Solicitada: De buenas intenciones está empedrado el Infierno

Este refrán se puede aplicar perfectamente al científico más famoso del siglo XX, Albert Einstein, quien fue llamado por algunos el padre de la bomba atómica y que se sintió muy muy mal cuando se enteró que la primera bomba había sido lanzada sobre Hiroshima. ¡Ay de mí! Exclamó en yiddish, el idioma de sus padres. Y a partir de ese momento, y hasta su muerte, 10 años después, se sintió siempre culpable y los remordimientos lo acompañaron siempre, a pesar de que fue siempre un acendrado pacifista y que sólo había tenido una participación muy indirecta en el proyecto que fabricó la bomba.
Fue de sus investigaciones que surgió la famosa fórmula Energía es igual a masa multiplicada por la velocidad de la luz elevada al cuadrado. Es decir, la energía contenida en un cuerpo es terriblemente grande, ¡su masa multiplicada por la velocidad de 300000km por segundo, al cuadrado!. (Esta fórmula me hace pensar en la inmensa carga de energía en potencia que tiene cada uno de los átomos de nuestro cuerpo, una energía que nos abandona al morir, pero que no se pierde…).

Partiendo de esa fórmula, otros descubrieron la tremenda potencia de los átomos de uranio con su poder destructivo, pero a él no se le había ocurrido usar ese poder, era un hombre bueno que sólo deseaba la paz, odiado por los nazis y vigilado por el FBI norteamericano, justamente su pacifismo lo hacía sospechoso a los ojos de sus vigilantes.
A pesar de que Einstein condenó públicamente el uso de la bomba atómica desde el primer momento, en el imaginario colectivo su nombre quedó asociado a ella. La fórmula E=m.c², símbolo de algo que nadie entendía, aparecía en el hongo atómico que acompañaba al rostro del científico en la portada de la revista Time, de julio de 1946. Y en otra portada del Newsweek, de 1947, lo describía como “El hombre que empezó todo”.
Cinco meses antes de morir, en una conversación con su amigo Linus Pauling, en noviembre de 1954, decía: “He cometido un grave error en mi vida: firmar aquella carta. Lo hice porque existía el peligro de que los alemanes fabricaran la bomba”. Se refería a la carta que firmó, en 1939, cuando se iniciaba la guerra mundial, dirigida al presidente de Estados Unidos, advirtiéndole del peligro y pidiéndole que tome medidas para evitar el desastre.
Su Teoría de la Relatividad no fue comprendida por la gente de su tiempo y creo que aún hoy es difícil de entender. Según esta teoría, el tiempo y el espacio no son conceptos separados, sino que existe una dimensión espacio-tiempo. Dificilísimo de comprender para mi cabeza. Está la paradoja de los gemelos: un astronauta, cuando llega a la tierra después de un viaje espacial, es más joven que su hermano gemelo que quedó en la Tierra. Cuánto más joven, depende de la velocidad de su movimiento. Si pudiera viajar a velocidades mayores que la de la luz, sería terriblemente más joven. Una enseñanza que podríamos sacar, es que para mantenernos jóvenes, deberíamos movernos mucho más.

Creo que por estos conceptos, la Física se ha vuelto cercanísima a la Filosofía, a la Astrología,a la Cosmología, a la Teología.
Me parece muy importante destacar algunos hechos de su vida, algunos datos curiosos.
Nació con una cabeza más grande que lo normal, y esto, unido a que demoró en hablar, hizo pensar a los médicos que podía ser discapacitado. Era disléxico, y por ello en la escuela, tenía dificultades con el lenguaje. Cuando tenía 15 años, era un adolescente rebelde, que no gustaba ni de la clase ni del profesor. Un día, el profe le dijo que “no conseguiría nada en la vida”.
Un dato muy curioso es el significado de su apellido, significa “una piedra”. Y en efecto, fue una piedra en el camino para muchos de sus detractores, y una piedra única por su firmeza y su perseverancia para defender sus ideas .
Einstein no tenía el más mínimo interés por las cosas materiales. Según su hermana, era un auténtico espartano. Era un hombre esquivo, totalmente ajeno a la mundanidad y a las felicitaciones. Cuando, en 1921, le otorgaron el Premio Nobel de Física, nada registró en el apunte de aquel año en su diario personal. No se concedía casi ninguna distracción ni diversión, excepto las relacionadas con la actividad científica. En los tiempos libres, leía textos filosóficos, escuchaba música clásica y ejecutaba el violín.

Decía a sus alumnos universitarios: “No consideren nunca el estudio como un deber, sino como una ocasión envidiable para aprender a conocer el efecto liberador de la belleza espiritual”.
Respondía las cartas de adultos y niños, estudiantes y pensionistas y lo hacía con una frescura, una inmediatez y una autenticidad en verdad envidiables.
Respecto al sufrimiento, Einstein decía: “El sufrimiento es el único camino para alcanzar la grandeza”. El dolor existe, no podemos eliminarlo en ningún caso y esto no es una novedad. Todo depende de la aceptación de esta realidad.
En una carta a su hija Lieserl –que no se sabe si en realidad escribió– Einstein habla sobre la energía más importante, la más invisible y la más poderosa, que las contiene y las gobierna a todas, pero que nadie puede controlar, porque es infinita: el Amor. “Es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo. Es una fuerza extremadamente poderosa, para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal..

Continúa diciendo que el amor es luz, es gravedad, es potencia , es Dios y Dios es amor.
Si en lugar de E=m.c², aceptamos que la energía para salvar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.
Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada”.  La Tía Nilda