Feminismo sí, antisemitismo no

El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define el feminismo como el “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”.
De acuerdo con National Geographic, “pese a que el feminismo no se inició formalmente hasta finales del siglo XVIII, fueron muchas las mujeres que, a lo largo de la historia, se cuestionaron el rol que la sociedad les había impuesto y desafiaron las convenciones de su época” como por ejemplo Guillermina de Bohemia o Christine de Pizan (…) Años más tarde, “en 1789, en plena revolución, la Asamblea Nacional Constituyente francesa aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Este documento, lejos de respaldar los derechos de todas las personas, recogía y proclamaba exclusivamente los derechos fundamentales de los hombres. Siendo parte de la revolución y del movimiento ilustrado, las mujeres empezaron a ser conscientes de la opresión en la que vivían y decidieron luchar contra ella”.
A pesar de todo el tiempo transcurrido y de las luchas libradas con fundamento y justicia por mujeres que se adelantaron a su propio tiempo, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer sigue siendo una materia pendiente en muchos países del mundo y por supuesto en nuestro país, en el cual muchas prácticas culturalmente aceptadas siguen postergando a quienes deberían ser tratadas como iguales. Temas como la equiparación salarial, la corresponsabilidad en las tareas del hogar y en la crianza de los hijos, la violencia de género o el cuidado de los familiares incapacitados para valerse por sí mismos siguen requiriendo que nos preocupemos y ocupemos por una tarea que no ha terminado y que plantea paradojas realmente increíbles para la Humanidad: hemos sido capaces de llegar a la Luna pero muchos hombres se niegan a cambiarle los pañales a sus hijos por considerarlo una tarea propia de mujeres.
En este contexto de objetivos aún no alcanzados, la marcha del Día Internacional de la Mujer alcanza una importancia que debe ser subrayada año a año en el marco de una lucha que se libra día a día. En efecto, las numerosas manifestaciones que se producen en esa fecha y los recordatorios que se realizan en instituciones de enseñanza, lugares de trabajo y oficinas públicas forman parte de una práctica que debe ser bienvenida y promovida porque la igualdad proclamada y perseguida es un elemento fundamental de la vida democrática y de la construcción de una conciencia ciudadana fuerte y comprometida.
Lamentablemente, la marcha que tuvo lugar el pasado 8 de marzo en Montevideo mostró una cara diferente de lo que debería ser una fiesta centrada en la reivindicación de derechos: durante su desarrollo se llevaron a cabo muestras de odio e incitación a la violencia contra el pueblo judío. En efecto, un grupo de jóvenes y niñas marcharon llevando la réplica de la cabeza de una mujer judía (identificada por la estrella de David en su frente) atravesada por una lanza. Sin lugar a dudas se trata de un hecho gravísimo, el cual resulta no sólo una afrenta a una colectividad que desde hace más de cien años forma parte del Uruguay y de sus tradiciones y convicciones democráticas, sino también al Uruguay todo. Ese acto miserable, peligroso y discriminador no nos representa como país. Se trata de un episodio doloroso y triste, que marca un antes y un después en la forma en que algunos colectivos feministas viven una fecha que debería unir a las mujeres y no discriminarlas por ser judías. Como si ello fuera poco, en las últimas horas se difundió a través de las redes sociales un video en el cual las organizadoras de este atentado contra la tolerancia y la convivencia democrática se filman preparando la infame cabeza antes mencionada en un ritual de discriminación y odio que no admite lugar a dudas.
