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El chantaje de las minorías radicales

Por lo general no me gusta la reacción tardía. Pero el gusto es, evidentemente, algo subjetivo e individual de cada ser. La realidad es que el dicho “más vale tarde que nunca” toma exactitud en determinadas cuestiones. Por tanto este texto para mí hoy se convierte en una de esas excepciones. Pasaron los días y el tema de a poco se va desvaneciendo, pero solo se requiere de una pequeña chispa para que pronto vuelva al tapete la situación que narraré a continuación. Por fortuna; aunque también por desgracia. Siendo meramente objetivos, se puede decir que este es el precio que paga la sociedad por gozar de una democracia sana y fuerte, aunque poco valorada. Hoy (y esto sí que afortunadamente) los uruguayos contamos con un Poder Ejecutivo que desde el día de su asunción no ha dejado de sorprender. En la mayoría de los casos para bien. Así lo cree al menos el 57% de nuestros compatriotas. Pero sería bueno aclarar algunos puntos de interés.
Soy militante y dirigente del Partido Colorado. Batllista de alma. Pero dicho eso, aclaro que no soy un fanático cerrado. Por el contrario: me considero abierto y tolerante. Me gusta discrepar pero solo cuando se dispone de argumentos válidos. Por supuesto que siempre con el debido respeto. “Uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”. Me equivoco mil veces y todos los días. “Equivocarse para aprender es básico en la vida” solía decirme un amigo. Desde ese punto, lo bueno es que todas las personas lo hacemos a diario. Lo importante es que nos equivocamos. Siguiendo esta filosofía, se supone que todos deberíamos aprender cada vez que cometemos un error. Sin embargo, existen hechos que demuestran que en la regla general no siempre es así.
El 4 de mayo de noche vimos un hecho histórico, destacable, innovador y por demás inclusivo. Algo que ni buscando “el pelo en el huevo” se podría criticar de manera negativa. Excepto que lamentablemente, siempre están presentes aquellos críticos obtusos. Propio de personas malintencionadas. Algo de destaque para poder explicar el punto del eje central.
Esa noche, lunes de noche específicamente, desde el equipo de gobierno se decidió realizar la clásica conferencia de prensa que –por suerte desde el inicio del nuevo gobierno– son ya habitué para los uruguayos. Solo que ésta oportunidad tendría un aspecto distinto. Se realizó utilizando tecnología (Internet y la aplicación estrella del momento, “Zoom”), con inclusión (brindar la conferencia exclusivamente para periodistas del Interior) y de manera innovadora (algo que en nuestro país nunca se había visto). Todos los puntos absolutamente destacables en el mejor sentido. La pena es que para algunos siempre aparece el pelo en el huevo. Así sea pintado, dibujado o imaginado.
Está claro que los participantes de la conferencia estaban ansiosos. Era un hecho histórico donde ellos tendrían la posibilidad de preguntar al Poder Ejecutivo de manera directa y no obtener información en base al mismo periodismo capitalino de siempre. Era la oportunidad para que cada uno pudiera evacuar las dudas propias y así transmitir a sus lectores u oyentes lo que creían importante. En base a ello cada uno planteó sus consultas e inquietudes. El presidente –así como todo su equipo– respondieron como corresponde: respetuosos, amables y con la seriedad que los caracteriza. Todo venía bien, hasta que nuestro departamento pudo abrir el micrófono. Es en este punto cuando surge el elemento detonante. Fue la pregunta que estuvo en la tapa de la semana; la que generó repudiables y desagradables hechos. Hechos que motivaron esta redacción.
Víctor Hugo Acosta, religioso y comunicador, tuvo la oportunidad de hacer su consulta. Así que valiendo la ocasión, él se refirió exclusivamente a “los sin voz” y a la Ley Nº 18.987. Polémica Ley que trata sobre la “Interrupción voluntaria del embarazo”. Consulta que quizás no era el motivo de la conferencia, pero que sí era totalmente válida. El presidente y su gabinete escucharon atentamente las palabras del comunicador. Acto seguido, Lacalle Pou contestó acorde a su investidura.
Hubo ejemplo de interacción sana entre un mandatario y la prensa, de libertad de expresión con el plus de libertad de pensamiento. Sin embargo ni siquiera había terminado la conferencia cuando ya había portales digitales pseudoperiodísticos hablando de Víctor Hugo Acosta y su “horrible, medieval y ridícula pregunta”. En realidad ese fue el preaviso de las manifestaciones de intolerancia que vendrían después. A partir de este punto, las redes sociales –herramienta preferida por la turba para linchamientos públicos– activaron el mecanismo destructivo. Muchos internautas comenzaron a volcar necias palabras, algunos intentos fallidos de periodistas despotricaron en sus medios de comunicación y otros simplemente se dedicaron a comentar sobre la situación al mejor estilo farándula. Víctor Hugo entonces pasó a llenar el vacío de la jauría virtual que debido a la paralización de prácticamente todas las actividades por la pandemia de coronavirus, se encontraba sin un objetivo al cual atacar.
A raíz de ello, dos días más tarde, en la mañana del miércoles, ciertas personas decidieron llamar la atención y escrachar al comunicador. Algunas de ellas son tristemente célebres por su activismo violento dentro del movimiento “feminista”, quienes durante 15 años de gobiernos de izquierda se sintieron protegidas por una supuesta “libertad”, no entendiendo que en realidad gozaban de un gran “libertinaje”. Diferencia de pocas letras pero de conceptos diametralmente distintos. Dos palabras que el Frente Amplio se encargó de mezclar en la teoría para plasmar en nuestra sociedad. Entre ellas, ciertos “derechos” que en realidad eran para unos pocos. No digo que todo lo que hizo el Frente Amplio estuvo mal, pero sí sostengo que intencionalmente dejaron de cumplir un rol fundamental del Estado, que es poner límites donde los derechos de unos afectan a los de otros. Con el respaldo del gobierno algunas minorías envalentonadas imponen a la mayoría de la ciudadanía ideologías que son respetables, en la medida que lo hagan con respeto hacia los demás integrantes de la sociedad e incluso hacia ellas mismas. Esto es lo que se percibe del ala radical del movimiento feminista, que seguramente no es compartido por muchas de quienes también son feministas activas y de quienes como nosotros, como batllistas comprometidos con la Historia, también defendemos los derechos de las mujeres, sin por ello salir a hacer escraches o destruir monumentos públicos.
Es difícil manifestarse sobre el tema. Algunos dicen que tienen miedo de lo que estos colectivos puedan llegar a hacer. El funcionamiento de estos grupúsculos es el de siempre: o se piensa igual que ellos o sentirán su ira. Es claro que Víctor Hugo Acosta no piensa como “feminista”. En absoluto. Y está en su derecho de pensar distinto. Y en la conferencia habló y preguntó gozando de su libertad de expresión, de culto y de pensamiento. Nada más, y nada menos. Pero aún en este país de libertades, la aplanadora minoritaria pero patotera actuó en consecuencia.
Escraches en la puerta de radio Felicidad, linchamiento en las redes sociales, enchastre a su persona y a su trayectoria. Un costo muy alto por simplemente pensar distinto a las defensoras del “libertinaje”. Ese no es el Uruguay al que uno aspira. Esa no es la sociedad que uno quiere. Entendamos que la tolerancia, el respeto y la discrepancia son un activo que las personas debemos valorar en una sociedad que goza de “libertad”. Que conste: la “libertad” sí es un derecho y es real. Ojalá dejemos de ver este tipo de actitudes tan arbitrarias y reine la tolerancia de pensamiento.
Miguel A. Baccaro. Dirigente del Partido Colorado