Todas las fichas a UPM2

En un gobierno que sigue tratando de trasladar las posibles respuestas a los problemas del país al gobierno que asuma el 1º de marzo, sus integrantes y voceros continúan sin embargo atribuyendo este estado de situación a elementos ajenos a la gestión de gobierno y depositando la culpa o la responsabilidad a los protagonistas que reclaman medidas ante la inacción gubernamental.
Un caso patente es el de la ya antológica respuesta que dio hace un tiempo el presidente Tabaré Vázquez a los arroceros preocupados por la caída de la rentabilidad, los números en rojo y la consecuente disminución de las hectáreas sembradas: dijo que los productores tienen que mejorar su productividad y eficiencia en lugar de quejarse, obviando o simplemente ignorando que poco tiempo antes los especialistas en el sector habían destacado que el arrocero es un sector que ha evolucionado en su tecnología e inversiones que han permitido mejorar sustancialmente el rendimiento por hectárea.
Sin embargo el mandatario ignoraba este dato o simplemente no lo tuvo en cuenta con tal de llevar agua a su molino deslindando responsabilidades del gobierno.
El punto es que más allá de los precios internacionales, pese a las inversiones y la eficiencia los arroceros enfrentan costos internos que los agobian, como la inmensa mayoría de los sectores productivos del país, como gran parte de las empresas de la diversidad de sectores, pese a que Vázquez argumente que es normal que cierren empresas, porque otras abren. Solo omitió decir que este no es el caso actual del Uruguay, donde se suceden los cierres de empresas o envíos al Seguro por Desempleo mientras los que quedan sin trabajo simplemente “abren” por necesidad un microemprendimiento callejero para irla llevando hasta que aparezca con suerte alguna fuente de trabajo mejor.
Esta tesitura ya aparece como un común denominador en un gobierno que luce sin margen de maniobra, sin la posibilidad de medidas correctivas, porque aquel “espacio” fiscal del que hizo caudal en su momento el ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, solo era un producto de las circunstancias favorables de la coyuntura internacional, que cesó allá por 2014 y cuya inercia duró poco, hasta desembocar en el parate que se viene dando desde hace ya tiempo.
Más recientemente, el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca Enzo Benech, ante un sector lechero que afronta graves problemas de rentabilidad y competitividad, –al punto que solo este año abandonaron la actividad unos 200 tamberos– dijo que la respuesta a la crisis no pasa por subir el precio de la leche, sino por un ajuste en los costos y en ese marco estimó clave una mejor producción de pasto, el alimento básico del rodeo lechero nacional.
Es mentar la soga en la casa del ahorcado que el secretario de Estado del área dé lecciones para sobrevivir a los tamberos, a los que viven desde hace ya muchos años de este trabajo y ven que con el paso de los años tanto esfuerzo ha resultado en irse descapitalizando y cerrando sus emprendimientos, muchos de ellos familiares, por falta de rentabilidad, que no es otra cosa en este caso que la diferencia abrumadora entre los costos de producción y lo que se obtiene por el producto.
Benech subrayó que “por el lado del precio no vamos a poder (mejorar la situación de la lechería) porque poner plata para subsidiar es difícil”, al aludir al tema en el marco de una conferencia de prensa en la que se presentó un análisis del precio de la carne en el mercado interno.
Evaluó en la oportunidad que “si no somos capaces de producir más barato, nos pasa lo que nos pasa: no vamos a poder pagar las cuentas, se van los productores más chicos y los más grandes crecen. En el sector lechero hay diferencias de productividad y los que se van son los más jodidos”, concluyó.
Las reflexiones del secretario de Estado son una visión muy particular de la realidad que vive la lechería y los sectores productivos, porque si bien los que cierran son los tamberos chicos en su mayoría, también ha mermado sustancialmente la rentabilidad de los mayores productores del sector y los industriales lácteos también se ven en problemas. El común denominador en todos los casos es el gran desfasaje entre los costos de producir en el Uruguay y lo que se obtiene por la colocación de los productos tanto en el mercado interno como en el internacional.
Ergo, el problema de base no radica en las deficiencias de los emprendimientos productivos sino en el hecho de que el costo país, por la presión tributaria y los elevados costos de los combustibles, la electricidad, la burocracia, la mano de obra, los insumos, la logística, etcétera, están por encima de los países en los que competimos.
Mientras tanto, el ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, expresó que la proyección del crecimiento de la economía para este año es del 0,6 por ciento y para el 2020 lo ubicó en el 2,6%, debido a las inversiones en infraestructura y a la construcción de la nueva planta de UPM.
El secretario de Estado dijo a la prensa que su proyección es que el 2019 culminará con un crecimiento “muy modesto”, que estimó en de 0,6 puntos porcentuales, y auguró un crecimiento de 2,6% para el 2020.
“Creemos que el año que viene vamos a poder recoger efectos importantes, tanto de la inversión del sector público en infraestructura como del anuncio de la instalación de la planta de UPM”, argumentó Astori.
En tal sentido dijo que el equipo económico de gobierno está realizando todo lo posible por “recuperar los niveles de crecimiento y, a través de ello, un mejoramiento del resultado fiscal”.
De todos modos aclaró que “toda proyección contiene un riesgo, porque la realidad evoluciona y no se puede realizar una previsión perfecta de lo que va a ocurrir”.
El jerarca apuntó que el gobierno continuará “insistiendo en superar este momento de desaceleración con más inversión, lo cual requiere estímulos y una situación internacional favorable”.
“No queremos elevar la carga impositiva, porque no creemos que la población lo resista. Al mismo tiempo, queremos mantener los niveles que han permitido acceder a condiciones inclusivas de vida muy importantes durante los últimos años”, aseguró Astori.
Añadió que se puede esperar que “nuevos flujos de inversión retornen a la región y a nuestro país”, y señaló la importancia de poner en práctica estímulos para asegurar rentabilidad a la inversión.
Bueno, el punto es que más allá de que se trata de proyecciones muy optimistas, que han sido desmentidas por la realidad cada vez que se han formulado por este gobierno, –como es el caso concreto del déficit fiscal que está en el entorno del 5 por ciento pese a que se dijo que se iba a llevar a menos del 2 por ciento del PBI– el tiempo de las respuestas para este gobierno ya pasó, porque se ha puesto hace tiempo el piloto automático, se le nota agotado y sin ideas, con una apuesta a la mística y a la militancia, a las frases hechas, pero sin salidas para la encerrona. Mientras tanto, el gobierno sigue apostando a la instalación salvadora de la segunda planta de UPM, cuestionada por tirios y troyanos, así como al factor suerte que significaría un cambio en la tasa de interés de los bonos del tesoro de Estados Unidos, que una vez más podrían beneficiarnos.