Menor crecimiento, con perspectivas inciertas

Con una Rendición de Cuentas y Balance de Ejecución Presupuestal ya enviada por el Poder Ejecutivo para su consideración en el Parlamento, quedan barajadas y distribuidas las cartas de la dotación de recursos presupuestales del Estado –dinero de todos los uruguayos, por supuesto– para las respectivas áreas del Estado, recreándose el clásico escenario de la sábana corta para cubrir al mismo tiempo la cabeza y los pies.

Es decir, el partido real que se juega en la determinación de prioridades con vistas a cubrir objetivos estratégicos de la gestión de gobierno y como es tradicional, además, cediendo o no a las presiones de grupos corporativos que año a año y en todos los gobiernos pretenden sacar una mayor tajada en estas instancias.
Y si bien la Rendición de Cuentas trasunta una filosofía de gestión en base a los factores condicionantes que se dan, también un factor importante que surge de este proyecto de ley es que el equipo económico corrigió a la baja la proyección de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI), situándolo en el 1,3 por ciento para todo 2023, lo que va de la mano con los elementos que han incidido para que se redujera la creación de riqueza prevista y los ingresos fiscales para el período.

Al estimar que la economía uruguaya crecerá un 1,3% del Producto Bruto Interno durante 2023, se da cuenta de una corrección a la baja en relación al 2% previsto en la proyección realizada en febrero de este año. En la exposición de motivos del texto, el equipo económico adjudicó el crecimiento más lento de la economía a “la fuerte sequía que azota al país”, lo que afecta a la producción.

A su vez, el crecimiento previsto para 2024 es de 3,7% del PBI, y para 2025 de 2,9% del PBI, cifras todas consideradas estimativas para períodos normales y por lo tanto sin estimar la eventual influencia de factores adversos como fueron la sequía y la pandemia en años anteriores.
En cuanto a la inflación, el Poder Ejecutivo proyecta que cierre el 2023 en 6,7%, por fuera del rango meta fijado por el equipo económico, que se ubica entre 3 y 6%. Para el año 2024, la inflación proyectada es de 5,8%. Ese mismo valor es el estimado para el indicador al finalizar el año 2025.
Asimismo, en la última instancia presupuestal del período, el Poder Ejecutivo planteó un refuerzo presupuestal de U$S 20 millones destinado a planes de salud mental y atención de adicciones.

En la exposición de motivos sobre el proyecto de corrección presupuestal, “la economía creció 4,9% real en 2022, luego de haber aumentado 5,3% en 2021. El crecimiento del nivel de actividad en 2022 se dio al impulso de las exportaciones, del consumo de hogares y de la inversión. Mientras que en el primer semestre del año se registró un crecimiento interanual de 8,6%, impulsado por una excepcional demanda externa, la creciente inestabilidad internacional, sumada a la situación de sequía que se fue agudizando sobre el final del año, llevaron a una desaceleración en el ritmo de crecimiento durante la segunda mitad del año (1,5% en términos anuales)”.

Agrega que “para 2023 se prevé un crecimiento más lento (1,3%) como consecuencia de la menor demanda externa y de la fuerte sequía que azota al país, la mayor en el último siglo, que está afectando a la producción en el presente año”.

s previsiones manejadas por el Poder Ejecutivo en el mensaje al Parlamento, se sostiene que tras cierta desaceleración de la economía en la primera mitad del año, en la segunda parte del año habrá un mayor dinamismo impulsado por el consumo de los hogares. Además, se espera “un fuerte impulso del sector industrial, tras el comienzo de la operativa de la nueva planta de UPM pese a la parada técnica por mantenimiento de la refinería a partir de setiembre”.
“Así, en el promedio de 2023 el nivel de actividad económica verificará un crecimiento promedio anual de 1,3% en términos reales”, reafirmó.
El hecho de que disminuya el crecimiento del PBI no es simplemente un número abstracto de la economía, sino que significa lisa y llanamente que se recicla menos riqueza dentro del país, por todo concepto, con sectores naturalmente que resultarán más perjudicados que otros, pero en un contexto general de menor crecimiento de la actividad, en lo que influye sobre todo los casi 3.000 millones de dólares menos de producción agropecuaria por efectos de la sequía, que se agrega a un decaimiento de los precios de nuestros principales productos de exportación.

Un golpe muy duro para un país de economía de base esencialmente agropecuaria, y con costos rígidos que se han ido incrementando, cuando además el proceso de reversión de las consecuencias de la sequía está todavía sin completarse y continúa el déficit hídrico en buena parte del territorio nacional, lo que se proyecta por cierto sobre la producción y actividad agropecuaria en el segundo semestre del año.

Debe tenerse presente asimismo que más allá de las intenciones y los enunciados, la idea central del Poder Ejecutivo sigue siendo la recuperación del salario real, un eterno problema en el Uruguay pero que se ha acentuado a partir de la depresión generada por la pandemia y la inflación acentuada por la invasión rusa a Ucrania. Ahora, la recuperación salarial pretende contemplar a una fuerza laboral que por regla general en el sector privado ha sido impactada negativamente por estos factores, pero se debe lograr además en un contexto de desempleo y subempleo muy marcado.

Por añadidura, al igual que en los gobiernos anteriores, en buena medida la apuesta a contener la inflación se centra en mantener el dólar planchado, que no es más que una engañifa que se sigue sosteniendo en el tiempo para mantener los precios en menor nivel que el que tendrían si la divisa alcanzara la cotización que debería tener para equilibrar la relación cambiaria de costos respecto al escenario internacional.

Aquí estamos por lo tanto ante un viejo problema, que nunca ha sido resuelto, en el que ningún gobierno le ha puesto el cascabel al gato, porque se sigue dejando para más adelante –para el gobierno que venga– el adoptar las medidas de fondo y de carácter estructural en la economía, que contribuyan a dotar de mayor competitividad a nuestras exportaciones. Y el gran tema pendiente es la reforma del Estado, aquella “madre de todas las reformas” que ni siquiera se atrevió a poner en práctica el expresidente Tabaré Vázquez que supuestamente contaba con los sindicatos “amigos” y sectores de izquierda radicales, pero que no lo dejaron actuar. Seguiremos por lo tanto altamente vulnerables a los avatares de la economía mundial, ligando poco, es cierto, como en los últimos tres años, pero también solo ensayando pequeños retoques, para pagar el menor costo político posible en la siguiente elección. Y en esta tesitura, en estos condicionamientos para seguir jugando al empate, cuando lo necesario es revertir este escenario, no alcanzará con ninguna Rendición de Cuentas, para distribuir lo poco o mucho que haya, porque es reflejo de una realidad que sigue presentándose con pronóstico incierto, por decir lo menos.