Economía y turismo, vientos difíciles

Recientemente el ministro de Turismo, Tabaré Viera, destacó públicamente el desafío que representa para el país el desarrollo del turismo en el contexto de pospandemia así como la actual situación regional debido a la diferencia cambiaria, que también involucra al sector exportador, la coyuntura internacional y la inflación desencadenada a raíz de la guerra entre Rusia y Ucrania, que derivó en una suba de los precios.

Sus palabras reflejan claramente las perspectivas de los organismos financieros internacionales que están señalando que los países han tenido una mejor recuperación que lo esperado a la salida de la pandemia, y en este sentido, el escenario regional latinoamericano podría llegar a ser un poco mejor que lo inicialmente previsto para este año aunque los pronósticos continúan adversos para el 2023. En este sentido, el Fondo Monetario Internacional mejoró las perspectivas para América Latina y el Caribe, señalando que es esperable que crezcan este año un 3,5% (en comparación con el 3% pronosticado en julio pasado), pero es pesimista para 2023 debido a la inflación y altas tasas de interés mientras a nivel global continúan los efectos de la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania.

“A la salida de la pandemia los países han podido recuperarse bien”, declaró a la AFP Ilan Goldfajn, economista jefe del FMI para América Latina, quien señaló que para la región ha sido un año de crecimiento más elevado de lo que se esperaba.

“La recuperación ha continuado. Yo diría que es una buena noticia. El problema es saber si este buen momento se mantiene en el futuro y (…) pensamos que no continúa”, debido a la suba de las tasas de interés para combatir la inflación, y a la caída del crecimiento en Estados Unidos y China, añadió.
En un asunto que toca de cerca los intereses uruguayos, el FMI advierte que es probable que los exportadores de materias primas, como los países de Sudamérica, México y algunas economías del Caribe, “vean reducidas a la mitad sus tasas de crecimiento el próximo año” porque la caída de los precios de estos bienes amplifica el impacto del aumento de las tasas de interés.
A la interna de las economías nacionales, el principal problema de la región es la inflación y según la entidad financiera internacional, los precios en la región seguirán por las nubes con una inflación promedio de 9,5% el año que viene en América Latina.

El FMI advirtió que el crecimiento del próximo año está desacelerándose más rápidamente de lo proyectado en julio pasado, a 1,7% (-0,3 puntos porcentuales) y esta situación también puede reducir las exportaciones, las remesas y el turismo en la región.
En el caso del turismo las pérdidas ocasionadas por la pandemia han sido muy fuertes. El último número del Barómetro del Turismo de la OMT muestra que en 2021 se perdieron 1 billón de dólares en ingresos por exportación del turismo internacional, que se suman al billón perdido en 2020, el primer año de la pandemia. No obstante, en 2022 el turismo internacional siguió dando claras señales de recuperación y, según la Organización Internacional de Turismo, en los siete primeros meses de 2022, las llegadas alcanzaron el 57% de los niveles anteriores a la pandemia.

Según el último Barómetro del Turismo Mundial de la OMT, los números globales correspondientes a las llegadas de turistas internacionales casi se triplicaron de enero a julio de 2022 (+172%) en comparación con el mismo período de 2021, lo cual significa que el sector se situó casi al 60% de los niveles anteriores a la pandemia. Se trata de una recuperación que obedece a la fuerte demanda reprimida de viajes internacionales, así como de la flexibilización o el levantamiento de las restricciones de viaje.
Actualmente, también el Banco Mundial está previendo que variables complejas como el aumento de los tipos de interés en las principales economías, el incremento de los precios de la energía y de los alimentos y las crecientes perspectivas de una recesión mundial serán las principales amenazas para la recuperación del turismo internacional en lo que queda de 2022 y 2023.
La posible ralentización se refleja ya en el último Índice de Confianza de la OMT, que muestra unas perspectivas más cautelosas, así como signos de menor crecimiento en las tendencias de reservas.

En este sentido, para el 2023 los expertos en turismo se muestran cautelosamente confiados. No obstante, el incierto entorno económico parece haber invertido las perspectivas de volver a los niveles anteriores a la pandemia a corto plazo.
En nuestra Tacita del Plata, las cosas tampoco pintan del todo bien. Especialmente por la situación económica de Argentina, principal país emisor de turismo hacia Uruguay.
Nuestro país ha tomado históricamente, y reforzado ahora, medidas para favorecer el arribo de turistas. A esto se suma mejoras para recomponer la conectividad aérea –habiéndose logrado captar el 70% de las frecuencias que existían antes de la pandemia– y se ha continuado el trabajo del gobierno anterior en cuanto a la desestacionalización de la oferta turística, además de desarrollar estrategias y de alianzas transversales con las administraciones departamentales y con el sector privado para reactivar el crecimiento.

En los próximos días será lanzada la campaña de promoción de la temporada de verano, para la cual se invertirán unos 70 millones de pesos en acciones publicitarias, 70% en el exterior y 30% en turismo interno. La finalidad es informar sobre la ampliación de los beneficios para turistas residentes y no residentes, como forma de llegar a las personas que están comenzando a tomar sus decisiones turísticas para el verano. Evidentemente, incorporar fuertemente a los propios uruguayos en esta batería de incentivos era algo que se imponía por lógica dado que ha sido, en primer lugar, el turismo interno el que ha permitido que el sector comenzara a recomponerse. Ahora su extensión hasta abril del año próximo también resulta oportuna.
En Uruguay el turismo es un sector de la actividad nacional que tenía antes de la pandemia un rol fundamental en la generación de divisas y empleo pero el “tsunami” provocado por la pandemia arrasó con todo eso, obligó a cierres de frontera y la detención de las actividades turísticas con el consecuente impacto en las empresas y familias que hay detrás de ellas.

La recuperación de la actividad es lenta y no ha sido fácil. El turismo es un sector muy sensible y frágil a este tipo de calamidades globales que por una parte plantean nuevos problemas y desafíos y, por otra, agudizan problemas previamente existentes. Situaciones internacionales y regionales hoy están impactando fuertemente en las economías y suponen nuevos vientos adversos que habrá que sopesar y enfrentar dado que ponen nuevos interrogantes sobre un sector en que desde los tomadores de decisiones nacionales como el emprendedor turístico más pequeño necesita entender hacia dónde va y cómo repercute cada movimiento. Es un asunto crucial porque, evidentemente, hay mucho en juego.