Lamentablemente sin la presencia de la Celeste —que no conquistó la clasificación—, comenzó a disputarse esta semana la Copa del Mundo Femenina de la FIFA, organizada en forma conjunta por Australia y Nueva Zelanda. También es una pena que los horarios sean sumamente incómodos para seguir los partidos desde esta parte del mundo, lo que a su vez conspiró contra una mayor difusión: sin Uruguay, y con partidos muy a trasmano, la oferta de opciones para verlo por televisión es muy limitada.
Hay varios aspectos que desde el punto de vista deportivo destacan de esta Copa, por ejemplo es la primera vez que participan 32 selecciones en una competencia de este tipo, lo que da la pauta de una creciente jerarquización desde la FIFA de la competencia, que ya en sus ediciones anteriores había conseguido buenos números para presentar en cuanto a la repercusión que genera alrededor del mundo. Este mundial se espera que sea visto por más de 2.000 millones de personas en el planeta, la audiencia más grande en la historia para un solo deporte femenino. Además FIFA aumentó el monto de los premios a U$S 150 millones, nada menos que el triple de la cantidad estipulada en Francia 2019.
Pero más allá del fútbol propiamente dicho, la disputa del mundial femenino es también una oportunidad que se busca aprovechar para trabajar otros valores, de allí que se afianzase un acercamiento desde varias agencias de Naciones Unidas, pero entre ellas en especial desde ONU Mujeres, para asociarse y hacer dos llamados a la acción. El primero de ellos es “Únete por la igualdad de género”, con el que se procura “hacer realidad la igualdad como un derecho humano fundamental y como elemento crítico para un mundo pacífico y sostenible”. El segundo llamado es “Únete para poner fin a la violencia contra las mujeres”, mediante el que se pide “poner fin a esta lacra, que es además la violación de derechos humanos más generalizada en todo el mundo”.
Argumenta la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Sima Bahous, que “las mujeres que compiten en esta Copa del Mundo son modelos a seguir para todas las niñas de este planeta. Su fuerza y habilidades son inspiradoras. Al mismo tiempo, este torneo es un recordatorio de que hay demasiadas mujeres y niñas que están excluidas del mundo del deporte y que incluso aquellas que participan experimentan con demasiada frecuencia un trato discriminatorio e, incluso, en algunos casos, abuso”. Agregó que el Mundial Femenino “nos muestra cuánto se pierden no solo ellas, sino todo el mundo, cuando no brindamos a las mujeres y las niñas las mismas oportunidades que a los hombres y los niños”.
Estos llamados a la acción se evidenciarán durante la competencia mediante los brazaletes de las capitanas de los equipos, en la estática digital a los lados de la cancha, en banderas, en las pantallas gigantes de los estadios y a través de las redes sociales. Además de ONU Mujeres se sumaron Unesco (Ciencia y Educación), el Acnur (Agencia de la ONU para los Refugiados), la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, el Programa Mundial de Alimentos y la Organización Mundial de la Salud.
Y es realmente una pena que se dé esta combinación de circunstancias de la ausencia de la celeste, los horarios a trasmano y la escasa difusión de la competencia, porque estos problemas que se quiere aprovechar para abordar y problematizar asociados a la disputa del Mundial, los padecemos en Uruguay, tanto el de la igualdad como el de la violencia. Pero también porque hubiese ayudado a dar una mayor visibilidad al fútbol femenino uruguayo.
En nuestro país muchas instituciones profesionales han incorporado la rama femenina porque es, justamente, un requisito que se ha impuesto desde los estamentos internacionales del fútbol —y desde la AUF, por supuesto—. Aunque el fútbol es el deporte más popular de nuestro país por varios cuerpos, lo es esencialmente en la rama masculina, mientras que las mujeres tienen las mismas dificultades que otros deportes “menores”, e incluso más, porque encima necesitan utilizar parte de los mismos recursos que el fútbol masculino, como las canchas y debido a ello es frecuente que sus entrenamientos y las competencias se vean desplazados a horarios impropios.
Los problemas del fútbol femenino uruguayo se evidencian incluso al más alto nivel, la primera división profesional, donde por ejemplo recientemente uno de los equipos no pudo presentarse debido a que desde la institución no se les proveyó el uniforme en condiciones ni los formularios para cumplir con los requisitos administrativos. En solidaridad, el equipo rival decidió no presentarse tampoco, por más que al fin y al cabo se le terminaran adjudicando los puntos en disputa de todos modos. Las mujeres futbolistas de la primera división del fútbol uruguayo están realizando también una protesta al comienzo de cada partido, permaneciendo ambos equipos sentados en el césped durante dos minutos después el pitazo inicial, una medida que fue resuelta en conjunto para reclamar mejores condiciones de parte de las instituciones a las que representan. Que se las tome en serio, ni más ni menos. Claro que hay excepciones y algunos clubes llevan adelante un proceso de profesionalización, pero el panorama general es que todavía falta mucho. Y si mucho falta en el profesionalismo, qué decir del fútbol femenino en el Interior, donde muchas veces depende de esfuerzos hasta personales o familiares que hacen lo imposible para que los equipos se presenten dignamente y puedan cumplir con sus compromisos.
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