Una oportunidad

El turismo de reuniones y eventos, también llamado Turismo MICE (Meetings, Incentives, Conventions & Exhibitions) es considerado como la 13ª economía más grande del mundo. Tomando en cuenta los impactos indirectos e inducidos, los eventos del segmento significan un aporte al impacto económico a nivel global de alrededor de U$S 2,5 trillones, generando aproximadamente 26 millones de empleos en el mundo.

Ocurre que un turista de negocios o un asistente a algún congreso, tiene un gasto promedio diario de 3 a 4 veces mayor que el de un turista tradicional, por lo que se trata de un sector altamente rentable. En consecuencia, en las últimas décadas diversas regiones o ciudades han hecho importantes esfuerzos por desarrollarlo y posicionar así sus propios destinos, de la mano de la oferta turística adecuada que permita las sinergias necesarias entre el evento en sí mismo y el destino donde se desarrolla.
Se trata de una industria que genera múltiples beneficios dado que fortalece el posicionamiento e imagen de una región o destino; fomenta la expansión del turismo recreativo; rompe la estacionalidad de la oferta turística, genera nuevos empleos, beneficia a diferentes rubros: hoteles, centros de convenciones, transporte, tour operadores, restaurantes, comercio local, pequeñas y medianas empresas. Además favorece el desarrollo del conocimiento y el posicionamiento de la ciudad anfitriona.

Se trata también de un sector en el que el impacto de la pandemia por COVID-19 fue casi fatal. Ha sido una de las actividades más golpeadas por los efectos de la crisis sanitaria mundial y las diversas restricciones –aún vigentes en muchos países– al funcionamiento de los eventos y reuniones.
La situación ha causado un impacto nunca antes visto en la historia de la industria. A nivel mundial un total de 4.209 reuniones fueron afectadas en el año 2020, con más del 60% de eventos y reuniones pospuestos. Para tener idea de la magnitud alcanza con decir que esto equivale a 17.052 días de congresos así como unos 2,5 millones de participantes y pérdidas estimadas en alrededor de 7.000 millones de dólares, según datos del Internacional Congress and Convention Association (ICCA).

Algunos de los eventos mundiales de mayor relevancia que fueron cancelados en 2020 fueron la Feria Internacional de Turismo de Berlín (ITB), el 11º Congreso Mundial de Turismo de Nieve y Montaña, la Conferencia sobre el Turismo y la Industria Audiovisual, el Congreso Mundial de Turismo Deportivo, la 65ª Reunión de la Comisión Regional de la Organización Mundial de Turismo (OMT) para las Américas, la Cumbre sobre Emprendimiento, Innovación y Resiliencia, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, la Copa América y Eurocopa, las Eliminatorias Mundialistas, Ligas de Fútbol Sudamericanas y Europeas, la NBA, la Fórmula 1. Además de los anteriores, eventos ligados al ciclismo, festivales de cine, conciertos, parques de diversiones como Disneylandia, desfiles, entre otros, han parado completamente, afectando seriamente a la dinamización de la economía mundial y poniendo en riesgo a la industria turística internacional.
De acuerdo a la misma fuente, en América Latina el 70% de las reuniones (192) fueron pospuestas, el 13% se realizó en formato virtual (36) y el 16% fueron canceladas (45) en tanto que solo una fue relocalizada.

La situación de Uruguay no ha sido muy diferente. En este sentido, el presidente de la Cámara de la Asociación Uruguaya de Organizadores de Congresos y Afines (Audoca), Ing. Alejandro Abulafia dijo en una charla realizada la semana pasada por el Bureau Paysandú que también en Uruguay los efectos de la pandemia fueron muy graves para el sector. “Nos pegó en nuestra razón de ser, nosotros vivimos de juntar gente y de lo que resulta de esas reuniones y esos encuentros”, expresó.
No obstante, dijo que los sondeos realizados en Uruguay indican que “la gente está desesperada por volver a reunirse, obviamente a la espera de que las condiciones lo permitan” y opinó que la relativa mejora en la situación de nuestro país lo posicionan en un lugar ventajoso para captar las reuniones de congresos y eventos que se preveían realizar en países de la región.
Para lograrlo no solo es necesario trabajar en protocolos sanitarios sino también tener presentes algunas tendencias en el contexto de la nueva normalidad.
En este sentido, se entiende que las reuniones de negocios serían las primeras en recuperarse, mayoritariamente corporativas y de menor magnitud; en tanto que interesaran especialmente los destinos no masivos con poco nivel de contagio, protocolos seguros y es de esperar la existencia de ferias y exhibiciones híbridas con pocos participantes y versiones digitales.

La reactivación será primero en eventos locales (dentro de una misma ciudad), nacionales (entre ciudades) y posteriormente internacionales (entre países) y el pasaporte sanitario digital se volverá prácticamente un requisito para viajes así como la necesidad de un alto poder de organización y trazabilidad en los eventos.
Según los expertos en el nuevo escenario pos COVID-19, la situación favorece a destinos que comenzarán a ser más buscados para reuniones y eventos generando reactivación en el turismo de proximidad, de naturaleza, aventura, rural y los destinos no saturados.
Otros de los desafíos que se vienen para el sector es el control de la cantidad de turistas, la redefinición de rutas para evitar aglomeraciones, la asociación de destinos y una fuerte apuesta a la transformación digital.

Tampoco hay que descuidar que las necesidades de los organizadores de los eventos también están cambiando y posiblemente cambiarán aún más cuando comience la recuperación del sector. La seguridad y sanidad, así como excelentes condiciones de limpieza en sus múltiples aspectos, serán prioridad en cualquier evento y en todos los proveedores que trabajen para desarrollarlo además de los hoteles y el propio lugar de sesiones del congreso. Además, se estima que las asociaciones tendrán presupuestos más ajustados, serán necesarias mejores políticas de cancelación para dar confianza y se requerirán centros de convenciones más flexibles, polivalentes e, incluso que faciliten sesiones al aire libre o lugares naturales.
Es claro que en el nuevo escenario impuesto por lo que ha significado y aún significa la pandemia, no solo los organizadores de congresos y eventos sino también los gobiernos locales deben desplegar una estrategia global que integre a los diferentes sectores vinculados para atraer a sus ciudades reuniones y eventos.
En este sentido, si Uruguay y Paysandú pretenden captar eventos que podrían realizarse aquí, será necesario tener muy presente estas cuestiones y trabajar duro –hasta en los mínimos detalles– para lograrlo. Solo de esa manera tendremos realmente la posibilidad de aprovechar la oportunidad.