La campaña más extraña

Estados Unidos se encamina hacia una nueva elección presidencial, que tendrá lugar el martes 3 de noviembre en todo su territorio. La campaña hasta el momento ha sido la más diferente y extraña que haya tenido este país en su historia: una brecha social que parece ahondarse, disturbios por racismo, sin actos públicos, convenciones virtuales, al tiempo que se prevé una enorme votación por correo. Por supuesto, se pronostican demoras para conocer el ganador.
El inefable presidente Donald Trump, quien asegura que ese tipo de sufragio causará un fraude masivo, irá por la reelección en un contexto muy distinto al de hace cuatro años, si bien la economía presenta un buen estado de salud: la pandemia del coronavirus le interpuso una dura prueba al gobierno de Trump, que al principio no quería aceptar la realidad de esa enfermedad. Del otro lado, aparece Joe Biden como el demócrata más capaz de pelearle el puesto al actual mandatario.
Es que la dura batalla electoral por la presidencia de Estados Unidos comenzó oficialmente en la noche del jueves cuando la Convención Nacional Republicana proclamó como su candidato a la reelección a Trump, si bien éste y Biden ya eran protagonistas de un fuerte enfrentamiento desde que se desarrolló la Convención demócrata.
Si bien Trump se puede anotar algunos logros –como la reactivación económica que bajó el desempleo al 8,4%–, cabe afirmar que sus posturas políticas –de las que nunca duda en marcarlas con firmeza— ha llevado a una profunda división en la sociedad, una brecha que esta campaña no ha hecho otra cosa que agrandar. El presidente incluso denuncia que los grupos izquierdistas dentro del Partido Demócrata pretenden arruinar a Estados Unidos y convertirlo en un estado socialista, al estilo de Venezuela y Cuba. Una acusación grave y permeable en un país donde sus ciudadanos han escuchado con profundidad los males del socialismo y comunismo.
En este último tiempo, Estados Unidos vive momentos duros por la agresividad policial contra ciudadanos negros que ha derivado en actos criminales como el asesinato de George Floyd, en mayo, y en el ataque a balazos en la espalda, la semana pasada, de Jacob Blake. La represión policial hizo surgir el movimiento Black Lives Matter (La vida de negros importa) con manifestaciones en todo el país de las que participaron ciudadanos de diferentes razas y posiciones políticas. Varias manifestaciones derivaron en hechos de violencia con saqueos a comercios.
Trump, que ha mostrado una alarmante falta de sensibilidad ante estos hechos, envió fuerzas federales a sofocar las derivaciones violentas y dijo que no permitirá que se convierta a las ciudades en ámbitos sin ley ni orden. El gobierno sostiene que no hay racismo sistémico en las distintas Jefaturas de Policía, sino excesos aislados cometidos por funcionarios. Incluso, cuando los jugadores de la NBA decidieron parar unos días en solidaridad con Blake, Trump les dije que dejaran de hacer política y que volvieran a trabajar.
Biden, como otros ciudadanos y organizaciones, denunciaron actos represivos contra el público que se manifestaba pacíficamente contra los excesos policiales. Esto ha sucedido en varias ciudades y es también muy grave. A su vez, los demócratas también han rechazado los ataques de Trump a los medios de comunicación y los calificativos de enemigos que lanza contra la mayoría de los periodistas.
Lo extraño de esta campaña electoral estadounidense pasa a su vez porque el presidente, que busca la reelección, tiene esas actitudes más propia de tirano que de un jefe de Estado democrático. Trump siempre da la sensación de querer ahondar la brecha entre los ciudadanos de su país, haciendo caso omiso a ciertos reclamos y a burlarse de los que no piensan como él. Sus actitudes no han ayudado en nada en aplacar el enojo de buena porción de la población.
Estos días surgió la información, según publicó el jueves la revista The Atlantic, que Trump llamó en 2018 “perdedores” y “fracasados” a los estadounidenses que murieron en la Primera Guerra Mundial, y aseguró que no entiende qué ganan los ciudadanos de su país al ir a combatir al extranjero.
Según The Atlantic, cuya información confirmó la agencia AP con una fuente del Pentágono, los supuestos insultos de Trump se produjeron durante su visita a París en noviembre de 2018 para participar en el centenario del armisticio de esa contienda bélica, donde murieron más de 116.000 militares estadounidenses. Trump, por supuesto, negó esa información en un tuit: “Yo nunca he llamado a nuestros soldados caídos nada que no sea héroes”.
Así es todo en esta campaña electoral en Estados Unidos. Puede parecer divertida –así, vista desde lejos–, pero lleva un talante que si ocurriera en Uruguay estarían mucho más que preocupados. Y preocupa lo que ocurre allá en el norte, porque es un país que siempre ha pregonado la libertad y democracia como pocos en el resto del planeta. Queda menos de dos meses para los comicios presidenciales: la cancha estará muy embarrada, se verá quién sale más limpio.