La Kinta Avenida, tradición uruguaya en la zona industrial

En la inconfundible esquina de avenida Salto y Luis Batlle Berres, La Kinta Avenida mantiene el estilo tradicional de parrillada y pizzería, tan clásico y uruguayo como las oportunidades que nos unen para brindar.
En la carta se agregan pastas, minutas, chivitos y postres, entre múltiples opciones para el mediodía o la noche, en su amplio salón o en cada hogar sanducero, a través del delivery.
El lugar con su historia propia, y la zona industrial a pleno en la nostalgia colectiva, combinan el placer de sentarse en su terraza en temporada veraniega o disfrutar junto al fuego en el invierno.
Allí, detrás del mostrador o donde lo requiera el cliente, Luis Alberto Olivera, cuenta sus anécdotas.
“En esta zona, cuando las fábricas trabajaban a pleno, la cervecería ‘Munich’ marcó una época con los Schreck, que tenían una máquina de chopp directo, traída directamente de Alemania. Era el mejor chopp y muy conocido por todos”.
Pero las alteraciones que siguieron, transformaron el mundo del trabajo, el barrio y también repercutieron en los gustos. “Con los cambios del chip para el trabajo, se fueron quedando las fábricas. Cambió la zona y también la gastronomía”.

COMIENZOS

“Cuando llegué a Paysandú en 1981, trabajé en el viejo ‘Centro Bar’ con don Luis Vener y así empecé en el oficio, que interrumpí cuando entré a trabajar en Norteña. Soy, además, oficial carpintero de la construcción y mientra trabajaba en el Este, conocí a mi señora sanducera. Después puse puestos de comida en la Semana de la Cerveza durante quince años y el último año nos fue muy bien. Tanto que resolvimos en 2005 alquilar este local, que estaba vacío, y desde que llegué de Minas, nunca me faltó el trabajo”. Olivera recuerda que “el dueño del local pedía una garantía que yo no tenía, pero venía todos los días en moto a preguntar y a preguntar. Hasta que un día me dijo que igual me iba a alquilar sin garantía, porque veía que tenía muchas ganas de trabajar. Falleció dos años después y me gustaría que estuviera para compartir este crecimiento”.
La historia empezó desde abajo: “como todo emprendimiento que la gente conoce de a poco. Así surgió La Kinta Avenida, en un bar de amigos en el barrio Pay Cap, cuando dije que iba a poner ese nombre. Porque hace quince años estaba avenida Soriano, avenida Italia, avenida España, avenida Brasil y avenida Salto era la quinta. Hoy hay muchas más. Pero hay quienes me preguntan aún si tiene que ver con algún viaje a Estados Unidos”, recuerda.

EN PANDEMIA

En tiempos de pandemia, La Kinta Avenida nunca cerró “porque tenemos clientela por el servicio de delivery para atender. Además, no podemos cerrar porque no tenemos espalda económica como para hacerlo. Pero reconozco que la pandemia fue el golpe final en la parte gastronómica, donde ya veníamos en caída desde hace tres años porque le bajaron las ventas a todo el mundo”.
Aunque resolvió tres envíos al seguro, “gracias a Dios fueron por embarazos. Tengo 28 empleados divididos en dos turnos, además de los repartidores. Seguimos trabajando y por ahora Paysandú viene bien. Ojalá que sigamos así, cuidándonos”.
En este momento de contingencia sanitaria, reconoce que “nos favoreció el cierre del puente. Y no lo digo solo por mi. Todos los días hablo con proveedores y cuentan que los almacenes de barrio, también están trabajando al igual que otros rubros”.

RUTA DE LOS IRACUNDOS

La Kinta Avenida es uno de los lugares obligados en el itinerario de homenajes a Los Iracundos, que cumplen sus seguidores uruguayos y extranjeros, cuando llegan a Paysandú.
“Crecí con Los Beatles, como grupo de cabecera, e indudablemente Los Iracundos eran unos genios. Eduardo Franco escribió más de 500 temas propios. Yo viví esa década de los 70 y llegaron en un momento en que había decenas de grupos, pero no componían sus temas. El único era Franco y por eso, llegaron donde llegaron”.
Esa historia, también comenzó un día de charlas: “A los cinco años de estar instalados acá, llegó un día Julio Baccaro y empezamos a conversar para hacer una movida, ya que llega mucha gente de otros países, como Ecuador, Perú o Chile, donde los aman y siguen sonando. De hecho, el baterista Juan Carlos Velázquez, tiene su residencia en Ecuador”.
Y todo comenzó con un almuerzo, que “empezó a ser popular porque no se trataba solo de escuchar su música, sino de atender a las personas que llegaban de otros lados. Hubo mucha química con la gente y desde entonces, ese día, quien tenga ganas de cantar, canta las canciones de Los Iracundos, que se completa con amplificación y animación”.