Ni muy muy, ni tan tan

Esta semana que concluye vieron la luz dos informes de Naciones Unidas que muestran, desde determinado ángulo, el rumbo que ha tomado el mundo tras la pandemia, y cómo aquella esperanza que se había tejido ante una situación adversa que tuvimos que enfrentar todos como humanidad, aquello de que “de esta saldremos mejores”, no se viene cumpliendo. Tal vez no haga falta meterse en estos informes para constatar esto, basta ver la conflictividad que se desató en varios lugares casi simultáneamente, pero a la vez es interesante ver qué hay detrás de títulos tan aparentemente auspiciosos como “La mortalidad infantil alcanzó un mínimo mundial histórico en 2022, según un informe de las Naciones Unidas”, un título que tiene su matiz en que “a pesar de los avances, se calcula que 4,9 millones de niños y niñas murieron antes de cumplir cinco años en algún lugar del mundo, es decir, una muerte cada 6 segundos”, como señala el mismo informe, presentado por el Grupo Interinstitucional de las Naciones Unidas para la Estimación de la Mortalidad Infantil.

Por supuesto que el informe destaca el gran esfuerzo que supuso alcanzar esta cifras, detrás de las cuales “están las historias de las parteras y el personal cualificado de la salud que ayudan a las madres a dar a luz a sus recién nacidos en condiciones seguras; de los trabajadores sanitarios que vacunan y protegen a los niños y niñas contra enfermedades mortales; y de los trabajadores de salud comunitarios que acuden a los hogares para ayudar a las familias y procurar a sus niños y niñas los cuidados oportunos en materia de salud y nutrición”, como afirmó la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russell. La tasa mundial de mortalidad de menores de 5 años ha descendido un 51% desde 2000. “Varios países de ingresos bajos y medianos bajos han superado incluso este descenso, lo que demuestra que es posible progresar cuando se asignan recursos suficientes a la atención primaria de salud, incluida la salud y el bienestar infantiles”, y cita ejemplos de estados que han logrado reducir la mortalidad de menores de 5 años en más de un 75% en este lapso del siglo XXI que hemos transitado. La contracara son esas muertes que persisten, muchas de ellas evitables —por complicaciones que se producen durante el parto, la neumonía, la diarrea y el paludismo—, que se concentraron en África Subsahariana y Asia Meridional, donde además se observa un subregistro, fruto de las falencias en la colecta de datos. “Muchas vidas podrían haberse salvado con un mejor acceso a una atención primaria de salud de alta calidad que incluyera intervenciones esenciales y de bajo costo, como vacunaciones, disponibilidad de personal sanitario cualificado en el momento del nacimiento, apoyo temprano y continuado a la lactancia materna, y diagnóstico y tratamiento de enfermedades infantiles”, expresa el informe. Entre las conclusiones destaca que “Los niños y niñas nacidos en los hogares más pobres tienen el doble de probabilidades de morir antes de cumplir los cinco años que los nacidos en los hogares más ricos, mientras que los niños y niñas que viven en entornos frágiles o afectados por conflictos tienen casi el triple de probabilidades de morir antes de cumplir los cinco años que los que viven en otros lugares”. Agrega también la estimación de que unos 35 millones de niños y niñas morirán antes de cumplir los cinco años de aquí a 2030.

El otro informe, que tiene mucho que ver con esto, indica que “Los países ricos alcanzan un desarrollo humano récord, pero la mitad de los más pobres han retrocedido”, y fue publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Se trata del Informe sobre Desarrollo Humano 2023/2024, que se titula “Romper el bloqueo: reimaginar la cooperación en un mundo polarizado”. Sintetiza en una frase el comunicado del organismo que “el repunte del Índice de Desarrollo Humano (IDH) mundial —que se elabora a partir del Ingreso Nacional Bruto per cápita, la educación y la esperanza de vida de un país— ha sido parcial, incompleto y desigual”.

Y no es un dato a despreciar el hecho de que el IDH vaya a alcanzar máximos históricos en 2023, luego de haber presentado tras descensos pronunciados en 2020 y 2021. El tema es que este progreso “es profundamente desigual”. La explicación es que “los países ricos están experimentando niveles récord de desarrollo humano, mientras que la mitad de los países más pobres del mundo permanecen por debajo de su nivel de progreso anterior a la crisis”. Muy en línea con lo expresado en el informe anterior, el que aludía a la mortalidad infantil. Datos globales favorables, pero que al profundizar revelan que una parte del mundo está bien mientras el resto está muy mal.

“Las desigualdades mundiales se ven agravadas por una importante concentración económica. Como se indica en el informe, casi el 40% del comercio mundial de bienes se concentra en tres o menos países; y en 2021 la capitalización bursátil de cada una de las tres mayores empresas tecnológicas del mundo superó el Producto Bruto Interno (PBI) de más del 90% de los países ese año”. Sí, cada una de estas empresas, por separado, son más ricas que la gran mayoría de los estados, con todo lo que ello implica a todos efectos.

Este informe, que de momento está disponible solo en idioma inglés, agrega que “el avance de la acción colectiva internacional” se ha encontrado con el obstáculo de lo que define como una “emergente paradoja de la democracia”, explicada en que “mientras que nueve de cada diez personas en todo el mundo respaldan la democracia, más de la mitad de los encuestados a nivel mundial expresan su apoyo a líderes que pueden socavarla saltándose las normas fundamentales del proceso democrático”. Y hay otros datos que sería interesante analizar detenidamente y por separado, como un incipiente proceso de “desglobalización”, que en la interpretación de los datos se considera que “no es factible ni realista en el mundo actual”, dado que la interdependencia económica sigue siendo elevada. Sin embargo, la creciente polarización y división que lo caracteriza, es una amenaza grave, en cuanto estos enfoques proteccionistas “no pueden abordar los retos complejos e interconectados a los que nos enfrentamos, como la prevención de pandemias, el cambio climático y la regulación digital”, enfatizó el administrador del PNUD, Achim Steiner.