Desidia y poco apego patrimonial

“Cayó antiguo muro de Monumento a Perpetuidad” dice el título de la nota en la que, en la edición de EL TELEGRAFO del pasado 4 de febrero, se daba cuenta de los daños sufridos por la mencionada estructura, lindera entre el cementerio viejo y el predio del Hospital Escuela del Litoral.

Estamos aludiendo, claro, a una estructura mucho más que centenaria, recordemos que la construcción del cementerio finalizó en la década de 1850.
Una lectura simple podría indicar que los problemas de este muro comenzaron con la gran tormenta del 11 de julio del año pasado, cuando se desplomó un buen tramo. Así lo explicaba entonces el ingeniero Leonardo Bulanti, en ese momento en ejercicio de la presidencia de la Comisión Departamental de Patrimonio.
“La tormenta del año pasado afectó toda la ciudad y en especial el Monumento a Perpetuidad donde se cayeron varios árboles, que por suerte ninguno lo hizo arriba de algún monumento, y el muro del frente, el que está a mano derecha entrando por calle Monte Caseros. También el muro del fondo, que separa el Hospital del Cementerio, que está ubicado al lado sur de la capilla, quedó inclinado”, señaló. “Ese muro estaba en dos partes, hasta determinada altura estaba hecho en el Siglo XIX, con ladrillos antiguos y asentado con arena y cal, porque en ese tiempo no había portland, y la cimentación era sobre ese suelo muy precaria. Y sobre ese muro, ya muchos años después, se le agregaron otros metros, pero no tenía estructura ni una cimentación adecuada”, agregó.

Este dato que presenta Bulanti es clave: hubo una intervención que se realizó sin una evaluación adecuada que terminó afectando la estabilidad de la estructura. Tal vez por falta de medios, por desconocimiento y simplemente porque se necesitaba hacerlo rápidamente para solucionar un problema mayor.
Este es un tema de fondo que cabría analizar con mucha seriedad. ¿Tiene sentido declarar patrimonio, establecer una protección por decreto o resolución, para que no se pueda modificar un bien, y prácticamente condenarlo a esperar que el tiempo, el clima y otros factores –como el vandalismo, por ejemplo– hagan lo suyo? Porque para eso tal vez es preferible no “proteger” nada y que las estructuras se vayan renovando a medida que lo requieran, porque en Uruguay esto quiere decir “cuando se caigan” y estamos en las mismas, pero sin la pantomima de hacernos los preocupados por la conservación patrimonial.

Es que ahora sabemos cómo debe funcionar esto, lo sabemos porque tenemos los ejemplos de los sitios Unesco, como Colonia del Sacramento y Fray Bentos, donde se realizan inspecciones que se deben superar demostrando que hay una conservación efectiva, y no solo eso, que el bien protegido no está cercado, intocable, porque la gracia es, justamente, que siga manteniendo una funcionalidad. En el caso de Perpetuidad esa funcionalidad existe, es un punto de atracción turística y además un centro de investigación, de producción de conocimiento sobre nuestra historia.

Lo cierto es que desde el temporal de julio hasta la caída del segundo tramo transcurrieron seis meses en los que hubo contactos para tratar de encontrar una solución que a la postre no llegó y el muro terminó en el piso. Ahora se podrá hacer una reconstrucción respetando los parámetros estéticos y emulando las características originales, pero ese tramo del muro de Perpetuidad se perdió para siempre. Ojo que tampoco es que sea algo necesariamente malo, el lugar tiene muchísimo más valor en los monumentos y en otras construcciones como la capilla. Sírvanos este antecedente de la caída del muro para que, dentro de algunos años, no tengamos que agarrarnos de nuevo la cabeza porque otro pedazo más de historia se nos vino abajo.

Ahora bien, lo que no podemos seguir es haciéndonos trampas al solitario y andar por la vida poniendo protecciones de papel que solo sirven para decir que tal sitio es “patrimonial” y que ello sea solo letra muerta en un decreto y en el pie de foto en las páginas del diario. Detrás de una declaración de patrimonio tiene que haber otro respaldo, otro compromiso. Y sí, tal vez no todo se pueda proteger, habrá que saber elegir bien qué se puede y se debe cuidar.

Porque además venimos de una situación en la que el Estado se embretó solito y que ahora está en manos de la Justicia determinar responsabilidades, que es el caso del Castillo Morató. Cuando el Castillo Morató y el predio en el que está ubicada la construcción fueron declarados Patrimonio Histórico Nacional ya se sabía que UTE tenía previsto atravesar el campo con un tendido eléctrico de alta tensión y también estaba en las condiciones del Banco Interamericano de Desarrollo que las obras que financia no pueden poner en riesgo patrimonio natural ni histórico de una nación. Así y todo se decidió hacer la declaración como Monumento Histórico Nacional, pero simultáneamente también se decidió seguir adelante con las obras de acuerdo al proyecto original, generando una contradicción que ahora se debe dirimir, dado que los propietarios denunciaron que se produjeron daños a raíz de las obras.

Tal vez no es patrimonio tan importante como para evitar que se ubicaran allí las enormes columnas que sostienen los cables y, si así fuese, cabe preguntarse por qué se procedió a esa declaración.