¿Cómo lograr cambios de impacto en la situación y consideración de los animales no humanos?

Si bien Uruguay se encuentra rezagado a nivel mundial en sus políticas estatales de protección y reconocimiento de derechos de los animales no humanos, desde hace varios años se visualiza un mayor interés, una mayor preocupación por parte de los ciudadanos en la situación de los demás animales, comenzando por los domésticos, pero extensible a los otros.
Una vez que todos sabemos que la mayoría de los demás animales revisten, como nosotros, la calidad de seres sintientes (Declaratoria de Cambridge del año 2012), hay estándares mínimos en los que todos coincidimos (no torturarlos, no quitarles su vida banalmente, no someterlos a malos tratos, no socavar su dignidad, respetar su individualidad y necesidades). Por lo menos todos aquellos a los que nos afecta lo que le ocurra a otro ser sintiente.

Pero ¿cómo avanzar hacia una mejor calidad de vida, reconocimiento de sus derechos y su protección? Algunas opciones son: a) Imponer soluciones legales. Si hubiese las suficientes voluntades entre los legisladores como para aprobar leyes en la materia, probablemente sería porque la mayoría de la sociedad piensa como ellos, ya que se supone que son representantes de los ciudadanos. b) Gravar tributariamente determinadas actividades. Es una forma efectiva de desestimular ciertas actividades, ya que al gravarlas con altos impuestos se provoca una baja en el consumo de ese bien. En Uruguay es una medida probada que funcionó con el consumo de tabaco (combinada con otras políticas estatales). c) Hacer campañas de concientización. Todas las campañas que ha habido en la temática, ya sea a nivel departamental o nacional, hablan de la tenencia responsable, de la castración por control de la sobrepoblación canina, de los peligros de los perros sueltos (peligros para los humanos), pero aún no hay campañas de concientización sobre los derechos de los animales no humanos. d) Apoyar el trabajo de las oenegés. Sin lugar a dudas, el trabajo honorario, voluntario y sacrificado de las oenegés que trabajan en protección animal y concientización debe ser destacado y permanentemente apoyado. Se precisa una política estatal de apoyo continuo a estas organizaciones. e) Educar. Todas las acciones antes mencionadas son positivas y tienen impacto en las conductas de las personas, pero tanto a corto como a largo plazo, la base de todo, siempre, es la educación.
El hecho de saber que la mayoría de los animales no humanos comparten con nosotros la posibilidad de experimentar dolor y tienen interés, por lo menos en no sufrir, resquebraja la dicotomía que utilizamos para valorar a los animales no humanos.

Si el objetivo es obtener un cambio profundo y duradero, este solo se puede lograr a través del cambio en la matriz cultural y este cambio solo se logra desde la conciencia de cada ser humano. ¿Y cómo llegamos a esa conciencia? A través de la educación.
La educación nos abre la puerta para intercambiar, debatir, acercar nuestro punto de vista al otro, ponerlo en contacto con información que probablemente no posee, investigar, reflexionar juntos y permitir que cada uno haga su proceso de decantación de lo discutido.

Dice el profesor y filósofo uruguayo Pablo Romero en su libro “Sobre el sentido de educar”: “Educar es abrir las posibilidades del diálogo, habilitar constructivamente el disenso, mostrar en todo lo posible las diversas aristas que presenta un tema que supone un debate de ideas […] y generar la capacidad de reflexión y autonomía en el otro […]”.

Entiendo que la temática de los derechos animales debería ser parte de los programas educativos formales desde Primaria hasta la Universidad, adaptando el discurso a emplear al público objetivo al que nos vamos a dirigir.

Así como también deberían impulsarse jornadas de información gratuitas y de fácil acceso (plataformas online), fuera de la educación formal, para toda persona que desee información sobre el tema. Y por qué no, volver al ágora. Volver a conversar mano a mano con la gente, apelar al sentido crítico del ciudadano común, informar.
Nos dice el profesor Pablo Romero en la obra ya citada: “La cultura y la educación no pueden ser concebidas sino como derechos humanos fundamentales, como los caminos capaces de construir una ciudadanía sustentada en la autonomía intelectual, en el pensamiento crítico, los valores deseables de fomentar y circular en una sociedad”.

Dra. Verónica Ortiz, Diplomada en Derecho de los Animales – UMSA