Hace más de dos siglos…

Sí, hace más de doscientos años, fue el 10 de setiembre de 1815, cuando nuestro prócer, José Artigas, firmó Reglamento provisorio para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados, en otras palabras, el Reglamento de tierras.
Era nuestro Artigas una persona muy sagaz y muy interesada en el bienestar de todos los habitantes de la entonces Provincia Oriental, la cual era una parte de la Liga Federal que dirigía desde el estratégico lugar de Purificación.
Conocía perfectamente la desastrosa situación económica del país –que por cierto, aún no era un “país”–, a consecuencia de las continuas guerras el desorden general en la campaña, la inseguridad, la falta de producción y de trabajo. El pueblo había sufrido la invasión portuguesa y las incontables penurias del Éxodo.
El Reglamento de 1815, pretendía instrumentar medidas de recuperación económica, defender e incrementar riqueza básica de la provincia, dar paz y seguridad a la ajetreada vida de sus habitantes.
Por otra parte, buscaba que los desvalidos pudieran establecerse y producir, mejorando su vida, solucionando sus problemas existenciales. Es así que pedía que “Los más infelices sean los más privilegiados”, refiriéndose a los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y criollos pobres, así como las viudas pobres con hijos.
Tenía Artigas un profundo sentido de justicia y de igualdad social, sentido que le había sido inculcado desde su infancia y su aprendizaje con los Padres franciscanos, y supongo que por su padre, que fue una persona muy importante en el Cabildo de Montevideo.
Por supuesto que los grandes terratenientes y aquellos gauchos con arraigados hábitos de nomadismo e indisciplina, no miraron con buenos ojos este Reglamento. Pero a pesar de todo, cuando nos informamos sobre el reparto de tierras, llama la atención la extensión alcanzada. Creo que todavía quedan dueños de tierras descendientes de algunos de aquellos agraciados.
En una carta al Cabildo, en 1816, ya con una nueva invasión portuguesa en ciernes, Artigas decía: “estos robustos brazos darán un nuevo ser a esta fértil campaña, que por su despoblación no descubre todo lo que en sí encierra ni toda la riqueza que son capaces de producir”.
Ese fue el Artigas que desde 1815 nos sigue invitando, con un enfoque de avanzada, a soñar con un futuro más justo, más libre y más solidario, y con un país productivo.
Actualmente los problemas son diferentes, pero siguen existiendo. Las nuevas tecnologías en la agricultura y la ganadería, mejoran la producción, últimamente existe la forestación, y el trabajo se realiza en una forma totalmente distinta, son grandes empresas las encargadas de hacerlo, hay trabajo en equipos. Ahora los problemas se refieren a la defensa y la conservación de los recursos naturales, a la pequeña y mediana producción de tipo familiar, al que le resulta difícil competir.
Con los cambios actuales, están desapareciendo las formas de vida, los saberes y las prácticas tradicionales, lo cual no siempre es bueno, porque no se debe dejar perder el patrimonio.
Algunos se quejan diciendo que el Estado está perdiendo la soberanía del territorio, porque existen muchos propietarios cuya nacionalidad no se conoce bien. Me abstengo de opinar en este tema.
(Aclaro que estos conceptos son los expresados en un Seminario realizado hace pocos años, en la época del expresidente Mujica).
El campo produce mucho más de lo que se pensaba. Ya no hay problema de desperdicio de recursos, como había hace muchos años, pero está el peligro de perder la sustentabilidad del crecimiento agrario por la forma de explotación de esos recursos.
Agrego que el papa Juan Pablo II, cuando viajaba por algunos lugares de este país, hace más de treinta años, quedó asombrado por el despoblamiento de la campaña. Ese problema aún no tiene solución…
Aún nos sigue enseñando Artigas…
Termino con unos versos de Emilio Frugoni: “Padre del gaucho y del esclavo, indio/ Negro o mulato que sentó a su diestra/ Tu noble corazón de americano/ Que amó todas las razas de la tierra”.

La Tía Nilda