Transformar y/o reformar, pero hacer algo con nuestro sistema educativo

La reforma educativa pendiente desde hace mucho tiempo en nuestro país, como forma no solo de aggiornarnos a los tiempos que corren, sino sobre todo apuntando a la formación y capacitación de niños y jóvenes para las exigencias de un mundo en cambio permanente, ha planteado en los hechos un duro choque entre quienes han intentado cambiar por lo menos en algo la realidad que rompe los ojos y quienes por intereses sectoriales, ideológicos y/o personales, siempre se han dedicado a poner el palo en la rueda tratando de dejar todo como está.

Y lamentablemente hasta ahora estos grupos directamente involucrados han tenido éxito en sus posturas, y evitado por ejemplo el “cambio de ADN” en la educación que tratara de llevar adelante el desaparecido expresidente Dr. Tabaré Vázquez, torpedeado por los gremios de la educación y frenado desde el primer momento, provocando incluso la salida de los jerarcas que habían sido designados por el propio Vázquez para desarrollar este proceso que considerara imprescindible para el futuro del país.

Lo mismo le había ocurrido al también expresidente por el Frente Amplio José Mujica, cuando su intento de incorporar algunas tímidas reformas quedó en la nada, simplemente porque “no me la llevan” los sindicatos de docentes y funcionarios de la educación, preocupados por mantener las cosas tan mal como están mientras continúan reclamando más recursos para mejoras salariales y de sus condiciones de trabajo, como si ellos y no los estudiantes fueran el leit motiv del sistema educativo.

Contra estos y otros obstáculos, sobre todo de índole ideológica –los sindicatos sin excepción, por supuesto, responden a la izquierda radical, tan radical que ni siquiera se llevó bien con el Frente Amplio– ha debido chocar el presidente del Consejo Directivo Central de la Educación (Codicen), Prof. Robert Silva, cuando ha tratado de poner en marcha una reforma educativa ante la resistencia y los escraches de estos grupos que pretenden hacer creer que sus planteos responden al interés general de mejora de la educación.

En reportaje publicado este miércoles en EL TELEGRAFO, Silva se refirió a las modificaciones que se implementarán a partir del próximo mes en la educación de nuestro país, y aseguró en este sentido que en realidad no habrá una reforma sino una transformación.
Al respecto señaló que “analizando el conjunto de situaciones que evidencian las evaluaciones en cuanto a la desvinculación y a los resultados de aprendizaje, establecimos un paquete de medidas que presentamos al Parlamento en agosto de 2020, que tiene que ver con el cambio en la educación”, en tanto se tomaron en cuenta determinados puntos para desarrollar “a partir de la evidencia que en el país existe. Hace mucho tiempo que venimos hablando de que hay que cambiar la educación, pero sin embargo la situación permanecía incambiada”.

Sostuvo que esos puntos pasan por “proteger las trayectorias de los estudiantes, que ingresen, permanezcan en el sistema y que egresen, a la vez que aprenden. Luego lo que tiene que ver a la equidad interna del sistema, es decir políticas focalizadas que atiendan a los que menos tienen”.
Asimismo, se apuesta a “un cambio curricular que sea una política con foco general para todo el sistema”, así como “al cambio de gestión de los centros educativos” y a “una política nacional docente que cambie la formación inicial y la de la carrera, y a su vez las condiciones de trabajo”. El otro punto que se tendrá en cuenta es “la gestión institucional en su conjunto”.

Esa es “nuestra hoja de ruta”, lo que “denominamos Plan de Desarrollo Educativo 2020-2024”, señaló el jerarca, para agregar que en este contexto a partir de marzo “lo primero que sucederá es que habrá un sistema educativo que piensa en el estudiante y que tiene una clave de desarrollo: lo que hay que aprender, con foco en el aprendizaje, en clave sistémica”.
“Esto es pensar en el estudiante desde que está en Educación Inicial, Primaria, Secundaria o la UTU. Eso no sucedía en el sistema educativo. Y puede parecer abstracto, pero es muy importante porque habla de la necesidad de proteger la trayectoria del estudiante desde que ingresa hasta que egresa”, reflexionó.

Entre otros cambios, enumeró el hecho de que la educación básica contemple un séptimo, octavo y noveno grado, en vez de primero, segundo y tercero de liceo, lo que tiene como objetivo que, cuando el alumno cierre su ciclo obligatorio, sea capaz de haber desarrollado “10 competencias”, que los estudiantes deben tener una vez que culminen la educación obligatoria de este país. “Y esas 10 competencias se desarrollan a partir de un plan integrado, de educación inicial de los 3 años hasta los 15 años, y luego de progresiones de aprendizaje, un mismo reglamento de evaluación y programas, que tienen una lógica de continuidad y una progresión que va ampliando a medida que va desarrollando su trayecto”.

Ello se resume en que “cuando un estudiante termina a los 17 o 18 años tiene que tener competencias para la vida, que le permitan construir su proyecto de vida, encontrar su lugar en el mundo pero sobre todo a partir de una educación integral que no es solo lo académico, lo estrictamente cognitivo”, adelantó.

Explicó a modo de ejemplo que hay que saber los hechos históricos, “pero a partir de ellos desarrollar un conjunto de competencias que permitan en la vida estar en una permanente evolución o desarrollo personal y profesional”, con una enseñanza “que tiene contenidos pero a su vez que desarrolla competencias para la vida”. Agregó que “acá hay escuelas y liceos que trabajan por competencias y a partir de proyectos, involucrando a la comunidad y a los estudiantes, y no es solo el profesor que se para frente a una clase en su asignatura para que aprendan su contenido y eso no se conecta con el resto de los aprendizajes. Hay muchas escuelas y liceos que desarrollan esto, nos inspiramos en ellas, y ellas sin dudas serán líderes en este proceso de cambio”.

Aseguró además que “no podemos seguir con bachillerato de la época de la dictadura”, y que el objetivo es “cambiar y darnos cuenta de un conjunto de competencias y destrezas que los estudiantes tienen que desarrollar independientemente de su opción de estudios. Por eso será un año en el que se implementará lo desarrollado y trabajar para proyectar el cambio para el próximo año”.

Y sobre todo, apuntamos nosotros, de lo que se trata es de abordar el desafío de superar lo abstracto y preparar a los estudiantes para la vida, para el mundo profesional, del trabajo, para que deje de egresar a los 18 y 20 años sin saber nada práctico para sostenerse, sino de irse capacitando dentro del propio sistema educativo para insertarse en el esquema laboral.