Requisito para el desarrollo

Una superficie equivalente a un campo de fútbol se erosiona cada cinco segundos cada día y el planeta se encuentra en una situación que podría conducir a la degradación de más del 90% de todos sus suelos para 2050, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La erosión, provocada por la agricultura intensiva, la labranza, el monocultivo, el sobrepastoreo, la expansión urbana, la deforestación y las actividades industriales y mineras, contribuye a acelerar la pérdida del suelo, lo que puede provocar reducción del rendimiento de los cultivos de hasta el 50%, según explicó el organismo internacional.
Entre las consecuencias de este fenómeno se encuentran además de la pérdida de suelos, la reducción de su capacidad para retener agua, la disminución de la calidad y cantidad de los alimentos producidos y la pérdida de biodiversidad, es decir, una serie de problemas que pueden agravar situaciones tales como inundaciones, deslizamientos de tierra o favorecer la contaminación debido al arrastre de partículas.
Por otra parte, existe clara evidencia de que las tasas de erosión del suelo en terrenos agrícolas arados de forma convencional o en pastizales de pastoreo intensivo son notablemente mayores que la erosión bajo la vegetación nativa, lo que implica que estamos agotando un recurso no renovable.
La cubierta vegetal –incluyendo arbustos, árboles, pastos resistentes, cultivos de cobertura y rastrojos– puede reducir la erosión eólica en más del 80% y también mejorar la capacidad de absorción de agua, mitigando la compactación del suelo e impidiendo la creación de arroyos que impiden el trabajo agrícola.
El interés en el tema es importante en todo el mundo y, según la FAO, en los últimos tres años se han publicado más investigaciones sobre este asunto que en todo el siglo XX. Si bien el conocimiento de cómo se produce la erosión del suelo y cómo controlarla está firmemente consolidado, el organismo entiende que aún se necesita más investigación sobre cómo medir las tasas de pérdida de suelo y está vigente el debate sobre el presupuesto necesario para las medidas para reducirlas.
Se trata de un tema de relevancia por su alcance global y regional. En este sentido, conviene recordar que América Latina y el Caribe contribuyen con cerca del 11% del valor de la producción mundial de alimentos y cuentan con aproximadamente 24 por ciento de la tierra cultivable del mundo, además de poseer cerca de un 28% de la tierra del mundo que se identifica con un potencial medio-alto para la expansión sostenible de las tierras cultivadas. Se trata pues de una riqueza sustancial para las economías nacionales y la posibilidad de desarrollo de sus sociedades.
En el caso de nuestro país, el 75% de las exportaciones surge de sectores vinculados con la producción agropecuaria, razón por la cual el recurso suelo es estratégico y sustancial.
El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Enzo Benech, dijo que el suelo “es un patrimonio nacional” y lamentó que “solo se lo valora porque vamos a comer un asado el fin de semana, porque es nuestra base productiva, es lo que nos diferencia en el mundo. El país vive de la agropecuaria, y a veces cuesta que la gente lo entienda”.
En paralelo, desde hace varios años distintos especialistas vienen diciendo que el principal problema ambiental de Uruguay fuera de las áreas urbanas es la erosión de los suelos, algo desconocido por buena parte de la población en especial la residente en las ciudades.
El campo natural es el ecosistema predominante en Uruguay ya que ocupa el 60% de la superficie. No solo representa la base forrajera para la ganadería, sino que tiene otros efectos ecosistémicos como impedir la erosión, ayudar a conservar la biodiversidad y la calidad del agua y contribuir a la mitigación del cambio climático.
No obstante, estudios realizados hasta 2013 mostraron la existencia de una pérdida del orden del 20% del carbono de la materia orgánica durante los 14 años anteriores y cierta degradación del suelo debido al cultivo intensivo de la soja, según declaraciones del director de Recursos Naturales del MGAP, Fernando García Préchac. En este sentido sostuvo la necesidad de más pasturas en rotación con cultivos ya que las pasturas permanentes recuperan las propiedades del suelo.
Actualmente existen instrumentos legales de protección del suelo. Por ejemplo una ley que se aplica desde 2014 establece la obligatoriedad de contar con un plan de uso y la responsabilidad del dueño por el cuidado del suelo, incluso si quien hace mal uso es el arrendatario.
La exigencia de planes de uso y manejo de suelo sirve para que las actividades agrícolas se realicen de acuerdo a la capacidad de uso de cada predio y sean evaluadas de acuerdo a tolerancias de erosión y otros criterios establecidos en forma general y oficial, contándose además con la posibilidad de trámites en línea y monitoreo mediante imágenes satelitales.
El asunto es que además del impacto en el suelo mismo, la erosión perjudica otros ecosistemas y puede acarrear incluso ciertos riesgos para la salud humana así como una mayor necesidad de tratamiento del agua de consumo.
En declaraciones recogidas por La Diaria, García Préchac dijo que este fenómeno es “el principal contaminante de aguas” en el país y es muy difícil de monitorear. “Si usted pregunta en OSE cuál es el insumo que más consume para potabilizar el agua en Aguas Corrientes, le van a decir: sulfato de aluminio. ¿Para qué se usa el sulfato de aluminio? Para precipitar los sedimentos y poder sacárselos al agua”, añadió.
A partir de su base agropecuaria, Uruguay hoy produce 10 veces más comida de la que necesita su población y lo hace con criterios de sustentabilidad, pensando en el cuidado del recurso natural básico: el propio suelo.
Con el crecimiento del sector agropecuario y la incorporación de nuevos sistemas y paquetes tecnológicos aumentó la presión sobre los ecosistemas naturales. No obstante, resulta evidente que no solo es posible cuidar el suelo en base al conocimiento existente sino que en un país donde la agropecuaria genera la mayor cantidad de divisas, preservar su calidad y “salud” resulta una necesidad inminente y continua.
Los compromisos asumidos en los últimos años han llevado a empresas y productores a un esfuerzo importante en procura de la protección de este valioso recurso. La tarea realizada por Uruguay en este sentido, hoy es objeto de reconocimiento a nivel internacional pero también –como dijo Benech– es básica para la sobrevivencia nacional. En este sentido, tenemos que ser capaces de asegurar nuevas formas de agricultura productiva, sostenible y amigable con el medio ambiente ya que la conservación de condiciones adecuadas de los recursos naturales será, cada vez más, un requisito para el desarrollo futuro.