A la espera de la mirada multidimensional de la pobreza

En Uruguay, la pobreza se mide de la misma forma desde el año 2006. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) realiza una revisión para presentar los índices de pobreza multidimensional en las próximas mediciones porque, al menos por ahora, la presentación de los datos tiene una sola dimensión y se refiere específicamente al ingreso de las personas en un hogar. Y esa mirada no refleja la realidad de la pobreza.
El INE señaló que la pobreza en el país se ubicó en torno al 10,1% el año pasado y se mantuvo estable en comparación al 2022. Sin embargo, desde hace décadas que la pobreza infantil no cede. Los últimos datos ubican este aspecto por encima del 20%.
El informe no muestra variaciones significativas y aclara que los cambios se encuentran dentro de los márgenes de error. En la lectura de los números, la estadística señala que la indigencia bajó una décima en 2023 y la pobreza subió dos décimas al comparar el dato anual. Si se lo compara por el último semestre, la tasa de pobreza subió 7 décimas. En comparación a 2022, de cada 1.000 personas, dos son indigentes y 101 son pobres. O en el contexto de la población a nivel nacional, hay 350.000 pobres y 7.000 indigentes. Por lo tanto, las comparaciones requieren cautela.
Hasta el momento, la división de la población entre pobres y no pobres tiene una dimensión económica. Lo que divide a ambos es el acceso a una canasta alimentaria, entre otros servicios. Y entre pobres e indigentes, es otra canasta que apenas mide la alimentación de subsistencia. Por esa razón, hay que tener en cuenta a los factores que se estudian al momento de dividir la pobreza de la indigencia.
La cifra en pesos, considera el valor de una canasta alimenticia para un hogar compuesto por tres personas, deben sumarse los productos no alimenticios. En Montevideo, por ejemplo, se necesitan $47.809 para cubrir esas necesidades. Por debajo de esos ingresos, se es pobre. Y todos sus miembros son pobres.
En la medición, la pobreza en los semestres del año pasado y el anterior estuvieron por debajo de los niveles de la pandemia registrados entre 2020 y 2021, pero esos guarismos fueron más altos que en 2019.
Si el análisis se extendiera a las últimas dos décadas y se analizaran los promedios a partir de la última crisis económica de 2002, se observa que la pobreza se ubicó en 29% en el primer gobierno del Frente Amplio, descendió en el segundo a 13,2% y estuvo por debajo del 9% en el tercero. En el actual gobierno, los primeros dos años de pandemia modificaron al alza ese promedio y se ubicó en torno al 10,6%. La pobreza está estancada, además, en la infancia. Particularmente entre los menores de 6 años, en las minorías afrodescendientes, en los barrios perimetrales de Montevideo y en la frontera norte del país.
En los menores de 6 años es el 20%, entre los menores de 17 años se ubica en torno al 18%, entre 18 y 64 años es del 9,7% y entre los mayores de 65 años es el 2,2%. La baja calificación para los empleos, el menor acceso a los servicios básicos y a la salud, las viviendas precarias, problemas para la alimentación, el abandono temprano de la educación y la informalidad laboral son aspectos que propenden a la pobreza. Y es mayor, en hogares con más niños porque es una población que no genera ingresos. Es decir, el desafío sigue planteado en la inserción laboral de los adultos que conviven con ellos.
Sin embargo, hay que tener presente que las personas mayores de 65 años son un tercio de la población en Uruguay y los menores de 6 años representan la cuarta parte. Por eso, estos porcentajes mostrados en la medición, tienen una incidencia diferente en el total.
Aprender a leer la estadística nos lleva a ver que ese 20% de menores de 6 años pobres, no es el porcentaje del total de la población sino de ese universo en particular, y así sucesivamente.
Igualmente, la concentración de la pobreza se encuentra en los departamentos fronterizos con Brasil. Es el caso de Artigas, Salto, Rivera, Cerro Largo y Treinta y Tres, además de Montevideo con un 8 por ciento o más de pobreza y altos niveles de informalidad. En segundo lugar, le siguen los departamentos de Paysandú, Río Negro, Tacuarembó y Rocha, entre 6 y 7,9%.
Es posible observar, además, que hay un núcleo duro de pobreza en general –en torno al 10%– en la última década. No obstante, la ecuación que se sigue en la economía uruguaya no admite cambios sustanciales, a pesar del descenso en la inflación a registros históricos y de otros números vinculados a la macroeconomía que son positivos para mejorar las notas que le ponen al país las calificadoras de riesgo.
Por otro lado, aunque las transferencias directas hayan aumentado un 51% en el actual gobierno, para la estadística tampoco tienen un impacto directo sobre los niveles de pobreza en la infancia.
En esa revisión que lleva adelante el INE se podrán incluir los subsidios, como por ejemplo las recargas de garrafas de supergás que otorga el Ministerio de Desarrollo Social y Ancap u otros subsidios de UTE.
En cuanto al empleo y su visión desde el punto de vista de los ingresos para un hogar, hay una proporción más amplia de trabajadores informales o zafrales y con remuneraciones muy bajas. Para bajar la pobreza en forma sostenida, hay que pensar en políticas más amplias que los subsidios porque, en definitiva, estos últimos conforman una parte pequeña de las economías familiares.
Una casa que no tiene saneamiento, con integrantes que no alcanzan niveles educativos para la sostenibilidad de un empleo requieren de una mirada diferente porque ambos son indicadores permanentes.
En tiempos de campaña electoral, es necesario conocer los recursos para cambiar estas realidades, pero también de dónde provendrán esos recursos.
Incluso, se hace necesario elaborar nuevos indicadores multidimensionales con el fin de obtener otras miradas de la pobreza y que no se base solo en los ingresos monetarios.
Entre la larga lista de propuestas enmarcadas en tiempos electorales, cada vez que se plantea achicar gastos en el Estado, la discusión se torna larga, polémica y de difícil solución. De lo contrario, habría que registrar un crecimiento económico mucho mayor, con el fin de volcar una balanza que sigue estancada.