Educación para el mundo del trabajo

Los problemas estructurales que arrastra el sistema educativo uruguayo desde hace muchos años implican que se manifiesten y acentúen problemas que tienen que ver con calidad, cobertura e iniquidad, con notorio impacto en la deserción estudiantil, de acuerdo a la opinión de Javier Lasida, presidente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), quien aborda de este modo una problemática en la que existen diversidad de opiniones, ya a partir del diagnóstico, en los expertos en la problemática.

En declaraciones al semanario La Mañana, el jerarca consideró además que la distribución de los recursos prioriza a los alumnos de mayores ingresos, pero sostuvo a su vez que la reforma educativa va en el camino correcto con vistas a resolver las dificultades.

Acerca de las conclusiones a las que ha podido arribar el instituto en lo que va del período, dijo Lasida que “en primer lugar, Uruguay logró resolver bastante bien en términos comparativos la adversidad generada por la pandemia en el sistema educativo, que tuvo muchísimos menos efectos que los que se registraron en otros países en cuanto a los procesos de aprendizaje. La segunda es que se mantienen problemas estructurales muy graves que tiene el sistema educativo desde hace décadas en términos de calidad, cobertura e iniquidad de su funcionamiento”.

Sobre la problemática escolar, dijo que la investigación del instituto ha permitido establecer que hay centros educativos que logran mejores resultados a los esperados, habida cuenta de las características socioeconómicas de la población que asiste. El Ineed puso el foco para establecer qué es lo que hacen bien estos centros y “por qué logran romper con un problema muy grave que tiene el Uruguay, que son las fuertes diferencias entre lo que aprenden los sectores de menores ingresos y los de ingresos altos. Encontramos algunos centros que logran romper esta iniquidad”.

Mencionó que la mayoría de estos centros se encuentran en el Interior, con influencia asimismo del horario extendido, y consideró que en buena medida las escuelas Aprender (Atención Prioritaria en Entornos con Dificultades Estructurales Relativas) también se inscriben en esta diferenciación positiva.
Asimismo, mencionó como factor favorable que en esos lugares existe un fuerte liderazgo orientado a lo educativo “y donde los docentes trabajan en conjunto. El trabajo docente en Uruguay es muy solitario, a diferencia de lo que da buenos resultados en el mundo y también en nuestro país, según pudimos comprobar en esta investigación. Son centros donde los maestros promueven actividades que suponen mayor autonomía de los estudiantes y más orientadas a la comprensión que a la transmisión de información. Además los alumnos tienen sentido de pertenencia al lugar”.

Subrayó que de estos datos surgen elementos muy importantes, y que “refuerzan una política educativa de la ANEP en el sentido de que es fundamental fortalecer al centro educativo como actor, no sólo al docente trabajando individualmente. Esto que encontramos en Primaria vamos a estudiarlo también en educación media, pero se puede suponer que vamos a hallar cosas parecidas”.

Otros aspectos considerados tienen que ver con la deserción en Secundaria, sobre lo que analizó que “es cierto que la educación recibe estudiantes desiguales de familias con diferencias, pero hay estudios donde le preguntan a los alumnos por qué abandonan la educación media, y la mitad dice que no le resulta interesante, tanto el de ingresos más bajos como el de ingresos más altos. Los primeros que abandonan son los más pobres, y lo hacen incluso con un costo económico, porque cobran asignaciones familiares y eso se corta si abandonan”.

“Hemos observado también que la distribución de los recursos no prioriza a los alumnos de menores ingresos, sino a los de ingresos más altos, porque los profesores de grados más altos van a los liceos y UTU donde van estos últimos. Entonces lo que quiero decir es que hay una contribución muy fuerte a la iniquidad que hace el sistema educativo”, apuntó el jerarca.
Destacó paralelamente que “ha habido un cambio muy importante en el sistema educativo, que lo hizo la gente, que fue haber priorizado cada vez más la educación técnica por encima de la educación secundaria en general”, habida cuenta de que en el año 2000 la educación técnica era de alrededor del 5 por ciento del total de la educación media y hoy es casi la tercera parte, en tanto aportó que “los estudiantes quieren una educación media más cercana al mundo del trabajo, pero la educación uruguaya en términos comparativos es la que está más lejos”.

Estas reflexiones coinciden con conceptos vertidos desde esta página editorial en el sentido de que el divorcio que históricamente ha sido planteado en cuanto a la educación tradicional y la capacitación para el trabajo en el Uruguay aparece como un desafío que ha sido abordado hasta ahora solo tangencialmente, porque no se ha encarado con la contundencia y decisión necesaria el adaptar la capacitación a la evolución del mercado de trabajo. Ello determina que buena parte de los egresados de la educación secundaria y terciaria se encuentren con un notorio déficit en capacitación para los puestos laborales disponibles que se van creando en el país, y que se ha desperdiciado tiempo en conocimientos generales que soslayan la capacitación para el mercado de trabajo.

A estos elementos debe agregarse un porcentaje creciente de deserción a medida que se avanza en el sistema educativo, en parte porque hay desestimulo para la juventud en seguir los estudios, que puede deberse a hogares problemáticos en cierta medida, a falta de información sobre como canalizar aptitudes o inclinaciones para traducirlo en el área del empleo a través del estudio, y también a déficit en la oferta educativa para insertarse en la demanda laboral de las empresas.

Este es un rumbo a corregir, más allá de avances en el diagnóstico, como llave para promover un circuito virtuoso entre la teoría y la realidad, y generar una reforma educativa que avance en sentido práctico, apuntando en gran medida a la formación para el trabajo, en el área que sea, porque implica asimismo motivación para el estudiante v por ende reducir la deserción, además de formar y retener a los jóvenes en un sistema educativo que los prepare para los desafíos del mundo laboral.