¿Cómo se adapta una ciudad al cambio climático?

Planes de aguas urbanas para una mejor gestión del sistema pluvial de un barrio o una ciudad, planes de arbolado que permitan recuperar los espacios verdes públicos así como el bosque nativo; propuestas para el control de la impermeabilización, alternativas constructivas para que las viviendas puedan estar mejor preparadas ante vientos fuertes o tormentas, así como acondicionadas térmicamente ante olas de frío o calor; evitar el asentamiento informal en zonas de riesgo; medidas para la recuperación y la protección de los ecosistemas urbanos; alternativas para hacer frente a los incendios en zonas de interfaz urbano rural o el incentivo de las huertas urbanas son sólo algunas de las medidas propuestas por distintos actores institucionales, sociales y técnicos de diferentes zonas del Uruguay para la adaptación local al cambio climático.
Resulta interesante que la mayoría de las propuestas se relacionan a necesidades que –quizá- en una mirada rápida y con poca información sobre el tema cualquiera de nosotros no asociaría en primera instancia con el cambio climático dado que las imágenes con la que los medios masivos suelen “ilustrar” las noticias e informes respecto a este fenómeno global, suelen estar referidas a temas como el derretimiento de los casquetes polares, la desertificación, la alteración de algunos ciclos naturales a nivel de fauna terrestre y marina o fotos que muestra cómo algunas montañas que años atrás tenían nieve y ya no la tienen.
Si hoy bien es innegable que ésos son efectos del cambio climático, su alejamiento de nuestra cotidianeidad puede llevar a pensar que son problemas ajenos y a no reparar en las formas en que la variabilidad climática afecta a nuestros pueblos y ciudades.
La afectación es real y en Uruguay tiene múltiples manifestaciones. Los informes de organismos especializados en el tema señalan que nuestro país evidencia muy fuertemente el impacto del fenómeno de El Niño principalmente en la primavera y en el otoño, incrementando la probabilidad de que las lluvias ocurridas sean de mayor magnitud respecto a datos históricos para esas épocas del año. En paralelo, en años de predominio de La Niña, sufre prolongadas y profundas sequías.
Estas amenazas de origen natural, en interacción con la exposición y vulnerabilidad social, han ocasionado múltiples impactos sobre las poblaciones, las infraestructuras, los ecosistemas, la biodiversidad y muy especialmente sobre el sector agropecuario.
Según datos del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, durante los últimos 30 años se ha observado un cambio en las precipitaciones acumuladas anuales en la región, hacia mayores valores, confirmando una tendencia general creciente en el último siglo. El análisis de las precipitaciones acumuladas desde el año 1980 a la fecha muestra que han aumentado en todo el país y particularmente en el litoral atlántico a partir del año 2001. También se observa una tendencia creciente en la evolución de la temperatura anual.
En definitiva, estamos ubicados en una de las regiones del mundo con mayor variabilidad climática y se prevé a futuro un incremento en la frecuencia de eventos extremos que podrán tener impacto en distintos sectores y a diferentes escalas. Por esta razón se torna fundamental la implementación de medidas de adaptación al riesgo climático que contemplen las diferentes realidades de las distintas zonas geográficas.
Por ejemplo, la zona costera atlántica y del Río de la Plata concentra el 70% de la población y es la principal fuente de ingresos en el sector turístico, habiéndose comprobado que allí la erosión generada por los cambios en los patrones del clima de olas y la acción de los vientos está provocando el retroceso de la línea de costa. A su vez, entre 1950 y 2008 ha aumentado la ocurrencia de registros extremos del nivel del mar, destacándose una mayor magnitud y frecuencia en las costas del Caribe y del Río de la Plata. Montevideo, por ejemplo, ha sido clasificada dentro de las ciudades más expuestas del continente.
A su vez, evaluaciones económicas referidas a la costa bajo un escenario de aumento del nivel medio del mar de un metro, estimaron que los costos por pérdidas y deterioro representarían el 10.9% del PBI nacional (referido al año 2006).
En otras zonas, los problemas y los riesgos son otros. En algunos casos, las particularidades ambientales y geográficas determinan la dinámica de la ciudad, como la presencia de un arroyo, de la costa o de los cerros, que presentan algún impacto vinculado a factores climáticos como es el caso de la inundación o requieren algún tipo de restauración ambiental, por ejemplo.
Actualmente se prepara un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático de ciudades e infraestructuras (NAP Ciudades) que será un instrumento que permitirá que las personas que viven en áreas urbanas estén mejor preparadas para hacer frente al cambio climático. Actualmente, en el marco de la elaboración de dicho plan, se está realizando un proceso de evaluación multiamenazas, en cuatro zonas urbanas de nuestro país (Canelones, Juan Lacaze, Rivera y en la zona de la cuenca del arroyo Pantanoso de Montevideo) que en este año tan particular ha enfrentado el desafío de la participación por medios virtuales.
Se trata de una iniciativa que contribuye al conocimiento de las realidades locales, aspecto sumamente necesario porque las mismas amenazas climáticas pueden afectar a diferentes ciudades y las medidas de adaptación deben ajustarse a la realidad local, considerando las características particulares del territorio, el nivel de exposición de sus infraestructuras vitales (vías de transporte, centros educativos, servicios de salud, zonas patrimoniales, entre otros), así como su vulnerabilidad para hacer frente a dichos eventos.
Se avizora además que no sólo son necesarias intervenciones en cuanto a infraestructuras sino también la adecuación normativa a nivel departamental, local y zonal en función de las acciones de adaptación.
Es en este sentido que la respuesta a la pregunta del título requiere una necesaria construcción colectiva que contemple las distintas miradas y realidades y pueda crear los instrumentos necesarios para atender la diversidad de problemas que nuestras ciudades enfrentan hoy sin descuidar las que deberán enfrentar con más intensidad en los años venideros para disminuir el impacto y aumentar la resiliencia frente a fenómenos extremos como olas de frío y calor, ráfagas de vientos, tormentas; inundaciones o sequías.