Perales no murió (y otras mentiras en redes)

El popular cantautor español José Luis Perales se sumó el lunes a la larga lista de famosos que erróneamente se dio por fallecidos a través de las redes sociales, una lista que integran (pero no completan) personalidades del ámbito político como el expresidente de Estados Unidos Barack Obama, el líder cubano Fidel Castro varias veces antes de su deceso real ocurrido en noviembre de 2016, también artistas como el cantante canadiense Justin Bieber, la estadounidense Miley Cyrus, el actor chino Jackie Chan o la escritora británica J. K. Rowling, autora de la célebre saga de Harry Potter. Más allá de toda la repercusión que se generó, porque la noticia de la falsa muerte de Perales se “viralizó” en cuestión de minutos, de todos los memes a los que dio lugar, de la rápida respuesta de Perales avisando que se encontraba en Londres disfrutando de un descanso junto a su familia y por supuesto todos los que vinieron después, el ajetreo ha sido una muestra más de los riesgos a los que se exponen los usuarios de estos servicios de entretenimiento por los que circula información, a veces real, otras veces falsa, y no solamente sus usuarios, que a la postre son una porción reducida de la población. Es que a veces, como ocurrió con esta información sobre la muerte de Perales, la versión es “validada” por equívoco por medios de mayor prestigio o trayectoria que la red social y termina induciendo a otros a cometer la misma equivocación.

Y cuando se habla del riesgo, no se trata solamente de creer que una persona esté muerta cuando en realidad no lo está, sino de otro tipo de riesgos, porque así como el ecosistema informativo ayer dio por válido que José Luis Perales había fallecido, otras veces ha dado por válidos informes científicos realizados bajo el ala de intereses espurios u opiniones poco fundamentadas de “influencers” o de referentes políticos. En otros ámbitos también funcionan, como en el fútbol, ahora que estamos en pleno período de pases en el profesionalismo, y nunca falta quien “siembre” nombres de jugadores pretendidos o que supuestamente fueron ofrecidos y eventualmente serían “del agrado” o “del paladar” de técnicos o dirigentes, buscando cosechar repercusiones. Y tampoco sería tan grave porque, al fin y al cabo, es nada más que un juego aunque mueva millones de dólares.

Ahora bien, este mecanismo, que está visto que funciona, puede otras veces ser usados con otros fines. De hecho se ha analizado varias veces en diferentes contexto la desinformación científica que sobre el COVID-19 circuló (y circula, porque no ha cesado) en Twitter (red que hoy ha sido renombrada como X), “una de las plataformas que con mayor efectividad impulsa el contenido anticientífico y conspirativo”, como la definen David García-Marín (Universidad Rey Juan Carlos, Madrid, España) y Marta Merino-Ortego (Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, España), en un trabajo en el que se enfocó este fenómeno de la desinformación en el contexto iberoamericano.

Señalan que “Aunque gran parte de esta desinformación identifica la aparición de la enfermedad con el resultado de acciones deliberadas para la producción de un arma biológica en un laboratorio en China (Stephens, 2020), la información falsa alimentada por el movimiento antivacunas ha centrado la atención de la comunidad científica de forma predominante (Herrera-Peco et al., 2021)”.

Agregan al respecto que “Sued (2020) comprobó la eficacia de las burbujas informativas en YouTube para ocultar la información oficial y contrastada sobre la vacunación contra la enfermedad”, así como otros estudios (como el de Thelwall en 2021) han mostrado que las plataformas en línea pudieron influir en el rechazo a la vacuna contra el virus “con el argumento de la rapidez de su creación y la consiguiente falta de seguridad y efectividad”. Esta narrativa antivacunas, expresan, fue “alimentada por noticias falsas originadas en páginas web de cuestionable credibilidad que encuentran en Twitter un vehículo para su eficaz propagación y apoyo por parte de un amplio volumen de usuarios conectados mediante hashtags específicos como #plandemia”. Identifican además que estos hashtag (etiquetas o palabras claves) trascienden luego a otras redes sociales. Esta en particular “se convirtió en la etiqueta más utilizada por los movimientos negacionistas. Por este motivo, tanto Facebook como Instagram prohibieron su utilización en 2020”.

En su introducción recoge de investigaciones previas aspectos generales sobre el funcionamiento de estos fenómenos de la viralización de desinformación en el que son utilizados algunos actores que no necesariamente actúan de mala fe, pero que, a la postre, actúan y forman parte de la cadena. Pese a que “una elevada proporción de estos relatos falsos procede de cuentas con un alcance limitado, este tipo de narrativas han sido amplificadas por ciertos políticos, influencers y activistas en Twitter. A su vez, los usuarios que emiten mensajes en contra de este contenido anticientífico –a través de tuits críticos que portan tales noticias falsas o mediante la producción de mensajes humorísticos o irónicos– contribuyen de forma no pretendida a su difusión, por lo que la adopción de esfuerzos para aislar las opiniones que están basadas en contenidos falsos resultaría esencial especialmente en situaciones de crisis sanitarias como el COVID-19”. Todo un desafío en una época en la que la inmediatez se ha consolidado como un valor en sí mismo y, como se sabe, la velocidad en estas cosas suele no ser amiga de la calidad. En el medio opera una cantidad de intereses y de algoritmos cuyo conocimiento nunca termina de transparentarse, pero que se sabe que operan a favor de que el público se mantenga conectado, por engagement lo conocen.

La única forma de adelantarse a esto es educar para que los públicos sean conscientes de la existencia de todo esto que ocurre detrás de una simple y aparentemente inofensiva publicación en redes.

Una tarea titánica frente a la estupidez y el deseo natural del ser humano de sentirse que “descubrimos lo que quieren ocultarnos”, que siempre va un paso adelante.