
La agenda que tuvo el presidente Yamandú Orsi en su reciente visita a Europa incluyó la consideración del acuerdo con la Unión Europea, una iniciativa que está en negociación desde hace más de 25 años y cuya concreción, que en varios momentos ha sido considerada como inminente, se parece más bien a la leyenda del tejido de Penélope, que tejía de día y destejía de noche, para hacer tiempo, por cuanto una y otra vez han aparecido los obstáculos desde el lado europeo para frustrarlo a último momento.
En este caso el canciller Mario Lubetkin fue el encargado de llevar adelante conversaciones con varios actores del bloque europeo, incluyendo al comisario de Comercio y Seguridad Económica, Maros Sefovi, con el vicepresidente ejecutivo de la Unión Europea, Raffaele Fito, y con miembros del Parlamento Europeo, “para evaluar el proceso del acuerdo” . En su paso por Alemania, Lubetkin se entrevistó con el canciller alemán Johann Wadepful , agenda en la que se incorporó el tema del acuerdo entre los bloques.
De acuerdo a lo comentado por la delegación uruguaya, se recogió un clima favorable para seguir en la fase de culminación de este dilatado proceso, aunque igualmente no existe unanimidad entre los países del viejo continente, y subsisten algunas dificultades burocráticas y políticas.
También fue palpable que hay voluntad política en el bloque europeo, pero los problemas surgen sobre todo en la interna de varios países, como es el caso de Polonia y Francia, por la presión de grupos de interés vinculados a la problemática de los productores del agro, que se resisten al ingreso de productos de los países del Mercosur, que compiten directamente con sus producciones, y que provienen de regiones donde hay grandes ventajas comparativas para estos rubros de producción.
Esta resistencia de los agricultores ha sido el gran obstáculo durante estas más de dos décadas de negociaciones, a lo que se ha agregado la escasa disposición de los grandes socios del Mercosur, Brasil y Argentina, para suscribir acuerdos extrarregión porque por su lado el proteccionismo comprende producciones industriales y productos semiterminados, a los que se les aplica un elevado arancel externo común, que ha costado mucho reducir y mucho más eventualmente desmantelar.
Es decir, que hay intereses sectoriales de ambos lados, pero con mayor énfasis en naciones europeas, donde los lobbies son muy poderosos y mucho más cuando se acercan compromisos electorales, donde están en juego el mantenimiento de subsidios y otras medidas proteccionistas pararancelarias para contener las importaciones desde este lado del mundo.
Y la resistencia recrudece cuando se anuncian avances en la negociación entre bloques: el sindicato agrícola más grande de Francia, la Confederación Campesina, se movilizó la semana anterior con tractores en la Explanada de los Inválidos de París, para exigir al presidente Emanuel Macron que defienda a los agricultores ante un acuerdo con el Mercosur que consideran “mortal” para este sector de actividad.
Precisamente hay compromisos previos y enunciados de por medio del gobierno galo, y los manifestantes exigieron al presidente que cumpla su compromiso de proteger a los agricultores franceses contra todo tipo de acuerdos comerciales entre el bloque comunitario y terceros países o bloques.
Los agricultores no son los únicos que se oponen a estos acuerdos en Europa, porque siempre hay intereses de diversa índole afectados, y estas presiones son las que han imposibilitado hasta ahora que se haya llegado a la concreción del acuerdo.
A su vez, en el Parlamento Europeo hay voces a favor y en contra del acuerdo, y el paso imprescindible es la aprobación de todos los parlamentos involucrados, y este proceso puede dilatarse todavía varios años, de acuerdo a los observadores más pesimistas, en tanto otros analistas consideran que la salida puede ser mucho más próxima.
Vienen a cuento de este tema precisiones formuladas a Búsqueda por el embajador de la Unión Europea en nuestro país, Petros Mavromichalis, quien al ser preguntado sobre la posibilidad de que pueda entrar en vigencia por lo menos la parte comercial del acuerdo, que no requiere ratificación de los parlamentos de cada país europeo, dijo que la Comisión, a principios de setiembre, ha iniciado “el proceso de consulta que debe llevar a la aprobación por el Consejo de Ministros, por nuestros estados miembros. Luego el parlamento va a votar, y si los resultados son exitosos, que confío que será así, la parte comercial podrá entrar en vigor a títulos provisionales, pero el año que viene”, en tanto precisó que “ya sé que hace tantos años que estamos negociando, pero ahora las discusiones están terminadas, y estamos en el proceso de aprobación. Tenemos como objetivo común firmar en diciembre en Brasil”.
Pero claro, hay aspectos, todavía controversiales, como la cláusula de salvaguarda que incorpora la UE, que está orientada a contemplar a los agricultores europeos en caso de situaciones perjudiciales en la relación comercial, y según el jerarca de la UE se trata de “una medida interna que acompaña el acuerdo y que tiene como objetivo reasegurar a algunos sectores que tienen miedo de que van a perder como consecuencia de la entrada en vigor del acuerdo. Entonces es sol una señal política, más que política, incluso jurídica, de que la Comisión va a vigilar, va a acompañar para asegurarse de que ellos no va ser perdedores de este acuerdo”.
Incluso señaló que si bien un acuerdo de libre comercio es “ganar-ganar”, la vez “dentro de ese win- win hay quien gana más y quien gana menos, e incluso quien pierde”, por lo que “este documento es para acompañar a nuestros agricultores, para que no se sientan como el chivo expiatorio, de una cierta manera”.
En realidad, más allá de la burocracia y las diferentes realidades entre países de la UE, con mayor o menor incidencia de los sectores potencialmente perjudicados por el acuerdo, como los agricultores, debe tenerse presente que históricamente los países europeos han subsidiado a sus productores para evitar los perjuicios del ingreso de producciones como las de los países del Mercosur, que pueden producir a precios más competitivos por ventajas naturales.
Por lo tanto, sin lugar a dudas, una vez que se concrete el acuerdo entre los dos bloques, de algún lado van a tener que salir los recursos para compensar a los agricultores europeos. Y este es el eje que ha estado en discusión durante 25 años, para ver quien lo financia y como, y es lo que sigue aún hoy en el tapete, se le llame como se le llame en la negociación, que sigue con pronóstico reservado ante la magnitud de los intereses en juego.
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