José “Pocho” Gargano, desde los 14 años dedicado a la mecánica

José “Pocho” Gargano (78), reconocido mecánico de nuestro medio –hoy ya retirado–, pisó un taller cuando tenía tan solo 14 años y se dedicó plenamente, durante unas cuantas décadas, a esta profesión con verdadera pasión.
“Empecé cuando tenía 14 años con Julio Fidel Rodríguez, en calle Queguay (Dr. De Herrera) entre Solís y Soriano, como ayudante de mecánico de auto”, recordó Gargano durante la charla que mantuvo con EL TELEGRAFO. “Mi padre no quería que trabajara, quería que estudiara, y yo quería trabajar porque me daba vergüenza que me diera plata para salir los fines de semana, entonces transamos en que trabajaba medio día en el taller y en el otro medio día iba a UTU. Fui dos años y dejé; todo lo aprendí en la práctica en los diferentes talleres”, aseguró.

Luego “me fui a trabajar con un primo en una estación de servicio, pero no me gustaba, lo mío era la mecánica, entonces me fui al taller Maracaná, en Vizconde de Mauá entre 25 de Mayo y Colón. Era un taller de chapa y pintura, el dueño tenía una camioneta, y como yo sabía de mecánica me pidió que se la arreglara” y así lo hizo. Luego, “como vio que yo era muy buen soldador, me pidió que me quedara a trabajar con él, y aunque yo no quería, como pagaba muy bien, me quedé como 2 años. Después estuve en el taller ‘Los Sureños’, en 19 de Abril entre Florida y Uruguay”.
Con tan solo 17 años pero ya habiendo adquirido conocimientos y experiencia en mecánica, en los distintos trabajos, decide independizarse e instalar su propio taller. “Me fui a trabajar a la casa de mis padres que tenían un espacio grande, y después dos amigos me insistieron para poner un taller juntos, así lo hicimos, pero después se fueron y yo seguí solo”, comentó.

Tiempo después, junto a “otro amigo que era tapicero, alquilamos un galpón en Carlos Albo entre Florida y Uruguay, e instalamos un taller de autos y motos, donde estuvimos unos cuantos años, hasta que le presté el galpón a un amigo y me fui a trabajar a mi casa”.
Pero además de su pasión por los fierros, Gargano nos contó acerca de su actividad laboral polifacética, pues también trabajó en AFE, donde “entraba a las seis menos cuarto y salía a la una menos cuarto, comía y después trabajaba hasta la 1 o las 2 de la mañana en el taller. Dormía muy poco, casi nada, siempre fui así. Después tuve un taller de bombas diesel, tuve una curtiembre, tuve un criadero de pollos. Siempre hice 2 o 3 cosas”, aseguró.

“ME TRAÍAN MOTOS DE TODOS LADOS”

Sobre fines de los ‘70 y principios de los ‘80, Gargano comienza a dedicarse exclusivamente a la reparación de motos, coincidiendo ese momento con “la época de las motos blancas de la Intendencia. Yo tenía el servicio oficial de esas motos Suzuki, entonces dejé todo lo demás y agarré solo motos”, relató. Esas motos a las que hace referencia el entrevistado, eran conocidas en ese entonces como “las patrulleras” de la Intendencia.
“Me traían motos de todos lados. Por ejemplo, yo tenía dos clientes con motos grandes en Guichón –450 cc y 500 cc–, uno trabajaba en un banco y el otro en UTE; me las traían a arreglar y yo se las llevaba andando, me encantaba”, recordó.

Consultado a si ha evolucionado mucho el funcionamiento de las motos desde aquellas épocas en que él se inició con respecto a la actualidad, respondió que sí, citado a modo de ejemplo que “desde hace un tiempo, no demasiado, no traen más platino, traen encendido electrónico y no traen más carburadores, traen inyectores. O sea, con la tecnología de hoy en día si no tenés herramientas, marchaste”. A la vez, “están las motos chinas a las que cualquiera le mete mano y con un teléfono –consultando por Internet– las arreglan más o menos y las hacen andar”, observó. En ese sentido, agregó que “lo principal de la mecánica no ha cambiado” para las motos comunes, sino que la mayor evolución se ha dado “en los motores muy rebuscados, muy especiales, muy caros”.
En la actualidad, “se han entrado a valorizar las motos inglesas”, señaló. Citó el ejemplo, de un muchacho que recientemente compró una Triumph, “que no se veían más y tienen una tecnología de primera”. En la misma línea están las BMW, que “es preciosa. Son motos muy caras”, consideró.

“UN AUTO LO TIENE CUALQUIERA, UNA MOTO NO”

En la visión de este experiente mecánico, “un auto lo tiene cualquiera, una moto no, porque es muy cara de mantener y te tiene que gustar, porque si llueve te mojas, pasas frío”. Argumentó que una moto “es caro mantenerla, porque es muy delicada. Antes era carísimo pero se mantenían bien, ahora nadie les hace más nada. Cada 3 meses por lo menos tenés que cambiar el aceite, lubricar la cadena, maromas, un montón de cosas, y si lo haces bien sale caro, entonces no lo hacen, o lo hacen ellos en la casa”, sostuvo.

En esos casos en que no hay el mantenimiento recomendado, “cuando se les rompe o se las roban, sacan la cuenta y les conviene comprarse una nueva”, razonó.
Sobre este tema, Gargano también comentó que se ven motos con “falta de mantenimiento y mal atendidas. Por ejemplo, me han traído motos que están todas mal armadas, porque las desarmaron para hacerle un service y las armaron mal”.
A lo largo de su permanencia en esta profesión de unas cuantas décadas, ha mantenido “clientes de toda la vida, de motos Suzuki FB100 o Honda 70 y 90, que son buenas motos y no son demasiado caras”.

Aún se ven en las calles las clásicas ‘Honditas 50’, pero sobre este modelo Gargano decía que “no hay repuestos, porque vienen pero son todos chinos. Por ejemplo si se rompe un guardabarro, compras uno chino y lo vas a calzar y no calza”.
Ya finalizando la charla, refiriéndose a cómo vivió, dedicado a esta profesión de la que se jubiló hace unos cinco años, concluyó: “La amo, corrí en auto, corrí en moto, hice todo lo que yo quise. Me encantaría tener 40 años menos. Es increíble, cierro los ojos y no puedo creer que tengo 78 años”.