Hacia 2019 haciendo la plancha

Coincidiendo con analistas económicos de nuestro país, consultoras internacionales consideran que el crecimiento de Uruguay en 2019 va a ser muy modesto, al punto de que se ubicaría como la segunda economía de menor crecimiento de América Latina el año próximo, solo detrás de Ecuador, lo que es una dudosa “distinción” para un país que incluso durante la década de bonanza, al amparo de los buenos precios de los commodities, estuvo entre los de mayor crecimiento en la región favorecida por la coyuntura internacional.
Claro, estamos ante escenarios que se manejan con muchas variables, por lo que son de recibo opiniones que cuestionan algunos fundamentos para estos vaticinios, pero es evidente que los analistas no se levantan un día y dicen “bueno, vamos a ver si adivinamos como le va a ir a Uruguay el año que viene” cual gurúes de palabra fácil y confiando en la credulidad de los receptores. En cambio los análisis tienen en cuenta el comportamiento de la economía interna y el escenario internacional, los indicadores socioeconómicos que pesan sobre la evolución de los parámetros y en caso de déficit fiscal persistente, como es nuestro caso, qué se está haciendo para corregirlo y los resultados posibles.
Y a Uruguay no le ha ido bien precisamente en los correctivos, pese a los anuncios, porque dejando atrás los más de 700 millones de dólares ingresados al BPS por la Ley de Cincuentones a través de los fondos transferidos desde las AFAP, el déficit fiscal seguirá en casi el 4 por ciento del Producto Bruto Interno; en economía doméstica eso equivale a que en un hogar se siguiera contrayendo deuda todos los meses porque los ingresos no dan para los gastos corrientes. Es claro que llegará un día en que la cosa no dé más y la realidad se impondrá, con todos sus retos traumáticos inevitables.
¿Y cómo ven los analistas internacionales el escenario regional? Bueno, para el Focus Economics Consensus Forecast LatinFocus, el 2019 “está preparado para ser un mejor año para la economía latinoamericana, después de un duro 2018 caracterizado por un caótico y ruidoso ciclo electoral, una marcada disminución en la preferencia por los activos de los mercados emergentes y un giro brusco hacia el proteccionismo global”.
Asimismo, considera que “el próximo año se espera que el crecimiento regional (excluyendo a Venezuela) mejore a 2,3 por ciento del 1,7 por ciento proyectado para este año, mientras que “el pronóstico de crecimiento para 2019 de la región se mantiene sin cambios este mes, después de dos revisiones a la baja consecutivas. Varias de las economías de la región no vieron cambios en sus perspectivas para 2019, incluidas las de Brasil y Colombia. Sin embargo, Argentina, Chile, México, Uruguay y Ecuador vieron sus pronósticos recortados este mes. Bolivia fue la única economía de la región en ver su proyección mejorada”.
En el caso específico de Uruguay, los bancos y consultoras recortaron por cuarto mes consecutivo su estimación del PBI para 2019, al punto que el Focus Economics apunta que “hay nubes oscuras en el horizonte. La economía enfrenta considerables riesgos a la baja el próximo año en medio de turbulencias continuas en la Argentina y en términos más generales, un temido retroceso en el comercio mundial”.
“Mientras tanto la demanda interna debería mantenerse optimista, aunque se espera que cualquier repunte en la inversión sea modesto”, pero sobre todo el resultado fiscal sigue como una “preocupación clave para la elección del próximo año y por su parte una baja en la calificación de riesgo (Fitch tiene la nota con perspectiva negativa) solo exacerbará los problemas fiscales del gobierno”, añade el informe.
Los bancos y consultoras prevén para Uruguay que la economía se expanda 1,9 por ciento, cuando hace un mes preveían que la economía lo haría en un orden del 2 por ciento, hace dos meses un 2,3 por ciento y tres meses atrás proyectaban un 2,6 por ciento.
El gobierno del Frente Amplio sin embargo, tiene otras expectativas, o por lo menos trata de transmitirlo así a los operadores económicos y la población. Lo que es explicable, porque la economía se compone de realidades pero también de expectativas, ya sea positivas como negativas. Y si hay una expectativa general pesimista, aunque los parámetros sean positivos, la actividad económica lo siente, porque se retrae la inversión, la incertidumbre campea y la retracción aún injustificada, lleva a la profecía autocumplida.
Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa: en el Uruguay el problema de la economía, del déficit fiscal que existe y no es inventado, proviene de que el propio gobierno no ha adoptado medidas que realmente permitan revertir este desfasaje que inevitablemente va a arrojar pesimismo a los operadores económicos y la población en general. Es que no se necesita ser un experto para asumir que si se gasta más de lo que se tiene, salvo que se haya logrado el milagro bíblico de la multiplicación de los panes y de los peces, se ingresa en una situación insostenible en tanto no se adopten correctivos cuanto antes.
El gobierno argumenta que parte del problema del déficit tiene que ver con menores ingresos al agro por efectos de la sequía sobre la soja de la cosecha anterior, aspecto este que parece cambiar este año ante una situación agrícola que ha mejorado y que es de esperar determine ingresos que se vayan transmitiendo desde las localidades directamente ligadas al agro hacia las ciudades y el país todo.
Pero no alcanza, pese a ser un país de base agropecuaria, porque el gasto estatal tiene componentes fijos que lo hacen realmente difícil de abatir sin voluntad política y si no se adoptan conductas en base a una disciplina que tenga una mirada más allá de la siguiente elección y los intereses político electorales en juego.
En realidad, estos correctivos debieron haberse aplicado por lo menos ya desde el inicio de la actual administración, para corregir el desmadre que fue consecuencia del nefasto gobierno de José Mujica, el cual no solo gastó todo el dinero extra proveniente de la mayor bonanza económica de la historia reciente, sino que aumentó sideralmente el endeudamiento. Pero cuanto más se deje pasar el tiempo esperando que los problemas se arreglen solos y contra las reglas de la economía, los entuertos se irán agravando. El mayor problema es que han llegado los tiempos electorales y el gobierno hace rato que entró en fase de hacer la plancha, salvo algún golpe de efecto temporal para retener votos. Consecuentemente, no puede esperarse nada positivo para el futuro inmediato en lo que respecta a las cuenta públicas.
El trago amargo de las medidas inevitables e impopulares al principio, el ajuste del que nadie quiere hablar, quedará para el siguiente gobierno, y así la rueda seguirá girando, solo para mantenerse en el mismo lugar.