Un mundo sin armas nucleares

Pasó algo desapercibido en las noticias. Pero es algo que siempre hay que recordar, como esas efemérides fundamentales en la vida del planeta. El pasado jueves 6 de agosto se cumplieron 75 años de la bomba atómica que cayó en Hiroshima, Japón, durante la Segunda Guerra Mundial. Es una fecha en la que vale la pena recordar lo peligroso e inquietante que resulta ser este tipo de armamento, del cual hoy en día muchos países la poseen y se jactan de ello. Un punto en el que, de no erradicarse, difícilmente pueda alcanzarse la paz mundial, algo que parece una utopía cada vez más.
El ataque estadounidense tres cuartos de siglo atrás provocó unos 140.000 muertos el mismo día y en fechas posteriores por la secuela de la bomba atómica. Como todos los años, se realizó un acto conmemorativo en el Parque de la Paz de Hiroshima, momento que sirvió para que el alcalde de esa ciudad, Kazumi Matsui, insistiera en la necesidad de que el gobierno de Japón, el único país que ha sufrido un ataque atómico, se decida a firmar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares aprobado hace tres años en la ONU, una iniciativa en la que el país asiático quedó al margen desde el principio.
Este tratado fue aprobado en la ONU el 7 de julio de 2017 por 122 estados miembros, pero para que entre en vigor necesita ser ratificado por al menos 50 naciones y hasta hoy solo lo han hecho 40, entre las que no se incluyen ni Japón ni las potencias nucleares.
Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán y Corea del Norte han acometido pruebas nucleares, y se cree que Israel es otro país que cuenta con ese poderío; a su vez, Irán ha desarrollado la tecnología de enriquecimiento de uranio y ha sido acusado por Occidente de hacerlo con fines armamentísticos. La República Islámica insiste que sus intenciones están limitadas a la generación de energía nuclear interna con fines pacíficos.
Pese al recuerdo de Hiroshima –mañana también se cumplen 75 años del ataque Nagasaki en 1945–, las naciones con estas armas, y al mismo tiempo la expansión de la energía nuclear, permanecen incólumes pensando que así mantienen un equilibrio de poder.
Esta semana, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, recordó que el nacimiento de la Organización ese mismo año está ligado para siempre a la muerte sembrada en Hiroshima y Nagasaki con tan letales armas.
“Desde sus primeros días y resoluciones, la Organización ha reconocido la necesidad de eliminar por completo las armas nucleares. Sin embargo, seguimos sin lograr ese objetivo”, dijo Guterres en un mensaje de video que se proyectó en esa ceremonia celebrada en Hiroshima para recordar a las víctimas.
A pesar de que los efectos de esas bombas persisten hasta la fecha, el mundo no solo no se ha desprendido de esas armas, sino que ha aumentado su arsenal. “Setenta y cinco años son demasiados para no haber aprendido que poseer armas nucleares disminuye la seguridad en vez de reforzarla. Hoy, un mundo sin esas armas parece alejarse más y más de nuestro alcance”, ahondó Guterres. Los países con armas nucleares modernizan sus arsenales y desarrollan armamento y vehículos nuevos para utilizarlo.
Existe una carrera balística sin control ante la división, la desconfianza y la falta de diálogo entre los más poderosos. Sin la eliminación total del armamento –en especial, del nuclear–, será difícil avanzar hacia la paz mundial. Para la galería, han repetido el compromiso en esta causa. Pero luego no han puesto su cabeza en esa dirección.
“El riesgo de que las armas nucleares se usen ya sea intencionalmente, por accidente o por falta de cálculo es demasiado alto como para que continúe esa tendencia”, apuntó el secretario general de la ONU. “Los Estados tendrán la oportunidad de retornar a esta visión compartida el próximo año durante la conferencia para revisar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares”, indicó, subrayando que ese instrumento es un pilar del régimen de desarme que espera que entre en vigor. Guterres sostuvo que el Tratado Amplio de Prohibición de los Ensayos Nucleares también es una prioridad para institucionalizar las normas contra esas pruebas.
Según datos del Comité Internacional de Cruz Roja (CICR), se estima que actualmente hay más de 14 mil bombas nucleares en todo el mundo, algunas de las cuales tienen un poder “decenas de veces más grande” que las lanzadas contra Hiroshima y contra Nagasaki. Se calcula que en 1950 habían fallecido 340 mil personas por las dos bombas nucleares, sobre todo por enfermedades causadas por la exposición a la radiación ionizante.
El CICR advirtió esta semana que si se volviera a producir un ataque nuclear como el de hace 75 años, las consecuencias serían tan devastadoras que ninguna respuesta humanitaria sería suficiente para mitigarlas. “La comunidad internacional no tiene la capacidad de ayudar a todos los que lo necesitarían”, afirmó la organización.
Por lo tanto, no hay ni siquiera pequeños argumentos para defender la causa del arma nuclear. No se justifica el gasto ni la amenaza que conlleva. Es hora de ponerle punto final.