Arecio Fagúndez, una vida entre números y acordes de guitarra, y un hombre “muy feliz”

Arecio Fagúndez en el living de su casa.

Arecio Fagúndez Ortiz (76), es un artista sanducero que desde muy pequeño conoció su vocación por la música, y sobre todo su amor por la guitarra, pero que se dedicó plenamente a ella una vez jubilado con el lanzamiento ya de dos discos: “Memorias de mi guitarra” y “Volver a la Vida”. En el living de su casa recibió a Pasividades para relatarnos acerca de su infancia, su juventud, su trabajo entre números, su familia y la música, y manifestarnos que por sobre todas las cosas es un hombre “agradecido a la vida”.

Nació en un hogar de 14 hermanos, siendo él el más pequeño. Sus padres, Carmelo y Ciriaca, decidieron mudarse a Paysandú en 1948, desde “las costas del arroyo Guaviyú al Norte, por la zona de Bella Vista, donde vivíamos en una chacra cuando yo tenía sólo 3 años. Muy vagamente recuerdo de mi vida en campaña que en una ocasión mi hermano Ricardo me pasó a caballo el arroyo Guaviyú porque estaba crecido y veníamos de Quebracho”.

De sus años en la escuela, recuerda que primer año lo hizo en la Nº 1, porque vivían en la zona Sur de la ciudad. En aquellos años “era todo baldío –papá sembraba en los alrededores de la casa–, todos caminos de tierra y, como yo siempre cuento, cuando llovía mi madre me ponía unas alpargatas viejas, y en una bolsita un calzado mejor y una toallita. Cuando llegaba a calle Sarandí, que había un surtidor de agua, me lavaba los pies y me cambiaba el calzado, iba a la escuela y a la vuelta hacía lo mismo. Al otro año ya empecé en la Escuela 6”.

Luego asistió a la entonces llamada Escuela Industrial, donde “estudié Industria y Comercio”, indicó. Una vez que terminó sus estudios, “el 2 de agosto de 1962 me fui a trabajar a un comercio llamado ‘José Estefanell S.A’, era panadería y ramos generales en calle Leandro Gómez entre Zorrilla y Queguay (hoy Dr. Herrera), y el 2 de octubre, un profesor –que fue como mi segundo padre porque me guió en muchas cosas– me dijo ‘mañana vamos a otro trabajo’ y es así que ingresé a Calpa, donde trabajé 22 años”.

“Con 16 años entré como cadete y fui escalando posiciones. Con los años quedé al frente de la parte de Contaduría y comencé a llevar también las cuentas de otras cooperativas agropecuarias”, al mismo tiempo que de otras empresas particulares, comentó. Paralelamente “yo trabajaba en negocios rurales; llegué a tener 4 trabajos al mismo tiempo”, recordó. “Cuando tenía remates, en Calpa me permitían ir, como liquidador o para hacer el certificado de guía en la época que todo se hacía manual. Trabajé con todos los rematadores de la época y con los bancos también, sobre todo con el Banco Comercial; me contrataban para hacer los certificados guía”, contó.

Entre muchas anécdotas, permanece muy presente su viaje a Israel en 1977. “Participé en un llamado para hacer un curso de mercadeo agrícola cooperativo, ofrecido por la Embajada de Israel, y finalmente quedé entre los dos seleccionados para viajar. Éramos 34 latinoamericanos y fue una muy linda experiencia. Los compañeros, cuando se enteraron que yo tocaba la guitarra, me consiguieron una y durante los viajes de estudios siempre terminaba haciendo una presentación”, relató.
Una vez que se retiró de Calpa, inició su propio emprendimiento comercial, “llegué a tener panadería y carnicería”. Cuando cumplió 60 años, y tras una vida de intenso trabajo se jubiló, tal cual lo había planificado, según nos dijo.

LA FAMILIA Y LA  MÚSICA EN SU VIDA

Desde hace 42 años está “felizmente” casado con Estela Mary González, con quien tuvo dos hijas, Melisa Soledad y Virginia Belén, y además tienen un nieto de 20 años, Marcos.
“Desde los 5 años toco la guitarra y también violín. Tengo dos discos grabados”, dijo orgulloso nuestro entrevistado, cuando nos habló de su vocación artística, a la que definió como “mi segundo amor”.

