Tía Nilda: Creatividad versus aburrimiento

Este es el tema de uno de los libros del escritor, dramaturgo y actor Pino Petruccelli, quien nos dio dos conferencias en el Colombo, y a quien debo agradecer que me haya enviado algunos de sus cuentos.
Ha escrito varios libros. Es un viajero incansable, que observa y vive las realidades de distintos países y lugares, para después escribir y “armar” las obras de teatro, como una manera de hacer conocer las tristezas, los problemas que aquejan a la sociedad contemporánea. Son obras de denuncia, que buscan concientizar sobre la necesidad de ser más humanos, de cuidar nuestro ambiente y de ayudar a los más débiles a desarrollar sus capacidades.
Aquí van algunos de sus pensamientos:
El aburrimiento es un estímulo para hacer algo.
El conocer una realidad me ha llevado a crear una historia.
Los otros me hacen comprender quién soy yo y qué necesito.
Te comprendes a ti mismo a través de los demás.
El arte es denunciar lo que tú has visto, pero debe transformarse en ganas de vivir.
La cosa más importante no es el punto de llegada, sino el recorrido.
Esta es la vida: si me equivoco, busco otro camino.
Todos tenemos algo que perder, pero enojarse no es la solución.
Los inmigrantes huyen de un infierno para encontrar otro.
No recuerdo exactamente sus palabras, pero creo entender que cuando estamos aburridos, siempre buscamos cómo salir de esa situación, y eso es el origen de la creatividad; el aburrimiento es necesario para sobrevivir y crecer.
¿Qué significa estar aburrido/a?
Pienso que se trata de estar cansado de alguna situación que se repite, lo que conlleva enojo, desilusión, amargura, tristeza, pero al mismo tiempo, es un acicate para cambiar, para hacer algo que nos haga sentir bien.
Tal vez este relato mío no tenga mucha coherencia, haré lo posible para que salga bien.
Todo lo que hace este escritor, se debe a la influencia que ejerció su abuelo sobre él. Este abuelo construía barcos de madera, tenía un taller. Pero durante la guerra, un día cayó una bomba sobre el taller. Y el abuelo se salvó, pero quedó inválido y siguió trabajando y haciendo lo que podía. Despertó en él la sensibilidad por los que sufren y el deseo de hacer algo para aliviar el sufrimiento de los otros. Por eso escribe, por eso hace teatro.
En su segunda conferencia nos habló sobre los límites geográficos, sobre el conflicto entre serbios, croatas y musulmanes, en la antigua Yugoslavia, debido a profundas diferencias religiosas y culturales. Sobre el conflicto entre israelíes y palestinos, y sobre la discriminación que aún sufren los zíngaros.
Ha recalcado que los límites sólo existen en la mente de las personas. ¡Cuánta violencia –nos dice– para conquistar un pedacito de tierra!
Pasa a hablar de la xenofobia. Espantosas masacres han ocurrido –y siguen ocurriendo– por causas absurdas. Aún hay quienes piensan que hay que matar a quienes son diferentes, como los zíngaros.
Cita a los gitanos como un ejemplo de superación, porque ellos crean, inventan nuevas maneras de vivir, y de trabajar, ante la necesidad de sobrevivir y de alimentar a su familia. Nos enseñan a seguir adelante a pesar de todas las dificultades de la vida.
Existió una ley, en algunos países de Europa, por la cual se permitía matar a los gitanos, por considerarlos mala gente. Hasta hubo un doctor que aseguraba que, por la genética, los hijos de los gitanos eran malos. Pero actualmente se sabe que la maldad no se hereda, y que el destino está asociado a la historia del hombre, que el ser humano se “hace” a sí mismo. Los seres humanos son iguales, pero distintos, al mismo tiempo. Y lo mismo sucede con los pueblos, son iguales y distintos.
Sus narraciones son muy interesantes, aunque muy tristes, pero son expresión auténtica de la realidad. No escribe nada que no suceda o que no haya sucedido, construye sus relatos en base a experiencias vividas realmente.
Nos cuenta que en la guerra de Yugoslavia hubo una tremenda masacre, una matanza de todos los hombres desde los 14 a los 70 años. Y en ese momento estaban allí los cascos azules, todos jóvenes holandeses, quienes hicieron lo posible por evitar el desastre, pero no pudieron. Se volvieron a Holanda. El gobierno holandés se sintió responsable e invitó a los damnificados por la guerra a vivir en su país.
Pasada la guerra, algunos volvieron, pero otros no quisieron volver para no ver todo destruido. Una absurda y espantosa destrucción.
Ya había hablado sobre los inmigrantes africanos, los que dejan un infierno para entrar en otro, de hombres y mujeres africanos que se prostituyen, consumen drogas, se convierten en mala gente porque no encuentran trabajo, y quieren seguir viviendo. De niños que viven bajo un puente, que están siempre solos, porque la madre debe salir a trabajar, en lo que sea. De cómo se juzga a las personas por su apariencia, sin conocer las horribles circunstancias de sus vidas.
En fin, un escritor, investigador, dramaturgo, extremadamente sensible a las necesidades ajenas, que piensa en los otros. Nos deja una enseñanza sobre odios injustificados, nos hace reflexionar sobre la necesidad de ser más tolerantes y solidarios, sin límites mentales para aceptar a los otros.

La tía Nilda