Las instancias de Rendición de Cuentas y la elaboración del presupuesto inherente a la gestión de todo gobierno son elementos claves y hojas de ruta que marcan el rumbo o impronta de las políticas a desarrollar, con la salvedad de que, no se trata de un paso fundacional ni mucho menos, sino que se da en el marco de una continuidad, sobre la base de lo que se recibe y con lo que se puede contar para afrontar los compromisos.
En este período se encuentra actualmente el nuevo gobierno, con el agravante de que desde el vamos ha debido afrontar el presente griego de una pandemia que ha devastado al mundo y consecuentemente echado por tierra con cualquier previsión, hasta en el caso de las economías más grandes.
Ergo, a la incertidumbre y condicionantes locales se agregan las del escenario internacional en el corto y en el mediano plazo, por lo que hay demasiadas incógnitas en la ecuación como para llegar a trazar un marco de certezas cuando estamos solo ante suposiciones y expectativas con relativo asidero.
Lo que no deja lugar a dudas es cómo se ha recibido el país de manos de los gobiernos anteriores, en este caso de la coalición de izquierdas, y por cierto que pese a no sufrir el impacto de la pandemia, el gobierno de Tabaré Vázquez entregó las cuentas con un déficit fiscal de más del 5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI), creciente desempleo y empresas en franco deterioro, una realidad inocultable para cualquier ciudadano que siguiera de cerca la situación del Uruguay.
Con estos antecedentes y panorama de incertidumbre global, se están llevando adelante las instancias parlamentarias previas correspondientes al estudio del presupuesto, que es antecedida por la consideración de la Rendición de Cuentas proveniente del gobierno anterior.
La ministra de Economía y Finanzas, Ec. Azucena Arbeleche, en encuentro con los legisladores integrantes de la Comisión de Presupuesto integrada con Hacienda, para presentar la Rendición de Cuentas 2019, es decir del último año de gestión del Frente Amplio, dijo que comparece cumpliendo con la norma, pero que no comparte “los números, de los cuales no somos responsables”.
La secretaria de Estado, tras evaluar las variables económicas con las que terminó el gobierno anterior, y ante planteos de los legisladores, subrayó que en el período pasado aumentó el gasto “por todo concepto”, que hoy “el gran problema es el déficit fiscal”, y que de cara a la elaboración de la Ley de Presupuesto, que debe enviarse al Parlamento antes de fin de mes, “hay margen para ser más eficiente y ahorrar”. Evaluó la jerarca que días previos a la llegada del COVID-19, el nuevo gobierno topeó el gasto de los ministerios al 85 por ciento de lo ejecutado en 2019, para “ordenar” una situación en la que “la regla era el derroche” y por lo tanto en aras de dar sentido común y criterio a los gastos.
Amplió Arbeleche que “la historia de los cinco años pasados es que el déficit fiscal empeora porque aumentan los gastos” y destacó que si bien el actual equipo económico “puede manejar la situación fiscal”, necesita cambios que comenzaron con la Ley de Urgente Consideración (LUC) y se consolidarán con el presupuesto.
Entre estos cambios, la responsable del área económica consideró que se instrumentará una nueva “institucionalidad” fiscal, que permite “transparencia en el gasto y establece un límite en el gasto del gobierno”.
Es pertinente traer a colación que el dinero que gasta el Estado, en el área que sea, no brota desde abajo de las piedras, sino que se trata del dinero que recauda a partir del trabajo de los uruguayos, de los empresarios, de los trabajadores, de los pasivos, a través de impuestos, y que por lo tanto debe utilizar criteriosamente los recursos para defender la economía de los ciudadanos que con su esfuerzo sostienen el funcionamiento del Estado, las inversiones y los gastos que por medio de él se canalicen.
No es un delirio ni mucho menos por lo tanto exigir que el Estado gaste menos y mejor, priorizando el destino de los recursos hacia las áreas estratégicas y más sensibles, y que por su naturaleza no resultan transitadas por el inversor privado, que necesita de condiciones de retorno y rentabilidad del capital para operar, porque, contrariamente a las empresas públicas, no cuenta con las espaldas de “papá Estado” para enjugar su déficit, lo que es lo mismo que decir con el dinero que se saca del esfuerzo de todos los uruguayos.
No es difícil de entender y menos aún de asumir por quienes entienden como es el funcionamiento de la economía, que no hay almuerzos gratis, sino que siempre hay alguien que los paga, contrariamente a lo que quieren hacer creer los defensores de la omnipresencia y gasto fácil del Estado, sin hacerse responsables de las consecuencias de gastar lo que no se tiene.
De ahí que es pertinente la observación de la ministra de que en los cinco años anteriores hubo “una enorme ineficiencia” en el gasto por el Frente Amplio y que “hay margen para hacer las cosas de otra manera, para ser más eficientes y para ahorrar”, a la vez de acotar que “la regla es ser ordenado, tener sentido común, gastar como en nuestras casas o en nuestras empresas y que la excepción sea lo que hay que revisar”.
Es que estos principios, la regla de oro de no gastar más de lo que se tiene, no es de derecha ni es de izquierda, sino de sentido común, de no patear la pelota hacia adelante para que se arreglen los que vienen después y a la vez embretar al país. Precisamente una consecuencia de ese gasto irresponsable es el déficit fiscal de más del 5 por ciento que dejó el último gobierno de Tabaré Vázquez.
Y si hoy precisamente no hay margen para contar con más subsidios y apoyo desde el Estado a los sectores más afectados por la pandemia, a los trabajadores con fuentes de trabajo en problemas, a las empresas en trance de tener que cerrar sus puertas, es porque no se ahorró en la época de las vacas gordas y en cambio se gastó lo que no se tenía.
Lo paradójico, lo tragicómico, más aún, lo que hace rechinar los dientes, es que voceros de la izquierda y organizaciones sociales colaterales que reclaman que se otorgue más ayuda estatal a estos sectores, en el colmo de la demagogia, son precisamente aquellos que se gastaron todo en la fiesta, y tratan de engañar incautos haciendo como si no tuvieran nada que ver con el agujero que dejaron.
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