El día del retrete no es chiste

El próximo sábado 19 es el Día Mundial del retrete y aunque pueda pensarse que es un chiste, en realidad se trata de un llamado de atención sobre un asunto serio: los graves problemas de saneamiento que padece el mundo.
Actualmente 3.600 millones de personas siguen viviendo en situaciones donde la falta de soluciones al saneamiento o la mala calidad de éstas producen efectos perjudiciales sobre la salud humana y el ambiente. Por ejemplo, el vertido de efluentes sin tratamiento contamina ríos, lagos y suelos así como los recursos hídricos subterráneos.
Sobre este conjunto de problemas es que desde 2013 las Naciones Unidas intentan llamar la atención con este día mundial de nombre tan particular. En su edición de este año el llamado es a hacer visible lo invisible y vaya si este es un tema que necesita visibilidad, además de decisiones e inversiones públicas.
En definitiva, se trata de concientizar sobre la necesidad de adopción de medidas frente a la crisis mundial de saneamiento y encaminarnos a alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6: saneamiento y agua para todos desde ahora a 2030.

Aunque millones de personas padecen en su vida diaria la falta de saneamiento, en particular los más pobres y marginados, el problema suele estar rodeado de cierto manto de invisibilidad, tanto en lo que refiere a la contaminación silenciosa de los cursos de agua como todas las afectaciones que ocurren bajo tierra. “Poner en riesgo el agua subterránea es poner en riesgo la fuente de agua dulce más abundante del mundo que apoya el suministro de agua potable, los sistemas de saneamiento, la agricultura, la industria y los ecosistemas. A medida que el cambio climático empeora y las poblaciones crecen, el agua subterránea es vital para la supervivencia humana. El mensaje central del Día Mundial del Retrete 2022 es que el saneamiento gestionado de manera segura protege las aguas subterráneas de la contaminación por excrementos humanos”, señala Naciones Unidas en la información pública difundida con motivo de esta conmemoración.
Parece un mensaje que todos ya conocemos y una recomendación lógica, que por su propio bienestar en relación a la cual nadie actuaría en contrario. Sin embargo, lo cierto es que el planeta está lejos de cumplir la promesa incluida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en cuanto a garantizar inodoros y sistemas de saneamiento seguros para todos de ahora al 2030.

Los gobiernos deberían trabajar cuatro veces más rápido para garantizar que se alcance a tiempo este objetivo y a su vez ONU ha realizado un llamado a los sistemas políticos para que reconozcan en sus planes la conexión entre el saneamiento y las aguas subterráneas para salvaguardar este recurso hídrico vital y finito.
En lo que respecta a los cursos de agua superficial, los altos niveles de fósforo y nitrógeno que desencadenan procesos de eutrofización están relacionados con el vertido de desechos cloacales sin tratamiento –además de otros provenientes por ejemplo de algunas industrias con desechos orgánicos– y son una fuente potencial de contaminación así como fuente potencial de infecciones y enfermedades.
Según el Programa Conjunto de Monitoreo de la OMS y Unicef (2017) en América Latina, el 85,72% de las personas tiene acceso a un inodoro pero no todos los residuos son gestionados de manera segura. Preguntarnos a dónde van nuestras heces nos llevará a la conclusión de que en general el problema recién empieza cuando bajamos la tapa del inodoro.

Por otra parte, este tipo de residuos está comenzando a tener valor económico y ser materia prima de procesos de valorización. En relación a este punto, además de un adecuado tratamiento y disposición final, algunas instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo y la Toilet Board Coalition –fundada en 2014 para facilitar alianzas vitales entre pequeñas y medianas empresas, corporaciones, oenegés, inversionistas y gobiernos que comparten el compromiso de lograr el acceso al saneamiento y la higiene para todos para 2030– están llamando la atención sobre la denominada economía del saneamiento. Esto es ni más ni menos que gestionar nuestros excrementos desde la perspectiva de la economía circular ya que las heces, adecuadamente tratadas y reutilizadas, pueden ser una oportunidad de inversión y generación de empleo al poseer un gran potencial como fuente asequible y sostenible de energía, nutrientes y agua.
En este sentido, emprendedores y empresarios han comenzado a capitalizar los denominados “recursos de retretes” (excrementos humanos) creando productos como fertilizantes orgánicos ricos en nutrientes, electricidad, biocombustible, agua y proteínas que tienen una creciente demanda.
Países más avanzados en esta materia, como Japón, ya cuentan con automóviles impulsados por subproductos del tratamiento de aguas residuales de cuyos escapes sale vapor de agua, mientras que diferentes subproductos de desechos sólidos son transferidos directamente desde los hogares a las plantas de incineración donde se genera desde energía y calor hasta ladrillos.

En América Latina, Chile –que ha venido realizando en los últimos años un gran esfuerzo en recolección de aguas servidas y su tratamiento, lo que lo ha convertido en el país latinoamericano con una mayor cobertura y resiste cualquier tipo de comparación con los países desarrollados– ha introducido estrategias de economía circular para estos desechos. Por ejemplo, en la cuenca de Santiago, las plantas de tratamiento reciben 485 hectómetros anuales de aguas servidas que para ser tratadas que posteriormente se usa para riego y además, a través del biogás se produce energía eléctrica de 52 millones Kw/h a lo largo de un año lo cual equivale al consumo energético de más de 50.000 personas.
En Uruguay en 2018, según cifras oficiales, no recibían tratamiento adecuado las aguas residuales del 30% de la población conectada a las redes de alcantarillado de OSE y la Intendencia de Montevideo. En este sentido, el propio Plan Nacional de Saneamiento señala que se requiere contar con mayor número de plantas de tratamiento de líquidos residuales, ya sea para los sistemas colectivos o exclusivas para el tratamiento de líquidos barométricos (lo que implica disponer de recursos para inversión y de capacidad de ejecución).

No obstante, los avances han sido muy lentos y ciudades importantes del Interior como Paysandú aguardan desde hace más de dos décadas las construcción de una planta de tratamiento para los residuos cloacales que hoy se vuelcan crudos al río Uruguay. Felizmente para la salud ambiental de nuestro curso de agua fronterizo, la ciudad de Concepción del Uruguay construye una planta de tratamiento que actualmente vuelca crudos en un brazo secundario del Río Uruguay. Es de esperar que en un futuro próximo este tipo de obras puedan ser priorizadas y llevadas a cabo en las ciudades litoraleñas de ambas márgenes.