Diva Renée Cora Ferro, 105 años en plenitud

Concentrada pensando las respuestas, sin dudas un ejercicio muy bueno para la mente.

Diva Renée Cora Ferro nació el 25 de noviembre de 1916 en un hogar de 10 hermanos, creció en el Hotel Central, un referente cultural de la época, se dedicó a la docencia en el medio rural y urbano y hoy lleva una vida tranquila y mimada junto a sus seres queridos, con una rutina que comienza en la mañana con la lectura de EL TELEGRAFO, como lo ha hecho toda la vida, y continúa entre crucigramas, ejercicios en bicicleta fija y caminatas en la tarde.

Acompañada de su hija Liliana Innella, con quien vive, atendió a Pasividades para charlar acerca de lo que ha sido su vida, que hoy llega a nada menos que 105 años. Sus padres “tenían el Hotel Central, que estaba al lado de la Iglesia, donde ahora es el Salón Parroquial. Ahí viví mi infancia. En esa especie de galería que tenía el Hotel en el primer piso, donde estaban todas las habitaciones. Tocaba el violín, me enseñó el profesor Fossati. Una de mis hermanas tocaba el piano. El hotel era un poco un centro cultural de la época, desde que se fundó en 1910, y venía gente de afuera, estancieros”, a quienes les ofrecían su propio concierto entre su hermana y ella. “Era un hotel de categoría culturalmente alta”.

También recuerda de aquellos años que “incluso llegaban mujeres a tener familia ahí porque no había sanatorio. Eran atendidas en el parto por el Dr. Langón en la habitación 12A, porque la 13 no existía”, por razones de superstición, claro está.

“El hotel tenía vajilla toda sellada, que era importada por París Londres desde Francia; los cubiertos de alpaca eran importados de Italia, la porcelana Limoges, de París”, recuerda claramente nuestra centenaria entrevistada. Cabe consignar que la familia aún conserva platos grandes, cubiertos, una sopera, con el sello del Hotel Central. Sin dudas, un lindo recuerdo.

“En el hotel había un chef que había venido de Buenos Aires y hacía comidas muy ricas, ostras; cocinaba muy bien, nadie lo igualaba y no quería que nadie entrara a su cocina”, señaló, al tiempo que recordó que sus hermanos tenían la tarea de tender la mesa. Dado que su progenitor “era muy bueno con la gente y algunos le pagaban y otros no, se fundió”, por lo que debieron mudarse a una pensión sobre 18 de Julio.

Pese al cierre del reconocido hotel de aquella época, muchos de sus clientes continuaron el vínculo de amistad con la familia. “Alfredo Von Metzel era un alemán muy conocido y pasaba por casa; y la señora se llamaba Amalia, hacía unas galletitas de jengibre típicas de Alemania y las llevaba”, asegura. Sus hermanos solteros –se casaron solo 3– convivían “en una casa, se llevaban muy bien y mantenían amistad con todos los clientes del hotel. Durante mucho tiempo se visitaban”, comenta.

DOCENCIA Y UNA FAMILIA

Luego de hacer Primaria en la Escuela 8 y Secundaria en el Liceo Departamental, que funcionaba en Batlle Berres y Leandro Gómez, donde actualmente es Casa de Cultura, estudió Magisterio en el Instituto “Ercilia Guidali de Pisano” recibiéndose de maestra.

Por aquellos años conoció a Ricardo Innella con quien, luego de 4 años de noviazgo, se casaría. “A mi esposo lo conocí en un carnaval, trabajaba en Vialidad. Cuando nos casamos hicimos una fiesta en la confitería Innamorato en calle 18 de Julio y 19”, recuerda con su prodigiosa memoria.
Inició su labor docente en Guichón, ciudad a la que se trasladaba “en tren de carga” y el padre la acompañaba a la Estación. Continuó su labor en la escuela de Lorenzo Geyres durante 4 años. “Viajaba en auto con Tito, mi hermano, quien fue que me enseñó a manejar; me acompañaba porque no me animaba a ir sola. Me quedaba de lunes a viernes en la casa de Meme, una hermana que trabajaba en el almacén de Vicente Máscolo, pero la casa era muy fría, el agua se congelaba”, recuerda. Luego, en Paysandú, trabaja en la Escuela al Aire Libre y, posteriormente, en la Escuela 42 donde se hace cargo de la clase de Recuperación Pedagógica para aquellos niños que tenían dificultad de aprendizaje. Paralelamente, el hogar de los esposos Innella Cora recibió a sus dos hijos: Ricardo René (apodado Yayo) y Liliana María, quienes a la vez le regalaron 4 nietos: Alina, Manuel, Federico y Juan y ocho bisnietos. Diva viaja a Montevideo con bastante frecuencia, acompañada de su hija y yerno, para visitar precisamente a dos de sus nietos que residen en la capital del país.

SU RUTINA

Todas las mañanas al levantarse, Diva toma su desayuno, consistente en tostadas con manteca, yogur, ciruelas negras y naranja, “después leo EL TELEGRAFO. Hago bicicleta fija y tengo un aparato eléctrico para mover los pies”, nos describió al consultarle sobre su rutina diaria.
En su cuidado colaboran “Marlene, que viene de mañana y me ayuda. Después del almuerzo viene Rosa, que es muy compañera, me ayuda a bañarme, jugamos a la conga y hacemos los crucigramas del diario. De tarde salimos a caminar hasta la plaza Bella Vista”, contó. Los sábados y domingos, en tanto, disfruta de paseos en auto por la playa.