Enero inicia su última semana, aunque tendrá como yapa dos días más; felizmente uno de ellos domingo, para seguir disfrutando. Vaya primer mes del año, con tres olas de calor. También con el crecimiento del coronavirus que ahora ha cambiado de nombre, que aunque parece propio de un robot –ómicron– es en realidad una letra del alfabeto griego. Un esfuerzo de la Organización Mundial de Salud para no identificar las variantes con el lugar donde primero aparecen, para no estigmatizar a quienes allí residen.
La playa sanducera fue muy concurrida, incluso en días de semana. Había que escapar de la ciudad hormigonada y con sus construcciones de ladrillo, que concentran el calor. Quienes podían de tarde, disfrutaban de baños en el Uruguay, cuyas aguas en estos días están tan templadas como si fuesen termales (29ºC, según mediciones de CARU); quienes no, aprovechaban la tardecita para disfrutar de mate y buena charla. O la noche con algo a la parrilla.
Por supuesto, no ha sido el único lugar ni las únicas actividades. Las islas del paterno también mantuvieron su atracción.
Y aquellos que no pudieron por trabajo, o lo que fuera, abandonar las famosas “cuatro paredes”, se tuvieron que conformar con estar tan cerca como fuera posible de un equipo de aire acondicionado. O el mejor ventilador al alcance.
“Verano: el cabello se aclara. La piel se vuelve más oscura. El agua se calienta. Las noches se hacen más cortas. La vida se pone mejor”. Cuanta claridad en una sola frase. No se sabe quien la dijo o escribió. Es de autor anónimo. Suele suceder, muchas de las mejores reflexiones sobreviven a sus autores y los entierran en el olvido. En realidad, importa más lo que se dice que quien lo dice. Del mismo modo, lo que realmente importa del verano, es que con él la vida se pone mejor.