidables, que permanecen nítidos en su memoria fueron los vividos durante la niñez y hasta ya entrada la adolescencia. “Papá tenía un velero hecho por él y un amigo en el astillero, y como trabajaba de mañana, los viernes de tarde ya marchábamos hasta el domingo de tardecita para el norte a pescar, porque ese era el menú, pescado. Aparte de eso, participábamos de las regatas porque papá corrió hasta los 81 años en la regata Meseta de Artigas”, relató.

Recuerda como si fuera ayer, “las idas a la Meseta con mi padre en el barco para participar de las regatas. Y no es como ahora que salen el miércoles, nosotros nos íbamos el domingo anterior, nos quedábamos a veces en el Saladero de Guaviyú o si no seguíamos hasta el arroyo. El barco tenía cuchetas, y mamá (María) cocinaba en un primus que papá le había acondicionado adentro de una caja de galletitas de lata. Papá había hecho un botecito –un chinchorro– y nos íbamos con mi hermana en bicicleta a pasear, mientras papá pescaba. Cuando éramos chicas, regresábamos en una embarcación aparte, porque para la regata tenían que vaciar el barco para que quedara liviano, entonces todo venía en esa lancha. Ya cuando teníamos edad suficiente veníamos con papá en la regata”.

Pasaría unos cuantos años alejada de esa pasión, pero ya siendo adulta pudo volver a vivir y disfrutar de esos momentos de tanta felicidad, ahora en compañía de su hijo. Luego de separarse, “como a mí me gustaba el río, me gustaba la pesca y a mi hijo también, cuando tenía 10 años empecé a llevarlo al Club de Pescadores. Entré a la subcomisión de pesca; mi hijo pescaba en la competencias y nos íbamos con el equipo a Mercedes, a Colonia, Punta del Este. Yo me iba en el auto con esposas o hijas de los pescadores, y el equipo de pescadores iban en una combi”.
“Llegué a la presidencia del Club en el 97-98, y era la única mujer que había en el club en aquel momento porque era un club de hombres”, expresó, para señalar más adelante que durante su paso por esta institución “lo que hice fue tratar de acercar a las señoras”, para que participara toda la familia en las actividades.

Tiempo después, “compramos con mi hijo un velero precioso con cuchetas, pero como él lo quería para correr había que alivianarlo y lo desarmó íntegro. Y allá marchaba yo con las regatas; fuimos a la Meseta siempre con amigos de él, a Concepción, a Fray Bentos”, contó. “Después tuvimos que venderlo, porque el costo del mantenimiento se volvió imposible”, aseguró. No obstante una vez más refleja esa actitud de ver siempre el vaso medio lleno, cuando dice sonriente como “siempre le digo a mi hijo, ahora estaremos más limitados, pero que lo hicimos lo hicimos”.

También “nos íbamos a cazar; salíamos en el auto y entrábamos en Lorenzo Geyres, seguíamos por Arroyo Malo y salíamos en Quebracho. Una vez entramos en Paso Guerrero y ahí seguimos, eran las 9 de la noche y estábamos metidos no sé dónde, pero por las enseñanzas de mi padre me guiaba, le decía ‘allá está la Cruz del Sur, así que el Sur está para allá, vimos unos resplandores y le dije ‘tiene que ser de Paysandú o Colón, así que quedate tranquilo que vamos a salir en la ruta 3’, y salimos en Constancia. Siempre me gustó eso, el manejar en ruta o caminos vecinales; me encantaba. Todo eso fue una aventura tras otra”, contó sonriente.

Entre sus varias anécdotas recuerda “una regata a Fray Bentos, con un calor impresionante, cuando termina la primera etapa en el arroyo Román, todos los barcos entramos ahí cuando ya era de noche, tiraron anclas y todo el mundo se tiró al agua. El ancla no se había agarrado y el barco se había empezado a ir, mi hijo y el amigo se subieron al barco, y yo quedé en el agua sin los lentes y sin chaleco, hasta que se dieron cuenta que yo aún estaba en el agua. Esa noche nos comieron los mosquitos, no había repelente que los detuviera, y no se nos ocurrió sacar ese barco al medio del río para que se ventilara. Son todas anécdotas de ese tipo; esos años yo fui muy feliz y esas salidas a mí me encantaban”.

VOCACIÓN DE MAESTRA

“Mis padres me enviaron al magisterio”, pese a que “yo decía que quería ser escribana”, pero pronto descubriría que en realidad tenía la vocación de maestra. “Ejercí por 30 años y también durante 5 dí clases en el liceo como profesora de Matemáticas, pero a la vez siempre tuve algún alumno particular, incluso cuando me jubilé estuve 20 años más trabajando con alumnos particulares, hasta los 70 inclusive”.

“Es una vocación que no la conocía cuando era adolescente, pero me enviaron al Magisterio y me encantó”, aseguró y lo reafirmó: “yo siempre digo que si tuviera que volver a elegir, elijo magisterio”.

Se caracterizó por ser “muy responsable, muy estudiosa” y también perseverante, por lo que una vez recibida “daba concursos todos los años, y llegué a estar primera en listas de más de 200 maestros”, lo que le dio la ventaja de siempre poder elegir escuelas en la ciudad. Su carrera la inició en la Escuela 4, también trabajó en la escuela 93 –en aquel entonces anexo de la Escuela 11– y finalmente en la Escuela 2 permaneció durante 28 años hasta jubilarse. “Cuando mi hijo fue más grande empecé a dar clases también en el liceo. Trabajaba de mañana en el liceo y de tarde en la escuela, y después a casa a corregir los cuadernos porque era la época en que las maestras cargábamos cuadernos, con portafolios llenos y además bolsas porque no entraban; uno de los últimos años tuve 59 niños en un sexto hasta junio”, citó para graficar el mucho peso que debía trasladar y que hoy, reconoce, afectó su columna.

DISFRUTANDO SU PRESENTE

Entre sus proyectos actuales está el remodelar su casa “de a poco” y su rutina diaria la alterna con las distintas actividades que disfruta hacer como “pintar aberturas, los juegos de patio, ocuparme de las plantas, y cocinar me gusta muchísimo”. En verano suele levantarse a las 5 o 5 y media de la mañana y confiesa que no tiene televisión ni celular, pues prefiere leer un libro o entretenerse con la tablet.

Su referente en la vida siempre fue su padre, reconociendo que “para mí fue un ídolo. Era muy serio y de pocas palabras, y yo todo lo que hice fue pensando en lo que él hubiera hecho, porque su vida fue muy dura, fue muy humilde y sin embargo supo salir adelante”.
Pese a todo “logré encaminar” la vida, observa al mirar atrás, reconociendo en ella misma su carácter tranquilo, que la llevó a tener un buen relacionamiento con los demás, tanto en su vida familiar como laboral, así como la reconforta el ser reconocida aún hoy en la calle por pescadores que conoció en su paso por el club, al que le dedicó tantas horas de su tiempo y del que atesora entrañables recuerdos.