Astrid Sánchez: “Salvando y rescatando, nos salvamos a nosotros mismos”


Astrid Sánchez nació un 15 de julio y tiene 56 años. De profesión arquitecta, está casada desde hace 35 años y es madre de dos jóvenes –Agus, de 31 años, y Juani, de 28–, en tanto la familia se completa con cuatro perros y dos gatos, fieles testigos de los desvelos de su dueña en la Fundación Cero Callejero, recorriendo todo el país como parte del programa a través del cual se promueven las castraciones masivas, el chipeado de los perros y la ubicación en albergues transitorios para su adopción y reinserción en la sociedad.

Muchos se han preguntado por qué una arquitecta especialista en Ordenamiento Territorial, diplomada en Patrimonio, asesora de Medio Ambiente, emprendió la tarea de conformar una fundación al rescate de los animales de la calle. Pero también la pregunta sería ¿por qué no?

Como ciudadana “apasionada de la vida, la justicia, los animales, el arte y la investigación, así como de crear espacios para la felicidad y aprender siempre”, sintió el deber de aportar a la sociedad ante esa problemática tan sensible, siguiendo su consigna de “hacer rendir el tiempo que tenemos y transformar todo lo que tocamos en algo mejor”.

Y en ese camino van sus mayores sueños: “que los seres vivos reciban amor y contención; me encantaría saber que hice algo para transformar las cosas y que no haya más animales abandonados. Sueño con no acostarme y despertarme con un caso de maltrato. Sueño con un país ‘cero callejero’ y más empático”.

Muchas cosas en su vida fueron marcando ese derrotero, hasta la frase de una maestra cuando era una escolar pupila en un colegio argentino. “Mientras hacíamos manualidades en horas libres, la maestra me dijo: ‘aprovechá el silencio y el tiempo para soñar en cómo querés que sea tu vida cuando salgas. Vas a ver que luego solo tendrás que transitar el camino y llegarás a cumplir tus sueños’. ¡Eso fue lo que hice!”

“DARSE CUENTA”

Comprendiendo cómo los animales pueden llegar a sentirse “abandonados y desprotegidos”, ha hecho de sus propias penas su motor para luchar contra las cosas que actualmente la entristecen: “la injusticia, la mentira y la miseria humana”.

Y ese motor que nunca para la llevó a emprender esta odisea al frente de la Fundación Cero Callejero. “Darme cuenta, tomar conciencia; siempre fue un tema que me importó mucho y decidí no hacer más cosas por los animales en secreto y en silencio.

Atreverme a pensar en qué quería gastar el resto de mi tiempo, de qué modo podía devolver todo lo recibido, de qué modo podía agradecer a Dios el haber conseguido todo lo que me propuse en la vida: mi familia, mis hijos, mi hogar, mi cama, mi educación. Y alguien me gritó un día al salir del anexo del Palacio Legislativo: ‘vos, que trabajas ahí, ¿por qué no hacés algo por los animales? Algún día descubriré quién fue”.

“TODOS TENEMOS ALGO PARA DAR Y PARA RECIBIR”

Astrid resaltó que su impulso surge de “tener la convicción de que se puede, que las personas tenemos la capacidad de cambiar las cosas y transformarlas. Sentir que todos tenemos algo para dar y para recibir y que salvando y rescatando, nos salvamos a nosotros mismos. Ver la cara y la alegría que causa a las personas cuando ven que hay un camino y un proyecto posible a seguir da esperanza y motiva a hacer cosas maravillosas, te permite dormir en paz”.

“Tengo la obsesión de buscar soluciones a los problemas y de querer transformarlos en oportunidades. Sin darme cuenta, lo hago con todo lo que se me pone por delante, cualquier tema (una casa vieja, un problema territorial, un fracaso) y no puedo evitar ocuparme. Así encaré el tema de los animales, de su crecimiento poblacional, del abandono, la falta de empatía, el maltrato. Traté de entender el problema poniéndome en el lugar de cada uno, del que ama a los animales y del que no, del que sufre los ataques de las jaurías y del que deja la vida por protegerlos y así busqué soluciones y la sostenibilidad de las mismas desde lo que soy y desde mi formación”, aclara.
Astrid vislumbra el futuro cercano “con entusiasmo y con mucho trabajo por delante, con un camino claro a seguir con la convicción de que se puede, tratando de que la gente se acerque y apoye, que lo haga propio, que se involucre desde el lugar que pueda”.

¿Y QUÉ OPINAN LAS MASCOTAS?

“Desde que logré tener mi lugar donde vivir –cuando me casé– hasta hoy tuve muchos, algunos comprados y otros rescatados. Hoy tengo en casa dos hermanitos bulldog francés que no pude separar y me los traje, y madre e hija raza galgo; iba a adoptar una y hacer transitorio a la otra, pero me enamoré de las dos. También tengo dos gatas rescatadas de personas que fallecieron y me las dejaron a mí. Tuve animales que me marcaron la vida y el corazón”, destaca, y recuerda a “Chai, Hans, la Pipí, Ratona, Moe, Ness”.

Respecto a qué piensan de Astrid sus seis mascotas, ella cree que opinan “que soy cargosa con los mimos, que soy permisiva y aprensiva y les doy los gustos, que los entiendo pero que soy aburrida. Además, deben pensar que soy una traidora, porque siempre llego con olor a otros animales o traigo alguno en transitorio”.
“Siempre quieren estar conmigo porque soy la que los malcría y les permite cosas, me buscan para los mimos, cuando se sienten mal o cuando yo me siento mal. Ellos creen que me tienen que hacer el aguante cuando trabajo hasta tarde, pero seguro piensan que soy la más aburrida de la casa, porque para jugar buscan a los demás”.