Tras la Semana Santa, Criolla o de Turismo, un período de reflexión

Cualquiera sea nuestra creencia al respecto, podemos coincidir que es una semana en la que todos somos llamados a la reflexión. Reflexionamos sobre nuestra relación con las demás personas, con los demás animales y con el mundo en general. Reflexionamos sobre nosotros mismos, prioridades, creencias, valores, actitudes. Es una semana que nos moviliza.

Uno de los ejes de esta semana es el concepto de “tradiciones”. ¿Qué son las tradiciones? “Se trata de aquellas costumbres y manifestaciones que cada sociedad considera valiosas y las mantiene para que sean aprendidas por las nuevas generaciones, como parte indispensable del legado cultural”.

Esta definición nos arroja dos elementos fundamentales sobre los que pensar: “costumbres que cada sociedad considera valiosas y mantiene”.

Las tradiciones no son inmutables, inamovibles, sino que cambian, se adaptan, evolucionan con la sociedad misma. A nadie se le ocurriría hoy en día reivindicar ciertas “tradiciones” del pasado como los sacrificios humanos, la esclavitud, el derecho de pernada, la incapacidad de la mujer para votar y administrarse y tantas otras “tradiciones” superadas por la evolución del ser humano.

En este camino de evolución nos encontramos con la relación humano-animal. Es claro que la misma ha cambiado a lo largo de la historia y todavía le queda mucho por cambiar. Creo que, más allá de la sensibilidad de cada uno, y de los fundamentos éticos que sustentan el respeto hacia la vida de todos los animales (humanos y no humanos), hay una piedra de toque en este tema, que es la Declaración de Cambridge. Cuando los científicos declararon que la mayoría de los animales tienen la capacidad de sentir (capacidad de tener experiencias positivas y negativas) pasó a ser una gran responsabilidad para los humanos la decisión en cuanto a cómo relacionarnos con ellos. Puede que haya gente a la que no le importe si sufren, pero que quede claro, sufren. Sienten. No son cosas. Son seres sintientes.

Y en ese camino, que ya no tiene retorno, hay varias posturas con respecto a cómo relacionarnos éticamente con los demás animales. Por eso hay regulación legal que prohíbe determinadas prácticas de abuso y violencia hacia los animales no humanos. Pero el principal cambio tiene que ser el que cada uno de nosotros logre, con su conducta. Cada aporte que hacemos, cada reflexión que compartimos, cada acción que tomamos por la defensa de los animales, hace del mundo un lugar mejor.

Así como están prohibidas las corridas de toros, las peleas de perros y gallos, las carreras de perros, la eutanasia de un animal sano y el maltrato y abuso animal, seguiremos evolucionando hacia mayores niveles de protección, cuidado y respeto, hasta llegar a un punto en que estas discusiones sean cosas del pasado.

Yo no lo veré, pero confío en que mis nietos/as lo vean y puedan vivir en un mundo más empático y respetuoso del medio ambiente y de todas las vidas que lo habitamos.
Dice Peter Singer en su obra clásica “Liberación animal”: “Cuando una actitud está tan profundamente enraizada en nuestro pensamiento que la tomamos como una verdad incuestionable, un desafío serio y consistente a esa actitud, corre el riesgo del ridículo”.

Por suerte, seguimos habiendo personas dispuestas a dar esa seria y consistente reflexión. Dra. Verónica Ortiz, Diplomada en Derecho de los Animales – UMSA – Bs As