Jóvenes y trabajo, binomio frágil

En un país demográficamente envejecido como Uruguay urge que los jóvenes se integren en forma efectiva y rápida al mercado laboral. No obstante, la relación entre juventud y trabajo es compleja y frágil donde se registran importantes brechas preexistentes a las afectaciones impuestas por la pandemia de COVID-19.
En resumidas palabras, por diferentes motivos, sigue siendo muy difícil para un o una joven –aún con estudios superiores– encontrar trabajo en Uruguay.
La situación es similar en otros países de América Latina donde actualmente las personas jóvenes se ven enfrentadas a un mundo laboral cambiante y en tensión, que además demanda nuevas habilidades y una gran capacidad de adaptación.

Se trata de un tema que se cruza con otros como las oportunidades de inversión de las familias, la decisión de cuándo se debe ingresar al mundo laboral y la realidad de los sistemas educativos nacionales.
Si la pregunta es si hay que estudiar, la respuesta es decididamente sí. No obstante, ya es más difícil poder contestar a ciencia cierta hacia dónde orientar las vocaciones y cuáles serán los trabajos demandados en los próximos años.
En este sentido, es necesario que los planes de estudio –que son más lentos en sus transformaciones que las dinámicas sociales y del mercado– incorporen la formación de los jóvenes para que puedan enfrentar los desafíos del trabajo futuro. Parece impostergable que las políticas públicas promuevan programas eficaces en relación al desarrollo de habilidades socioemocionales y digitales altamente demandadas en la actualidad y que seguramente se incrementarán en los próximos años.

No solo los países europeos emergentes y los asiáticos en vías de desarrollo, sino también los de América Latina y el Caribe están viviendo procesos en los que la robótica, la automatización y la inteligencia artificial están disminuyendo los costos y aumentando la productividad, con oportunidades para un crecimiento acelerado.
Se trata de la llamada “cuarta revolución industrial” que si bien es un fenómeno global, se prevé que tenga velocidades de impacto variables en las diferentes regiones del mundo dependiendo de cuestiones como del desarrollo económico y tecnológico o las tendencias demográficas.

A su vez, supondrá repercusiones en el empleo y los modos de vida de la población así como en los requerimientos del mercado laboral a la hora de reclutar trabajadores, que seguramente requerirá conocimientos y habilidades diferentes a los que ha venido requiriendo hasta el presente.
Ya antes de la pandemia se identificó que, en general, se observa una caída en el empleo en ocupaciones que más fácilmente pueden reemplazarse por la acción de las máquinas mientras que aumenta el empleo en ocupaciones que son difíciles de automatizar porque en ellas predominan las tareas poco predecibles o codificables.
Según la publicación “El futuro del trabajo en América Latina y el Caribe” del BID, gran parte de las ocupaciones que más crecen están referidas a la economía digital y los servicios personales. En este sentido, especialidades como la computación o el desarrollo de software así como ocupaciones relacionadas a los servicios de belleza, personal de seguridad y limpieza están teniendo mayor demanda mientras cae el empleo en ocupaciones asociadas con la producción y mantenimiento, como personal de instalación, reparación y mantenimiento.

A su vez, las denominadas ocupaciones del conocimiento –como ingenieros, arquitectos, científicos o programadores– seguirán siendo necesarias en la medida que hacen uso intensivo de la capacidad de razonamiento y difícilmente puedan ser reemplazadas por una inteligencia artificial, pero también hay muchas ocupaciones del sector de los servicios que un automatismo o robot todavía no es capaz de realizar.
Ahora bien, las dificultades para encontrar un trabajo y mantenerlo no afectan exclusivamente a las personas con menor calificación o estudios. Ocurre que si bien entre los años 2000 y 2015 hubo un importante crecimiento en los años de escolaridad de la población en edad de trabajar en América Latina, con fuerte incorporación a los estudios superiores, sucedió que conforme se han ido incorporando trabajadores con estudios superiores al mercado laboral, la competencia ha sido mayor y, por ello, las opciones de ocupación profesional parecen haberse reducido. El incremento de la población con mayor nivel educativo no se ha visto acompañado por un aumento suficiente de los empleos en ocupaciones del conocimiento y por eso muchos de estos nuevos universitarios se han empleado en trabajos manuales.

Esto significa que en la América Latina prepandémica, el mercado laboral para las personas más calificadas no ha tenido el dinamismo necesario para absorber la enorme oleada de profesionales con estudios superiores que se incorporó a la fuerza laboral durante el periodo de 2000 a 2015.
¿Qué ha pasado en Uruguay? Este año un estudio del Instituto Cuesta Duarte, titulado “Los jóvenes y el mundo del trabajo” analizó el contexto y las perspectivas laborales para las personas menores de 29 años, concluyendo que la afectación asociada a la crisis por COVID-19 fue mayor para los jóvenes, que en 2020 representaban aproximadamente 23% del total de ocupados y 59% de los desocupados (siendo el 35% de los inactivos, que son las personas que no están trabajando ni buscando empleo activamente).

La afectación para el sector juvenil fue mayor que en otros segmentos poblacionales ya que el desempleo entre los jóvenes aumentó cerca de 5% en 2020, tratándose de un aumento comparativamente mayor respecto al observado para el resto de la población (1% entre quienes tienen más de 29 años).
El análisis de la demanda y oferta laboral ofrece un patrón similar, agravando la situación de partida desfavorable, ya que históricamente las tasas de empleo y actividad han sido significativamente más bajas para este grupo poblacional.
La vulnerabilidad de los trabajadores jóvenes –cerca de la mitad de los jóvenes que trabajan lo hacen en comercios, restaurantes y hoteles– también es mayor, dado que la informalidad o falta de registro ante la seguridad social llega al 30% de los jóvenes trabajadores (siete puntos porcentuales por encima de los trabajadores mayores de 29 años) mientras que el ingreso medio por ocupación principal de los jóvenes se situó cerca de $ 15.000 por debajo del resto.

Según publicó La Diaria, al realizar un informe sobre el estudio de Cuesta Duarte, “revertir esta situación requiere acciones focalizadas para atender la situación particular de este segmento de la población; la recuperación de la actividad, por sí sola, no será suficiente para lograr mejoras relevantes en este frente”.
La educación ha sido la piedra en el zapato de los últimos gobiernos de este país y algo que amerita un compromiso no solo de los actores educativos sino también los partidos políticos y la sociedad en general hacia el futuro. Actualmente es un tema que se está discutiendo en el marco de un proceso que viene también cargado de complejidades pero en el que las cuestiones antes mencionadas no pueden desconocerse ni dilatarse.