“Cuando yo tenía 16 años integraba un conjunto que se llamaba ‘Los Litoraleños’”, contó y recordó de aquellos años una anécdota que aún permanece muy nítida en su memoria: “Cuando el Canal 4 de Montevideo cumplió 3 años, nosotros fuimos junto a una delegación sanducera, entre la que también se encontraban ‘Los Costeros’ que dirigía Sampayo”. Asistieron delegaciones de artistas de todo el país, porque detrás de esta convocatoria, según pudieron enterarse luego, estaba la aspiración del Club del Clan argentino de elegir a un grupo uruguayo como telonero de una gira que realizarían por Argentina y países limítrofes.

“Ahí estaban todos los artistas que lo integraban, Palito Ortega, Violeta Rivas, y así tuve la oportunidad de conocerlos. Tocamos dos temas, y cuando estábamos en el camarín nos invitaron a tomar un café con el representante del Club del Clan, fuimos y nos invitaron a participar en esa gira. La ignorancia a veces te mata, le contestamos que no, que nos volvíamos para Paysandú, y cuando vinimos y contamos, nos querían matar”, recordó sonriente.Ya siendo adulto le surgió la posibilidad de cumplir con un sueño de toda su vida: grabar su primer disco, que se llama “Memorias de mi guitarra”. “Son 12 temas, hice 2 cantados solamente y los demás instrumentales, y fui acompañado por dos sanduceros, dos grandes amigos, Eduardo ‘Chito’ Lemes y Ramiro Della Valle”. Lamentablemente, “no lo llegamos a presentar como teníamos previsto en la Semana de la Cerveza, en 2014”, ya que en ese momento sufrió un grave quebranto de salud que lo dejó al borde de la muerte. “Me salvé porque no era la hora”, aseguró.

“Tuve disección de aorta”, precisó, por lo que debieron trasladarlo en grave estado para ser intervenido quirúgicamente en Montevideo, y tras unos cuantos días en CTI, recuperarse plenamente. Sin embargo, el mismo año debió ser internado en CTI, a causa de una pulmonía y nuevamente su vida estuvo en riesgo. Pero “pude salvar la petisa y acá estoy”, dijo. En el 2018 nuevamente su salud se vio afectada seriamente y hoy, a propósito de estos momentos difíciles que debió atravesar, reflexionó: “Soy católico y, como digo siempre, hay que tener fe, además de un agradecimiento a toda mi familia, mi señora, mis hijas, mis hermanos, y amigos que estuvieron al lado mío en todo momento”. La vida nos pone a prueba muchas veces, sin dudas, pero depende de nuestra actitud el cómo continuar. Y en este sentido, este artista demostró que los momentos límites a veces son el motor para impulsarnos a continuar con mayores bríos. Prueba de ello es que mientras se encontraba internado en Montevideo, en 2014, se propuso que de salir de esa situación grabaría un nuevo disco. “Cuando volví a Paysandú, hablé con Chito, cambiamos ideas con Ramiro y ahí agregamos otro integrante a la grabación, que hoy es uno de los bandeonistas que toca en Casa de Cultura, Jorge Medina. Así grabamos el segundo disco ‘Volver a la Vida’, en 2017. Son 10 temas cantados y dos instrumentales”, relató orgulloso.

Para Arecio la música es “mi segundo gran amor, siempre fue un sueño”, aseguró en la agradable charla que sostuvimos y en la que también dejó en claro que es, y ha sido, un hombre “muy feliz”, pero por sobre todo “agradecido a la vida. No feliz, muy feliz, porque pude formar con mi señora un hogar precioso, con los años que llevamos juntos, y tengo dos queridas hijas y un nieto”.
El haber estado al borde de la muerte en más de una ocasión “te deja una enseñanza muy grande, porque ves que en esta vida estamos de paso nomás y la tenemos que disfrutar al máximo, tratando siempre de construir, haciendo la mayor fuerza para poder lograr los objetivos”, observó.

“Querés más la vida y te preguntás más de una vez por qué hay tanto egoísmo, tanta envidia, que no conduce a nada. Es tan lindo llegar a tu casa y sentirte tranquilo, cuando te acostás poner la cabeza en la almohada y saber que lo que tenés, poco o mucho, lo lograste con el trabajo; ser una persona de bien y nunca perder la humildad ni olvidarnos de nuestras raíces”, concluyó este gentil artista.