Las tradicionales fiestas de Navidad, Fin de Año y las despedidas del año son momentos de encuentro, balance y esperanza. Familias y amigos se reúnen, comparten comidas, brindis y abrazos. Sin embargo, estas fechas también representan uno de los períodos de mayor riesgo de siniestros viales asociados al consumo de alcohol.
Cada año, durante las fiestas, los servicios de emergencia de todo el país reciben un aumento de consultas por accidentes de tránsito. Muchos de estos siniestros tienen un denominador común: el alcohol.
Uruguay registra anualmente más de 400 fallecimientos por siniestros viales y decenas de miles de personas lesionadas. Durante los fines de semana largos y feriados, como Navidad y Fin de año, estas cifras se incrementan, especialmente en horarios nocturnos y de madrugada.
Los controles realizados a conductores muestran que, mientras el promedio anual de espirometrías positivas ronda valores relativamente bajos, los fines de semana y feriados esos números se duplican o incluso se triplican. Esto no es casual. Las celebraciones implican consumo prolongado de alcohol, traslados nocturnos, cansancio acumulado y una falsa sensación de seguridad que lleva a subestimar el riesgo.
En los departamentos al norte del río Negro, existen además factores que aumentan la vulnerabilidad. Las distancias entre localidades suelen ser mayores y el uso del vehículo particular es más frecuente.
A esto se suma que muchas reuniones familiares se realizan en zonas rurales o alejadas de los centros urbanos, lo que implica circular por rutas nacionales durante la noche.
Desde el punto de vista de la salud, el alcohol afecta directamente el sistema nervioso central. Disminuye los reflejos, enlentece el tiempo de reacción, altera la percepción de velocidades y distancias y genera un exceso de confianza peligroso. Incluso pequeñas cantidades de alcohol aumentan significativamente el riesgo de cometer errores al volante. Por eso, no existe una cantidad segura de alcohol para conducir. Alcohol y conducción no son compatibles.
Durante Navidad y Fin de Año se combinan varios factores de riesgo: consumo social normalizado, conducción nocturna, fatiga, mayor flujo vehicular y presión social por “volver a casa”. Muchos siniestros ocurren a pocos kilómetros del destino, cuando la persona siente que “ya llegó” y baja la guardia. Como personal de salud, vemos a menudo que estas decisiones terminan en lesiones graves o muertes que podrían haberse evitado.
El mensaje es claro y sencillo: “Si vas a manejar, no tomes alcohol. Planifica el regreso antes de salir: designa un conductor responsable, utiliza taxi, remis o quédate a dormir. Si alguien bebió, no lo dejes manejar, aunque insista. Cuidar también es intervenir a tiempo”.
Las fiestas deberían ser sinónimo de celebración y comienzo, no de tragedia. La mayoría de los siniestros viales asociados al alcohol en estas fechas son evitables.
Celebrar es parte de nuestra cultura; cuidarnos también debería serlo. Porque ningún brindis vale una vida y ningún Año Nuevo debería empezar en una sala de emergencia.

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