La licenciada uruguaya Teresa Porzecanski Cohen en un artículo publicado en el semanario hebreo Jai ha expresado con claridad la doble moral de muchos movimientos supuestamente feministas –que en realidad son políticos más que feministas– tanto de Uruguay como de otros países: “A las organizaciones feministas que se quedaron calladas’ respecto a la masacre de mujeres, niñas y bebés judías israelíes del 7 de octubre por parte de Hamás: ¿cómo pueden tildarse de ‘feministas’ que dicen luchar por los Derechos de las Mujeres? ¿O son, precisando mejor los términos, decididamente antisemitas? (…) Si hasta la reacia Naciones Unidas reconoció estos hechos y, muy a su pesar, los confirmó, ¿por qué la mayoría de las organizaciones que se autodenominan ‘feministas’ no salieron a la calle para denunciar y reclamar justicia? ¿Es acaso cobardía o porque se trata de mujeres y niñas judías? Entonces, hay un claro antisemitismo, que invalida el ‘feminismo’ mismo, ya que opera desde el prejuicio contra las propias mujeres que, deliberadamente son excluidas… Y en esa hipocresía, que es también, cobardía, ninguno de los principios de justicia social que dicen defender, está presente. Por lo que queda siendo solamente un ‘teatro’, un bla bla bla, poco creíble y lleno de prejuicios”. Ante los hechos que tuvieran lugar en la marcha mencionada, es importante recordar que el artículo 149 bis del Código Penal Uruguayo establece lo siguiente: “el que públicamente o mediante cualquier medio apto para su difusión pública incitare al odio, al desprecio, o a cualquier forma de violencia moral o física contra una o más personas en razón del color de su piel, su raza, religión, origen nacional o étnico, orientación sexual o identidad sexual, será castigado con tres a dieciocho meses de prisión”. Resulta claro entonces que existe una norma (entre muchas otras). A modo de ejemplo, la Ley N°17.817 de 06 de setiembre de 2004 declara de interés nacional la lucha contra el racismo, la xenofobia y toda otra forma de discriminación, norma que se complementa con disposiciones constitucionales y tratados internacionales firmados y ratificados por nuestro país que marcan su compromiso y obligación en combatir hechos como el acaecido en la marcha del pasado 8 de marzo en Montevideo. ¿Será que algún fiscal tenga el coraje suficiente para iniciar una investigación de este suceso? ¿O todos ellos están maniatados por lo políticamente correcto? Ya hemos visto casos donde claramente la Justicia se extralimitó por defender una causa “feminista” que a la postre se demostró que era engañosa. No sería de extrañar que un organismo público que está en el ojo de la tormenta por sus polémicas actuaciones decida, una vez más, mirar hacia el costado y hacer como si no pasara nada. En nuestro departamento ya sabemos de esa clase de odio porque un sanducero antisemita convertido al Islam, mató a David Fremd a puñaladas en plena avenida España por el sólo hecho de ser judío. El autor de ese crimen, de nombre Carlos Peralta (pero que desde que se convirtió al Islam se hacía llamar Abdullah Omar) fue declarado inimputable en un incomprensible fallo que constituye un peligroso antecedente.
Por lo pronto, hay más razones –y gravísimas, por cierto– para actuar de oficio, porque en este caso se utilizaron niñas para incitar al odio, con una performance que ya de por sí es suficiente argumento para que el INAU tome medidas ejemplares. Si no lo hace, quedará muy en falso, cuando hasta para desfilar en un carnaval en Tambores con menores hay que andar haciendo mil trámites y que terminan haciendo inviable hasta la fiesta más popular y familiar del país. Basta recordar el celo del la Institución que supuestamente vela por el bienestar del los niños, cuando llegó al extremo de citar a este diario por publicar una solicitud de localización de una menor, que paradójicamente había sido emitida por el propio INAU.
Los uruguayos, y por supuesto los sanduceros, debemos estar alertas para que los movimientos feministas –que no son tales– que llevaron a cabo estas repudiables acciones el pasado 8 de marzo o quienes las apoyan no nos pasen “gato por liebre” y utilicen una causa noble como el feminismo para dar rienda suelta a su antisemitismo. Hay un dicho popular que dice que “el Diablo nunca duerme” a lo cual deberíamos agregar: “y los antisemitas tampoco”.