Para el vértigo que se ha vuelto el debate de la cosa pública en España, poner en perspectiva el mes de agosto de 2022 parece –por ese estrés– que ha transcurrido un largo período. Y han pasado muchísimas cosas, pero en realidad, estamos hablando de apenas un año. Si solamente verificamos que el proceso de negociación entre la Unión Europea y el Mercosur lleva más de dos décadas, un año de recorrido suena a poco. Sin ninguna duda, destrabar los imposibles que hasta hoy han frenado o impedido un acuerdo profundo entre la Unión Europea y el Mercosur, es muy importante para todos los países involucrados en estos ámbitos, pero lo es más aún para Uruguay. No sólo por lo que abarataría el flujo comercial actual de carne bovina, celulosa, madera, arroz, cítricos, sólo por citar algunos ejemplos, sino porque abriría nuevas posibilidades de negocios. Y negocios significa inversión y trabajo.
Breve reseña
No se trata de hacer ahora, para este propósito, una reseña detallada de los antecedentes de las negociaciones entre ambos bloques, pero sí dejar una breve síntesis para ayudar a contextualizar la larga lista de esfuerzos de varias administraciones de gobierno, de los nuestros y también de todos los involucrados.
El primer mojón de esta historia se ubica en el año 1995, cuando se alcanza el acuerdo marco interregional de cooperación entre la Comunidad Europea y sus estados miembros, y el Mercosur. Hay que ir hasta junio de 1999, para la primera reunión de jefes de estado y de gobierno entre la Unión Europea y el Mercosur. En abril del 2000, en Buenos Aires, tuvo lugar la primera reunión del Comité de Negociaciones Birregionales. Entre los años 2000 a 2004, tuvo lugar la primera etapa de la negociación, la que fue suspendida por falta de acuerdo. En el 2010, se retoman las negociaciones. Esta segunda etapa de la negociación es suspendida en el 2013 por la ausencia de avances.
Recién en el 2016 se logra recorrer una etapa definitiva de la negociación, donde se completan los trabajos técnicos y se concluyen las negociaciones. Vale destacar que fue, como se señaló, en el 2016 bajo la presidencia pro tempore uruguaya que se retomó la negociación que en el 2019 logra completar las negociaciones. En ese período se realizaron cuatro reuniones entre los ministros de exteriores del Mercosur y los comisarios de la Unión Europea, con el propósito de dar un empuje político sólido al cierre de las negociaciones. Este largo recorrido pone de manifiesto dos verdades: una, que quienes han impulsado esta asociación entre la Unión Europea y el Mercosur han mostrado una fuerte convicción. Y dos, que el entramado de legítimos intereses que convergen al interior de cada una de estas organizaciones, en especial, de la UE, hacen de estas negociaciones una labor propia de titanes.
El acuerdo de 2019
Conviene tener presente que este trabajoso acuerdo de asociación entre Mercosur y UE es el primero de gran impacto que logra el Mercosur con terceros. La UE, que es la segunda economía mundial, y el Mercosur, quinta economía mundial, estarían iniciando una zona de libre comercio y generando sinergias para una cooperación que impulse el crecimiento económico, el empleo y las inversiones. Pero las energías no están solo puestas en la UE. Mercosur concibe este primer acuerdo como parte de una ambiciosa agenda de relacionamiento externo que incluye el EFTA, Canadá, Corea del Sur y Singapur.
Para Uy
En sentido práctico, concreto, ¿qué significa este acuerdo para las exportaciones uruguayas hacia la Unión Europea? Muy brevemente, significa que los bienes que forman parte de la oferta exportable hacia la Unión Europea recibirán trato preferencial para acceder al mercado comunitario europeo. Más concreto aún, tomando como referencia el año 2016, por ejemplo, según un informe del Ministerio de Economía y Finanzas y el Instituto Uruguay XXI, las exportaciones uruguayas de ese año pagaron 270 millones de dólares por concepto de aranceles; el 40%, es decir 106 millones, fueron aranceles pagados por exportaciones a la UE. La eliminación de esta obligación sería, según los negociadores uruguayos de entonces, una de las principales, sino la principal, ganancia para nuestro país establecidas en el acuerdo de asociación Mercosur-UE.
