Intensos fenómenos vinculados al cambio climático y la deforestación están poniendo a América Latina bajo presión. Los pronósticos son preocupantes y en general coinciden en la casi segura posibilidad de deterioro de las condiciones actuales, con afectaciones para los ecosistemas naturales y los seres humanos. Factores como el cambio climático y la disminución de lluvias están siendo desencadenantes de graves incendios cada vez más frecuentemente probables. Se trata de condiciones sobre las cuales el accionar humano también está involucrado de forma accidental en algunos casos, aunque en otros la cuestión se ve agravada por actividades humanas como la expansión agrícola, la deforestación ilegal y el manejo inadecuado de residuos, sin desconocer que a veces también estas grandes quemas tienen un origen intencional y/o delictivo.
Por ejemplo, los grandes incendios que están ocurriendo en la Patagonia argentina desde fines de diciembre pasado combinan la intencionalidad con condiciones ambientales favorables para la expansión del fuego. Solo en la zona de El Bolsón se han perdido más de 2.800 hectáreas en un mes, en el marco de una catástrofe que ha segado vidas y también provocó la destrucción de más de un centenar de viviendas. No obstante, si se suman todos los focos de incendio del sur argentino, el fuego ya va consumiendo más de 22.000 hectáreas desde fines del 2024 muchos de ellos iniciados por mapuches. Algunos de estos focos, en las proximidades del lago Nahuel Huapi siguen sin control y podrían apagarse completamente recién en abril con las lluvias otoñales, según han publicado medios argentinos.
Los incendios que se extienden con escaso o nulo control se han vuelto un fenómeno que se repite durante los veranos patagónicos, agudizados por la abundante biomasa y las condiciones imperantes vinculadas al cambio climático, como el incremento de la temperatura, la baja humedad, los fuertes vientos y las lluvias escasas a lo largo del año. En este contexto cualquier chispa provocada por un rayo durante las tormentas cada vez más frecuentes, los cables de alta tensión o el descuido humano suelen provocar la quema de miles de hectáreas.
Algunos investigadores que vienen estudiando estos fenómenos desde hace tiempo advierten sobre su intensificación futura. En este sentido, se espera que dentro de apenas 25 años haya un incremento de dos a tres veces en las probabilidades de nuevos incendios en la región patagónica y, hacia fines de siglo, serán de seis a ocho veces más frecuentes.
“Hace muchos años que analizamos el fuego en la región. Y podemos decir que el aumento en la cantidad de incendios es un proceso, no un fenómeno aislado. Su frecuencia, tamaño y virulencia vienen creciendo con el paso de los años (…) Con varios colegas desarrollamos un algoritmo que analiza los incendios de los últimos años y que nos ayuda a prever qué puede pasar en los próximos lustros, con las nuevas condiciones climáticas, antrópicas y biofísicas que influyen en la propagación del fuego”, informó en este sentido el biólogo e investigador del Conicet (Argentina) Thomas Kitzberger, al ser entrevistado recientemente por Perfil. “Si antes ocurría un gran incendio cada 10 años, en el futuro veremos 3 incendios por década. Y dentro de 70 años serán 6 u 8 incendios enormes por década”, agregó.
Sin embargo, no se trata solo de Argentina sino que otros países del Cono Sur, como Chile y Brasil también están siendo afectados por graves incendios.
Desde 2020 a la actualidad, las llamas han quemando grandes extensiones de la selva amazónica pero también gran parte de Pantanal, un santuario de biodiversidad y el humedal más grande del mundo, ubicado entre Brasil, Bolivia y Paraguay, que es el hogar de la nutria gigante, de los tapires y el área con mayor densidad de jaguares del mundo.
Comprendiendo un rango más amplio a nivel latinoamericano, el Servicio de Monitoreo Atmosférico Corpernicus, que trabaja con el cometido de observar la Tierra en el marco del programa espacial de la Unión Europea, llamó la atención en diciembre pasado sobre incendios forestales especialmente activos en el continente americano, en el norte de Ecuador, Venezuela, Brasil y Bolivia (que en 2024 vivió los peores incendios de su historia, con casi 10 millones de hectáreas devastadas, según fuentes gubernamentales).
Según este servicio de monitoreo, América del Norte y del Sur fueron las regiones que más destacaron en términos de emisiones globales por incendios en 2024. La escala de algunos de estos incendios fue de nivel histórico, especialmente en Bolivia, el Pantanal y partes de la Amazonia, lo que ha tenido impacto continental en la calidad del aire. En Brasil, la Amazonia y Pantanal, dos de los ecosistemas más importantes del planeta, liberaron 18,8 megatoneladas de carbono, las mayores registradas por Copernicus.
No hace falta ser muy despabildado para darse cuenta que cada gran incendio es una gran tragedia ambiental debido la pérdida de biodiversidad, que conlleva una emisión masiva de gases de efecto invernadero a la atmósfera, además del peligro que representa poner en riesgo a las comunidades rurales que vienen en las zonas afectadas, que suelen sufrir grandes pérdidas materiales muy difíciles de recuperar y, en ocasiones también, de vidas humanas.
Sin embargo, no estamos preparados. La Organización de las Naciones Unidas ha señalado que el mundo está lejos de estar en condiciones de enfrentar las calamidades climáticas, exacerbadas por el calentamiento global que está aumentado su frecuencia e intensidad. En este sentido, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres señaló recientemente que “no estamos a la altura” para enfrentar estas nuevas realidades y que las medidas de adaptación para los países pobres no son suficientes. En este sentido, es necesario señalar que existe un enorme déficit para financiar la adaptación y lo que se ha invertido no alcanza para cubrir la décima parte de las necesidades, estimadas entre 215.000 y 387.000 millones de dólares para 2030.
Seguramente, desde nuestro pequeño lugar en el mundo hemos sido espectadores, por televisión o a través de Internet y redes sociales, de los masivos incendios en Canadá (que en 2024 vivió el segundo peor año de incendios forestales de las últimas dos décadas) o California, pero debemos ser conscientes que quizá con mucho menos prensa también en el nuestro Cono Sur latinoamericano, el continente está que arde y poco se está haciendo para evitarlo. Es necesario atender estas cuestiones, avanzar en la cooperación internacional y contar con un rol más activo de los gobiernos que, ante la presión pública, lo que suelen hacer (cuando pueden) es priorizar apagar el incendio sin implementar políticas territoriales que vayan a las causas profundas del problema. → Leer más