Con Carlos María Jalma: “cuando el comercio funcionaba a pleno con todas las fábricas que compraban en Paysandú”

Carlos Jalma, en el living de su casa.

A menudo, las conversaciones con nuestros mayores nos llevan a conocer al “Paysandú industrial”. Aquel departamento que tenía en pleno funcionamiento a verdaderos íconos de la pujanza sanducera a partir de la década de 1940. En ese entonces, la ciudad se ubicaba en un lugar privilegiado con las fuentes laborales, las transformaciones en las formas de producir y porque era la tierra elegida por otros uruguayos que llegaban en la búsqueda de un sustento.

Enumeran –sin olvidar– que Azucarlito, Paylana, Norteña, Paycueros, Ancap, el puerto y posteriormente Pili derramaban sus economías en la ciudad. Y lo hacían por los empleos que creaban y sostenían durante décadas, así como las inversiones efectuadas en sus infraestructuras, que permitían el impulso del comercio local. Ese circuito comercial se extendía más allá del centro, enmarcado en una época donde la oferta y la demanda se ampliaba y modernizaba.

Es el recuerdo que lleva a Carlos María Jalma a describir el movimiento que nacía en los accesos a la ciudad, seguía por las avenidas, se centralizaba en 18 de Julio y continuaba por Leandro Gómez. Allí donde por varias décadas estuvo Eléctrica Jalma Ltda., en la esquina con Setembrino Pereda.
Incluso era su barrio de la infancia porque había nacido apenas a una cuadra de distancia. “Nací en la casa paterna que estaba en Setembrino Pereda y 18 de Julio. Después de la escuela Nº8 y el Liceo Departamental empecé a trabajar, con 18 años, en la parte de contaduría de Norteña por unos cincos años. A partir de allí, trabajé por mi cuenta”, relata a Pasividades.

Comienzos

Emprendió su trayectoria empresarial y comercial junto a su padre en rubros que lo acompañarían toda su vida. “Mi padre trabajaba en la ferretería de De María y Cía. frente a EL TELEGRAFO y cuando se retiró abrimos una casa de repuestos en la avenida República Argentina, bien pegado a la entonces Barraca Europa. Vendíamos maquinaria agrícola, camiones y repuestos de todo tipo durante varios años”.

Recuerda que “después mi padre compró la casa de electricidad de Bardelli y trabajamos unos 5 años. Ahí fue cuando Bardelli vendió el inmueble y mi padre compró la esquina de Setembrino Pereda y Leandro Gómez, donde se instaló Eléctrica Jalma. También allí fueron un montón de años”.

Tantos como para contar “48 años de aportes todos los meses”. Con el paso de los años, “vendí el negocio en marcha y les alquilé el local. Cuando cerró el negocio, también vendí el local”, asegura.
Tiene dos hijos y ninguno continuó con el negocio. “Con Eléctrica Jalma representábamos a la firma Conatel y en ese trabajo sigue mi hijo en forma independiente”. Carlos hoy tiene 85 años y ha ocupado algunos años de su retiro en viajar.

Aquel comercio

Define a aquel circuito comercial sanducero, del que formó parte activa durante varios años, como “muy distinto en comparación a la actualidad. En aquella época, estaba en su plenitud Azucarlito, Paycueros, Paylana y Norteña. Todos los días teníamos llamados por pedidos de algo que necesitaban. Hoy algunas, como Paylana, ya no existen y las otras trabajan de distinta forma porque lo que necesitan, lo traen directamente de Montevideo”.

Su generación vivió en el tiempo de los pioneros, como Carlos María Fraschini, fundador de Azucarlito en 1943. Asimismo, vio nacer y crecer el posterior cultivo de la remolacha en una amplia zona del departamento. “El Bocha Fraschini era una hombre muy de Paysandú y Azucarlito compraba todo acá. Incluso creo que eso pasa hasta ahora”.

Rememora la cantidad de trabajadores que movilizaba aquel pasado fabril y ejemplifica con el movimiento que generaba la remolacha. “No sé cuántas hectáreas se plantaban de remolacha, pero allí trabajaba mucha gente y el resultado de esa producción se veía en las largas filas de camiones que esperaban a lo largo de la avenida Salto (entre 250 y 300 por día). Y no solo se movía la ciudad, sino también las localidades. Eran sueldos que se cobraban todos los meses y se veían por el nivel del circulación en el centro. Pero todo eso desapareció”. Hasta la zona portuaria aportaba a esa evolución, “pero al no haber movimiento en el puerto, tampoco hay cargas o descargas. Y las cargas a granel, ahora están mecanizadas y prácticamente no necesitan personal”, subraya.

Ahora

Su generación también protagonizó los cambios en la seguridad ciudadana y compara que, bajo esta realidad y en su casa, instaló alarmas y cámaras. Porque en aquella, en la de Eléctrica Jalma, “solo una vez ingresaron en tantos años de trabajo. Esa única vez rompieron la vidriera, quisieron abrir la caja fuerte pero no tenía plata y robaron mercadería. Una sola vez en más de treinta años. Ahora en el diario se ven robos todos los días”, asegura.

Reflexiona que, incluso, se ha modificado la forma de llegada al consumidor. “La atención al cliente también cambió. Siendo patrón, conversaba con todos para buscar una solución al problema que traían. Ahora cada uno lo hace por su cuenta, el cliente prácticamente se atiende solo. Antes esa forma de venta no existía en Paysandú”.

En pandemia

Este tiempo de pandemia lo encuentra en su casa. “Hay que cuidarse y ser responsable. Hay quienes lo hacen y quienes no. Por eso, los contagios han llegado a todo el planeta”, señala.
Si mirara atrás y buscara una definición, no lo duda: “Ha sido una vida de trabajo y volvería a hacerlo”.