El barco “cripto” hace agua

Puede que de lejos se vea como una de esas crisis de las que nos enteramos porque se comentan en las noticias internacionales y no se entienden mucho, ni nos afectan, como aquella de las “Punto com” que sacudió varias bolsas de valores e hizo desaparecer a fines del siglo pasado, como el meteorito a los dinosaurios, a empresas que en su momento parecía que iban a comerse el mundo, con AOL como la más emblemática, pero con otros nombres como Yahoo!, Terra o Starmedia en el mundo latino. Ahora el mundo financiero repite, con peculiaridades pero con muchas similitudes, las horas de incertidumbre pero con las criptomonedas, de las que muchos vienen advirtiendo hace un buen tiempo que se estaba conformando una burbuja financiera. Parece que esta burbuja está llegando al límite de su capacidad y ha comenzado a desvanecerse violentamente.

Antes que nada cabe una básica explicación sobre la tecnología en que se basan las criptomonedas y los NFT (non fungible tokens), la blockchain, literalmente “cadena de bloques”, un mecanismo digital basado en operaciones matemáticas que opera como una certificación descentralizada. Pongamos un ejemplo: cuando alguien compra un bitcoin, simultáneamente todos quienes forman parte de la misma cadena de bloques se enteran de esa compra y todos tienen esa operación registrada automáticamente. Lo mismo ocurre con los NFT, que son certificados digitales de propiedad: cuando alguien compra una imagen a todos le consta esa compra y por lo tanto se reconoce esa propiedad. Claro, está el detalle de que hay tantas cadenas de bloques como se nos ocurra, es decir, cada criptomoneda tiene la suya, de allí que a la postre todo termine siendo una cuestión de confianza, como con el dólar, y de especulación, por supuesto.
Tecnológicamente la idea es genial, pero en su aplicación se ha desvirtuado respecto a la idea original. En el proceso se generó todo un mundo de cosas, desde gente bienintencionada que creyó encontrar un refugio para sus ahorros personales hasta personas que buscaron un refugio para evadir sus responsabilidades impositivas y, por supuesto, también ha sido un refugio para transacciones criminales.

Esta crisis comenzó con un episodio muy comentado meses atrás que tuvo como protagonistas a Terra y Luna, una criptomoneda y una moneda estable (stable coin), que tenía como referencia al dólar y oficiaba como respaldo de la otra, una luna valía un dólar, hasta que dejó de valerlo y complicó a toda la cadena.
¿Y ahora qué pasó? FTX una importante plataforma de transacciones (verán su publicidad en el auto de Lewis Hamilton, en la Fórmula 1) que había rescatado a varios fondos recientemente, tuvo que ser rescatada tras sufrir una crisis de liquidez que amenazaba con provocar un gran “corralito” en el sector de las criptomonedas. Circularon rápidamente rumores sobre importantes retiros de “criptofondos” de la plataforma, que fueron seguidos por anuncios de rescate por parte, por ejemplo de Binance, otra importante plataforma, con la intención de calmar el pánico entre los inversores.

Estos temblores provocaron un efecto dominó sobre otras criptomonedas, que vieron caer sus cotizaciones. El sacudón llegó incluso hasta el Bitcoin, la más importante de estas monedas, que vio una caída del 10%.
En otro episodio de esta saga, en las últimas horas Binance anunció la compra de FTX, es decir la absorción de la plataforma, como un gesto para intentar transmitir tranquilidad, con resultados que habremos de ver. Otra pregunta aceptable es si esto de alguna manera afecta a nuestra economía. En lo general se supone que no, pero por cierto que, en este mundo tan globalizado, hace rato que invertir en cripto es una opción financiera en Uruguay. En los primeros meses de este año un informe del suplemento especializado El Empresario daba cuenta de que había cuatro empresas operando en el sector que permitían a los uruguayos ingresar en este mundo “localmente”. Aunque también a través de Internet se pueden realizar transacciones, no es tan fácil pasar dinero desde el sistema financiero tradicional al universo cripto, de allí la relevancia de estas plataformas de transacción.

Una de las empresas mencionadas fue protagonista la semana pasada en un programa televisivo por las denuncias hacia su responsable, un edil del departamento de Maldonado. La empresa había instalado un cajero automático en Punta del Este que permitía invertir en criptomonedas. Quienes denuncian dicen no saber qué ocurrió con su dinero.
Pero volviendo al artículo del suplemento, en ese momento se hablaba de que miles de uruguayos ya había invertido en alguna de estas criptomonedas.
Por lo pronto, el Gobierno remitió en setiembre al Parlamento un proyecto de ley que introduce cambios normativos con la intención de brindar “competencias legales al Banco Central del Uruguay (BCU)”, para regular activos virtuales, como las criptomonedas. Es decir, ingresarían en la categoría de “instrumentos financieros”, bajo el control de la Superintendencia de Servicios Financieros (SSF).

Anteriormente la entidad ya había manifestado su preocupación respecto a la utilización de estos instrumentos. En un comunicado que publicó en octubre del año pasado había realizado una serie de advertencias y recomendaciones respecto a su utilización. Entre las primeras algunas muy contundentes, como que “Están expuestos a una gran volatilidad en lo que respecta a su precio o cotización”; “Se presentan dificultades al momento de reconvenirlo a una moneda virtual”, “Favorecen el anonimato de los titulares lo que conlleva a un gran riesgo de lavado de activos y financiamiento del terrorismo” y “Son pasibles de fraude”.

Cabe esperar por el tratamiento parlamentario del proyecto y ver de qué manera impacta, sobre todo si logra disminuir esas incertidumbres que se plantean, aunque claro está que su gran virtud de las criptomonedas a ojos de quienes las promueven es –justamente– el no estar sometidas a la regulación de un Banco Central.