El presupuesto de la ciencia

Hace dos años cuando buena parte del sector científico nacional trabajaba fuertemente para paliar la pandemia y desarrollar conocimiento que nos permitiera salvaguardar a la población y responder con innovación nacional, ante la imposibilidad de manifestarse de otras formas debido al distanciamiento social, unos cuatrocientos investigadores uruguayos de diferentes áreas hacían videos para oponerse a los recortes presupuestales a la ciencia. Hoy, las penurias siguen vigentes y generan nuevas movilizaciones motivadas por los recortes y magros presupuestos.

La semana pasada la Mesa de diálogo nacional por la Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) emitió una declaración pública en la que señala que la asignación de presupuesto para el sector en la presente Rendición de Cuentas “resulta claramente insuficiente para sus actores, que conocen las deficiencias actuales del sistema y la urgencia de lograr una mayor inversión”.

La referida Mesa es el resultado de la autoconvocatoria de diferentes actores relacionados a los temas de Ciencia, Tecnología e Innovación, entre los que se incluyen la Asociación de Investigadoras e Investigadores del Uruguay (Investiga Uy), Departamento de Desarrollo Productivo del Pit Cnt, Asociación de Docentes de la Universidad de la República, Asociación de Trabajadores de Educación y Cultura, base del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, y la Asociación Uruguaya de Posgraduandas y Posgraduandos, a los que luego se sumaron el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, Instituto Pasteur de Montevideo, Universidad de la República, Universidad Tecnológica del Uruguay, Asociación de funcionarios del LATU, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Universidad Católica del Uruguay y las gremiales de trabajadores de UTEC y la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay.

Como se puede observar, allí están los principales actores del ecosistema científico del país, quienes sostienen que el estado actual es “el de estancamiento presupuestal luego de una disminución sostenida en la inversión en los últimos años, lo cual representa un retroceso”, ya que la inversión actual en Ciencia, Tecnología e Innovación es muy inferior a la de la región y el mundo”.

“El gobierno se apoyó fuertemente en el sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación durante la pandemia, tanto para actuar en el plano sanitario como para tomar decisiones informadas, lo que resultó fundamental en la gestión de la emergencia. El sistema de CTI está en condiciones de replicar ese apoyo en muchos otros ámbitos de la vida nacional. Sin embargo, ello exigiría una atención a su permanencia y fortalecimiento, que claramente no está presente en esta Rendición de Cuentas. Los recursos previstos no dejan margen ni para la necesaria consolidación de corto plazo ni para construir políticas públicas de largo plazo”, señala la declaración.

Agrega que “para producir conocimiento, realizar tests de diagnóstico empleando tecnología de punta e incluso importar tecnología, se necesitan recursos humanos con formación científica de calidad”. “Consideramos –y no podemos sino pensar que el Parlamento Nacional está de acuerdo– que sin inversión en CTI no es posible el desarrollo económico, social y sustentable del país”, agrega.

En Uruguay la ciencia se financia fundamentalmente con fondos públicos. Actualmente 1.700 investigadores uruguayos que en su mayoría trabajan en la UdelaR, el Instituto Clemente Estable, Instituto Pasteur o el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), forman parte del Sistema Nacional de Investigadores creado por la Agencia Nacional de Investigadores (ANII) que destina recursos a proyectos de distintas áreas, lo que ha permitido alguno hitos en el panorama científico de un pequeño país como el nuestro.

Muy por el contrario del panorama que plantea la Rendición de Cuentas, lo que necesita el sistema científico es fortalecerse. En su comparecencia en la Comisión Permanente de Ciencia, Innovación y Tecnología del Senado el coordinador del Grupo Asesor Científico Honorario y profesor titular del departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de la UdelaR, Rafael Radi, presentó un documento aprobado por el Consejo Directivo de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay (ANCIU) donde se plantea una “situación crítica de escasos recursos nacionales para ciencia y tecnología” y se proponen 16 “acciones urgentes que atender desde el punto de vista presupuestal para el apoyo y desarrollo de los componentes básicos del Sistema de Ciencia y Tecnología”.

La propuesta enfatiza en la necesidad de fortalecer los principales instrumentos de apoyo al sector atendidos por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), de actualizar “el estímulo del Sistema Nacional de Investigadores a valores reales de 2009” –dado que ahora se encuentra en 42% del valor 2009– y propone reforzar el Fondo Clemente Estable y el Fondo María Viñas y en ambos realizar llamados anuales. Agrega la necesidad de inversiones en equipamiento de alto porte, sofisticado y de avanzada, expandir del Sistema Nacional de Becas predoctorales y posdoctorales, y fortalecer presupuestalmente los programas de posgrados científicos, entre otros.

No son propuestas antojadizas. En Uruguay la ciencia se financia fundamentalmente con fondos públicos.
Pero además, hay que tener en cuenta que el conocimiento científico se genera casi exclusivamente en el sector público ya que un 75% proviene de la investigación en la Universidad de la República y un 25% casi enteramente en los institutos de investigación estatales. Lejos de la imagen romántica que se pudiera tener de nuestros científicos, lo cierto es que la mayoría de ellos trabaja en condiciones de precarización y muchos se ven obligados a emigrar, constituyendo cada caso una gran pérdida para el país.

Por otra parte, un hecho totalmente inesperado y crítico como la emergencia sanitaria puso en relevancia la necesidad de hacer ciencia en el país como sostén de soberanía y autonomía en las decisiones, para desarrollar soluciones a medida en los tiempos requeridos y acordes a nuestra realidad. Eso se hizo a nivel de la ciencia básica y aplicada, con gran creatividad, innovación y en forma sensible y comprometida –además de muy alta calidad– en condiciones de escasez de recursos que no pueden perpetuarse, dado que en lugar de seguir siendo la cenicienta de los presupuestos públicos, lo que la ciencia uruguaya necesita son políticas de largo plazo. Porque como plantean los científicos movilizados, sin inversión en Ciencia, Tecnología e Innovación no es posible pensar en un desarrollo económico y social sustentable para el país.