Realizaron la primera mesa uruguaya de “Uruguay: del campo al plato: cultivar, nutrir, preservar, juntos”

Las mujeres tuvieron activa presencia y participación en el evento.

La primera mesa uruguaya del evento: “Uruguay: del campo al plato: cultivar, nutrir, preservar, juntos”, celebrada en paralelo al seminario que se está realizando a nivel regional por los 75 años de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), fue coordinada por la productora rural Stefanía Silveyra, directiva de Cooperativas Agrarias Federadas (CAF) y de la Confederación Uruguaya de Entidades Cooperativas (Cudecoop), e integrante de la Cooperativa Nacional de Productores de Leche (Conaprole).
En su exposición señaló que “los consumidores están cada vez más interesados en saber cómo están hechos los alimentos, de dónde provienen, y eso aumenta las exigencias”, por eso, indicó que las cooperativas agrarias necesitan “garantías para que la producción sea sostenida, segura y accesible”.
También destacó la “responsabilidad que tenemos los uruguayos, siendo poco más de tres millones, que producimos alimentos de alto contenido proteico para más de 30 millones de personas”.
Sylveira compartió mesa y dialogó con Guidahí Parrilla, integrante del Mercado Popular de Subsistencia (MPS), una organización que busca ofrecer alternativas a la gran distribución con cuatro ejes: barato, solidario, participativo y local con el “apoyo a la autogestión, el trabajo voluntario, la solidaridad de clase, el impulsar la organización barrial y el poder popular” como principios.
“El fundamento detrás de la organización es entender que el consumo es una herramienta política a través de la cual podemos transformar la sociedad. Si sabemos quién produce los alimentos podemos hacer un cambio” explicó Parrilla.
Agregó que el apoyo al productor local, a los circuitos cortos también “contribuye a la preservación del medio ambiente”.
“Entendemos que si nos organizamos para consumir siendo conscientes de quiénes son los que elaboran los productos que estamos consumiendo, de qué manera se elaboran, podemos tomar la decisión de qué tipo de producción queremos apoyar”, dijo Parrilla.
Para ella eso pasa por el hecho de sostener “vínculos directamente entre productores y consumidores, evitando los intermediarios”.
“Además entendemos que estas redes se pueden desarrollar a gran escala”, dijo la integrante del MSP, que señaló que su organización está presente en todos los barrios de la capital, Montevideo, pero que esto podría replicarse en los otros departamentos del país.
La otra integrante de la primera mesa fue Natalia Hugues, presidenta de Sistema B Uruguay. Abogada especializada en fideicomisos de triple impacto (social, ambiental y económico), creó YouHub, un cowork que es el primer fideicomiso certificado B en el mundo. Integra el Grupo de Inversiones de Impacto en Uruguay. También integrante de Academia B.
“El sistema B busca que el éxito se mida por el bienestar de las personas, la sociedad y la naturaleza, y buscar así los beneficios colectivos”, explicó Hughes.
Consideró que en la actualidad “tenemos una tierra herida, estamos consumiendo más de la capacidad que tiene la tierra de regenerar” y que “desde el mundo empresarial” se puede ver “cómo uno puede ir rediseñando, dar solución a los problemas de todos. A veces rediseñando lo jurídico uno puede impactar y dar soluciones”.
“Se precisan políticos osados, empresarios osados que estén tratando de generar una nueva identidad empresarial, para lograr los cambios que necesitamos para el planeta”, concluyó la empresaria.

DEL PLATO A LA SEMILLA

En el segundo panel se abordaron iniciativas vinculadas al trabajo de la FAO en Uruguay. En ese marco, la académica Gloria Canclini, Directora de la Dirección de Derechos Humanos del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública, co-coordinadora del Observatorio del Derecho a la Alimentación (ODA) de la Facultad de Derecho de la UdelaR e integrante de la Secretaría Técnica del ODA para América Latina apoyada por FAO, dijo que “cuando hablamos de Derecho a la Alimentación, hablamos de que toda persona tiene que tener acceso físico y económico a alimentación adecuada o medios para obtenerla”.
También enfatizó en que “es un derecho complejo que requiere de interinstitucionalidad y del compromiso de todos. No es cuestión del Estado, también la sociedad civil, las empresas pueden y deben contribuir a que podamos realizar ese derecho”.
Según ella, el hambre, la malnutrición y la inseguridad alimentarias tienen “rostro de niños, jóvenes y mujeres. Atender a la transversalidad de género ayuda a cumplir con los objetivos”.
Canclini consideró que el rol de la Academia en ese sentido es “contribuir con aporte de información para diseñar políticas públicas que resuelvan los temas”.
En la mesa coordinada por Canclini también estaba Serrana Goldie, una productora familiar integrante del proyecto Ganadería y Clima, cuyo enfoque es “sistémico”, de “aprendizaje social” y “monitoreo dinámico”, según explicó.
“Los productores participantes somos parte de todo el proceso, es decir que ponemos sobre la mesa los problemas y también participamos de las soluciones o de las posibles mejoras y de todas las innovaciones.”
Goldie relató que su familia decidió un día “salir de la zona de confort y buscar un equilibrio social, ambiental y económico, primero familiarmente, para después poder trasladarlo y también mejorar en todo el entorno”.
Antes de enterarse del proyecto, su familia ya venía cambiando su forma de producir, dijo la mujer rural y relató que se enteró del proyecto por un video un día antes del cierre del llamado y se contactó a último momento para finalmente poder ingresar. Según ella “el impacto familiar del proyecto es grande” y la idea “es mejorar en todo sentido”, también en cuanto a ingresos.
Por su lado, Marcelo Fossatti, coordinador de la Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas relató que la Red de semillas está integrada por unas 400 familias de todo el país que buscan “rescatar y revalorizar la semillas nacionales y criollas, por su valor alimenticio y cultural”.
Dijo que esas semillas uruguayas tienen valor también para la producción sustentable “porque al ser variedades nativas, son variedades rústicas, están adaptadas a nuestro ambiente, requieren menos aplicaciones de diversos productos, lo que las hace más adecuadas para la producción e inocuas para la alimentación”.
Fossatti relató la participación de la red en el proyecto “Articulando biodiversidad en la producción familiar”, junto a la Red de Agroecología del Uruguay, la Facultad de Agronomía y la Comisión Nacional de Fomento Rural, entre otras organizaciones e instituciones. Es una iniciativa apoyada por el Tratado Internacional sobre Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (Tirfaa), cuya secretaría técnica está a cargo de la FAO.
“Tenemos una gran ventaja, somos un país chico, todos nos conocemos y sabemos que el objetivo último que es conservar la vida y la biodiversidad, lo tenemos en común” señaló.
“Los consumidores comienzan a venir a buscar productos criollos”, dijo el productor que relató cómo a través de la red se pudo aprovechar e incentivar el cultivo de un tomate araña, que es nativo, pero que “no soporta el transporte”, desarrollando y fomentando circuitos cortos de distribución. “Todo eso es un éxito que venimos obteniendo a partir del proyecto”, estimó Fossatti en un intercambio con Canclini.
“Hemos visto que hay participación, pero también un enfoque sistémico, donde todos estamos comprometidos en el desarrollo del Derecho a la Alimentación. Apoyar al productor local, comercializar en circuitos locales contribuye a la preservación del medio ambiente. Aprovechemos los avances tecnológicos para: Cultivar, Nutrir y Preservar” dijo Canclini al cerrar el espacio que lideró.