El hidrógeno verde, una apuesta posible

Por cierto que 2020 ha sido un punto de inflexión en un sinnúmero de acciones, actividades, investigación e inversiones a escala global, ante la problemática generada por el COVID-19 y su proyección sobre la humanidad toda, por lo que puede decirse sin temor a grandes equívocos que el mundo ha sufrido un paréntesis difícil de asimilar por su magnitud, con las crisis que se habían padecido anteriormente.
El esquema de la pandemia ha repercutido sobre proyectos de corto, mediano y largo plazo, más allá de sus afectaciones puntuales en los sectores más hondamente castigados, y ha obligado a reprogramar prioridades, plazos y envergadura de lo que se venía emprendiendo o se había previsto emprender.
Un campo en el que sin embargo no debería haber influido, más allá de repercusiones inmediatas, es en los proyectos de reconversión a energías renovables, porque se trata de políticas que trascienden lo episódico y las décadas, para manifestarse en plazos que están por encima de los avatares de la vida diaria.
Pese a todo, la tendencia en este sector es clara, ya que las inversiones globales en nueva energía renovable ha crecido desde algo menos de menos de 50 mil millones de dólares por año en 2004 a alrededor 300 mil millones de dólares por año en 2019.
Tenemos que la energía hidroeléctrica (perteneciente a las llamadas energías azules) todavía representa la mayor cuota de la capacidad total de energía renovable (50%). Sin embargo, la energía solar y la energía eólica son la gran apuesta de futuro, ya que representan el mayor crecimiento referente a número de instalaciones en los últimos años.
En concreto, la energía solar fotovoltaica y la energía eólica representaron el 90% de inversiones totales en la segunda década del siglo, y, consideradas en forma anual, la inversión en energía renovable se eleva a unos 304 mil millones de dólares.
Otra tendencia de las energías renovables indica que en las inversiones han sido un cambio geográfico hacia mercados emergentes y en desarrollo. Estos han atraído la mayoría de las inversiones en energías renovables cada año desde 2015.
Además de China, otros mercados emergentes destacados en la última década son India, Brasil, México, Sudáfrica y Chile, en tanto que muchos en desarrollo y emergentes países de África, Medio Oriente, Sureste Asia y el sudeste de Europa todavía tienen en gran medida potencial de inversión en energías renovables sin explotar.
Asimismo, el desarrollo de la tecnología y la diversidad geográfica han apoyado la expansión de las energías renovables. Esto ha facilitado la aparición de nuevos modelos de negocio y vehículos de inversión, que pueden activar diferentes inversores y financiar todas las etapas de la construcción de una planta de energía renovable.
Algunos ejemplos son el resurgimiento del mercado de bonos verdes, creciente interés en empresas por adquisición de energías renovables y nuevos modelos de negocio a pequeña escala como el modelo de pago por uso.
A pesar de las tendencias de inversión generalmente positivas, se necesita invertir mucho más para cumplir con el desarrollo sostenible y objetivos climáticos, sobre todo afianzar la búsqueda de la sustentabilidad y el cuidado de los recursos naturales, que es la premisa que debe acompañar el desarrollo en la ecuación costo-beneficio para justificar la inversión.
Es vital en este contexto que todos los países incrementen la producción de energía limpia en su mix energético, pero tiene especial importancia que los países en vías de desarrollo puedan acceder a estas tecnologías en condiciones competitivas frente al uso de energía fósil barata. La tendencia es que las energías renovables seguirán reduciendo los costos de fabricación, lo que hará de estas energías sean cada vez más atractivas.
Este escenario global es sin embargo heterogéneo si tomamos regiones y países, con distinto contexto geográfico y socioeconómico. En nuestro país, donde se han registrado significativas transformaciones para reconversión a energías renovables en los últimos años, con la incorporación de emprendimientos en el área de la energía eólica, la fotovoltaica y en menor medida en el uso de biomasa, el presidente de la Asociación de Energías Renovables, Ing. Marcelo Mula, destacó que se está trabajando activamente en el Uruguay en un aspecto que en buena medida es el talón de Aquiles de las energías renovables, que es el del almacenamiento, donde hay proyectos en marcha.
En el área de la energía solar, destacó a El Observador que “el gran problema con las energías renovables era que había que consumir en el momento en que se estaba generando. Ahora, con las baterías de litio –que son como las de los celulares pero a gran escala– se lograron unos costos y unas capacidades de almacenamiento que ya son rentables. Uno puede acumular la energía solar y de allí brindar servicios para abastecer los picos de demanda o mejorar la calidad del producto de la energía eléctrica”.
Pero en el sector, tras fuertes inversiones hasta 2019, hay un stand by que se debe entre otros aspectos a que de ser un año normal de lluvias, el 97 por ciento de la energía que se genera en el país es renovable, por lo que no hay mucho espacio para encarar emprendimientos con este fin.
Quedan como áreas a trabajar precisamente las del almacenamiento y la movilidad eléctrica, ambas con un amplio campo para el desarrollo con apoyo en las nuevas tecnologías y las políticas de reducción del uso de energéticos fósiles.
Considera el empresario que un área de trabajo a encarar es la del hidrógeno verde, es decir utilizar el hidrógeno como impulsor, en sustitución del petróleo, pero producido a partir de energías renovables por electrólisis del agua, que tiene la perspectiva de un amplio uso en el transporte y la industria, entre otras áreas de alto consumo.
La gremial de empresarios de las energías renovables considera que debería establecerse un rumbo similar al que se hizo en 2008-2009 con la energía solar, en base a un acuerdo multipartidario y como política de Estado, para definir las bases de desarrollo de emprendimientos en torno al hidrógeno verde, los que demandan grandes obras y mueven mucho dinero, con reciclaje interno de recursos.
Felizmente, así lo entiende también el gobierno, si se tiene en cuenta que el Ministro de Industria, Energía y Minería, Ing. Omar Paganini, subrayó recientemente que su cartera implementa por un lado la estrategia de incentivar la importación de vehículos eléctricos utilitarios y por otro lado apuesta a producir hidrógeno verde, primero para uso local en el transporte pesado y luego para la exportación.
Dijo a Búsqueda que su ministerio está diseñando la ruta del hidrógeno –Uruguay H2– que involucra este año proyectos con la participación de la cartera de Economía, Ancap y UTE, a fin de tener una curva de aprendizaje en la materia y en la línea de promover inversiones y exportar, habida cuenta de que el hidrógeno verde surge de utilizar energía renovable –eólica y solar principalmente– para producir el energético a través de la electrólisis del agua.
Bueno, es por cierto un capítulo que merece que se le vuelquen esfuerzos, porque hay dinero a escala mundial buscando donde invertir para apuntalar la economía verde, y los beneficios sería muy importantes para Uruguay, desde el punto de vista que se lo mire, en todo momento y mucho más aún, cuando se requiere impulso para salir de las consecuencias de la pandemia.