Las concesiones incluidas en el acuerdo, en primer lugar, surgen del reconocimiento de las asimetrías de las economías entre los bloques. Por ello, la UE hace concesiones al Mercosur que entrarán en vigencia en un período más breve que las recíprocas del Mercosur a la Unión Europea. En suma, la lista final del Mercosur incluye una menor cantidad de bienes y una menor cobertura del comercio que la de la Unión Europea. Así, la oferta de bienes del Mercosur a la UE alcanza el 91% del comercio birregional, en tanto la oferta de la UE abarca el 99,7% de dicho comercio.
Mercosur habrá de desgravar el 72% del comercio en 10 años o menos, y la UE lo hará con el 92% del comercio. Finalmente, los dos bloques habilitarán cuotas crecientes para sus productos más sensibles: carnes, arroz, azúcar, etanol, miel en el caso de la Unión Europea y lácteos en el caso del bloque sudamericano.
Inesperadamente
Al comienzo del 2023, Frans Timmermans de la Unión Europea anunciaba que posiblemente en julio, que ya casi termina, se podría estar firmando el acuerdo de libre comercio. Y el ámbito en el que este cierre se celebraría, sería la cumbre del 17 y 18 de julio en Bruselas. También Lula a principios de año tenía esa ilusión, aunque era un poco más cauto: agregaba un “si todo sale bien, quién sabe”.
Mientras la firma del acuerdo se posterga, se suman nuevas declaraciones de referentes de la escena europea anunciando la necesidad de formalizar de una vez por todas el documento oficial.
El presidente Luis Lacalle Pou ha sido cauto y ha advertido que “estos meses que vienen son fundamentales” para concretar el acuerdo Mercosur-UE. Definió su expectativa como de un “moderado optimismo”. Por eso, expresó, “desde mi punto de vista, si nos situamos más en lo comercial, podemos avanzar más rápidamente”. Lacalle entiende que esto sería lo “mejor para Uruguay”.
Sin embargo, Lacalle no ocultó su preocupación por “el tema político que es el más complejo”, y en particular, “el ambiental, que es transversal” a las dos cuestiones, comercial y política. Pero hay otro elemento, inesperado, que podría estar resolviéndose hoy mismo: las elecciones españolas y la continuidad o no de Pedro Sánchez en la presidencia de España, y cómo afectaría una derrota electoral dado que Sánchez ocupa, al mismo tiempo, la presidencia de la Unión Europea. Desde agosto del año pasado Sánchez fue anunciando dónde pondría el énfasis cuando le tocara ocupar la presidencia. Y destacó cuatro puntos: reindustrializar Europa; avanzar a la transición ecológica con respuestas a la emergencia climática; consolidar el aspecto social; reforzar la integración de la UE.
Más allá de esta priorización, hay dos elementos que distorsionan el clima político de Bruselas para confiar en una rápida resolución de este acuerdo Mercosur-UE: Sánchez no ha desaprovechado ocasión reciente para insistir el profundo carácter europeísta de España. También ha reconocido que es una preocupación el aumento de la representación de fuerzas políticas antieuropeístas, y que ello es “una mala noticia” para la Unión Europea.
Sánchez también fue muy enfático en afirmar y reafirmar que el correcto funcionamiento de su presidencia comunitaria de este segundo semestre del año “está garantizada” incluso aunque haya un cambio de gobierno como consecuencia de esta jornada electoral.
Estamos cerca de la orilla, es cierto, pero aún quedan varias tormentas antes de llegar a la certeza de la tierra firme. Por ello, a la pregunta de ¿qué podemos esperar hoy de la Unión Europea? no hay una respuesta única. Por lo pronto, confianza e incertidumbre. → Leer más