El turismo cinegético, una industria que mueve millones en Uruguay

El turismo cinegético o de caza deportiva crece en Uruguay con la llegada de cazadores extranjeros a lodges de lujo, comparables a hoteles cinco estrellas. El decreto 164/1996 regula la caza en distintas modalidades y establece la caza deportiva como herramienta para “controlar y gestionar poblaciones de especies y proteger la biodiversidad”. Sin embargo, se requieren estudios periódicos para determinar qué especies pueden cazarse sin riesgo, lo que reclaman organizaciones ambientalistas, sobre todo en el caso de los patos.

Gabriel Bonomi, de Ceydas Entre Ríos, señaló a EL TELEGRAFO que “estos cotos de caza son responsables, con aprobación estatal, de la pérdida de biodiversidad y la contaminación por plomo”.

Desde el sector, Adrián Stagi, exdirector de Ambiente en Río Negro y hoy contratado por empresas de caza, explicó que estas compañías financian los relevamientos poblacionales de patos en varios departamentos. “Son un grupo de empresas que se reúnen para financiar los estudios y ver la situación poblacional”, dijo, destacando que a ellas les interesa que las poblaciones no disminuyan, ya que sin patos la actividad perdería sentido.

Stagi recordó el caso de Ducks Unlimited en Estados Unidos, fundada por cazadores en 1937, que descubrió que el problema no era la caza sino la pérdida de hábitat. Desde entonces financia indemnizaciones a productores por daños de aves migratorias, compra tierras para asegurar sitios de reproducción y coloca alimento en rutas migratorias. “Ese es el modelo: saber cuánto se puede cazar sin afectar la población”, explicó.

En Uruguay están permitidas las especies pato cara blanca, pato picazo y pato maicero, con un máximo de 15 ejemplares por temporada. El Ministerio de Ambiente, que carece de recursos para fiscalizar, recibe los datos de estos estudios. Mientras tanto, las empresas cinegéticas cobran miles de dólares por turista y generan impacto económico en permisos, transporte, empleos y servicios locales.

El debate sigue abierto entre quienes destacan los beneficios económicos y las medidas de conservación impulsadas por las empresas, y quienes advierten sobre los riesgos de pérdida de biodiversidad y la contaminación por plomo, que puede llegar a 1.500 disparos diarios en zonas cercanas a cursos de agua.

Al respecto, dijo que en Uruguay son cazadores tradicionalistas que no matan patos que están en el agua. A la pregunta sobre las fotos que se ven en las redes con enormidad de patos apilados que quedan tirados y que no los consumen después, Stagi negó que fuera así. “Ellos saben las reglas y las cumplen a rajatablas. Ellos se los comen. En los lodges se los cocina el personal. Los patos apilados se veían cuando las arroceras, aludiendo al daño causado por el aplastado de las bandas al aterrizar o el consumo de plantines de arroz, se los envenenaba masivamente hace años”, refutó.

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