Escribe Ernesto Kreimerman: Un silencio tremendo que pidió por verdad y justicia

Anoche, otra vez, de nuevo, miles de personas volvieron a marchar por el centro de Montevideo, repitiendo la Marcha del Silencio, como tantos otros 20 de mayo, en reclamo por verdad y justicia, para que la sociedad y fundamentalmente las familias, sean certeramente informadas acerca de dónde están, qué sucedió con ellos, quiénes son los responsables de sus detenciones ilegales, sus secuestros, cuándo se les rescatará para darles digna sepultura y cuándo un proceso judicial, con todas las garantías, establezcan verdad y justicia.

Dos páginas web del propio parlamento nacional, https://biblioteca.parlamento.gub.uy/eventos/ver/193 y la https://bit.ly/3sNv2zo dan cuenta de las vidas de Zerlmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, William Whitelaw, Rosario Barredo y Manuel Liberoff. Y ofrecen variadas lecturas de investigaciones periodísticas y documentos, con detalles no sólo de la operación coordinada de los servicios de inteligencia de las fuerzas represivas de Uruguay y Argentina, actuando fuera de ley, en un acto de terrorismo de Estado, sino también de otros textos relacionados a la resistencia democrática que enfrentó a la dictadura. Asimismo, se puede acceder a documentos presentados ante organismos internacionales y países centrales, por parte de Wilson Ferreira Aldunate y Zelmar Michelini.

También hay otros textos de Zelmar Michelini, Juan Martín Posadas, Wilson Ferreira Aldunate, sesiones de las actas de homenaje a Héctor Gutiérrez Ruiz, Marisa Ruiz, César Di Candia, Lincoln Maiztegui Casas y Carlos Julio Pereyra.

La tragedia de 1976

La década del setenta del siglo XX fue terrible para América Latina en general, y especialmente terrible para Argentina y Uruguay. El 27 de junio de 1973 la democracia uruguaya había sido arrasada, y las condiciones represivas fueron volviéndose más violentas y las operaciones más intensas.

En Argentina, el Golpe de Estado encabezado por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Ramón Agosti derrocó el 24 de marzo de 1976 a la presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón. Esta tríada instaló el denominado Proceso de Reorganización Nacional, pretexto de una dictadura cívico militar que dispuso de la vida y de la muerte de los argentinos entre 1976 y 1983, que incluyó una guerra absurda y vil, so pretexto de un reclamo histórico, contra UK, por las islas Malvinas.

Eran ya los tiempos del Plan Cóndor, algo concebido para facilitar el intercambio de información y cooperación represiva clandestina entre los países con dictaduras de esta América del Sur. El Plan Cóndor, los documentos que se fueron encontrando así lo probarían, consistió en una organización estratégica que incluía un alcance internacional, del que participaron las dictaduras de Bolivia, Chile, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay que tuvo lugar entre los años 1970 y 1980.

El objetivo de esa coordinación fue la persecución, vigilancia, detención y tortura de aquellas personas consideradas amenazas para las políticas del orden instaurado. Este plan Cóndor actuó como un brazo ejecutor de lo más feroz de todas y cada una de las dictaduras y sus aparatos especiales de represión, fuera incluso de sus propios marcos, practicando acciones de terrorismo de Estado, y al final de su violento andar dejó miles de víctimas; entre ellas, políticos, sindicalistas, militantes, intelectuales, estudiantes, periodistas y demócratas en general, de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay que en un plan sistemático fueron torturados, asesinados y desaparecidos, y muchos miles más, que sin hallar la muerte, fueron también torturados y encarcelados.

20 de mayo 1976

El 20 de mayo de 1976 aparecieron en Buenos Aires los cuerpos de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, legisladores uruguayos exiliados en Argentina, junto a los también exiliados y asesinados William Whitelaw y Rosario Barredo. Todos habían sido secuestrados un par de días antes, al igual que el médico Manuel Liberoff, que permanece desaparecido.

Estaban dentro de un Torino rojo sin matrícula al que dejaron estacionado, entre las calles Perito Moreno y Dellepiane del barrio bonaerense las Flores. Maniatados y baleados, así estaban los cadáveres de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, William Whitelaw y Rosario Barredo. Las investigaciones sólo han establecido a los autores intelectuales, el golpista Juan María Bordaberry y su canciller, Juan Carlos Blanco.

La dirección exacta del centro clandestino fue descubierta recientemente. Bacacay 3570 y no Automotores Orletti. Allí operaron a partir del 1º de junio de 1976; antes fue en Bacacay. Este dato fue descubierto por el juez federal argentino Daniel Rafecas dentro de los documentos desarchivados de la CIA en el 2020. De la investigación del juez Rafecas, queda comprobado que todos ellos, incluidos los pequeños hijos de Whitelaw y Barredo, también estuvieron detenidos allí.

En el plan de operaciones, aquellos comandos coordinados no lograron secuestrar a Wilson Ferreira Aldunate. Es que la desesperada reacción de amigos, entre ellos militantes blancos y frenteamplistas también en el exilio, permitió que Wilson pudiera evitarlos por escasos minutos y refugiarse en una embajada.

La marcha

Así llegamos a este 20 de mayo, en una democracia reconstruida y de libertades, pero aún con deudas, aún con dolores, aún con tareas pendientes. La Marcha del Silencio es un reclamo de profundo sentido humanista y de justicia tardía. Ninguna venganza, sólo justicia.

Se trata de conocer la verdad, para que las familias puedan dar digna sepultura a sus seres queridos, para que tardíamente actúe la justicia y con las garantías del debido proceso establezca responsabilidades. Se trata de eso, de devolver las cosas a su sitio, de ejercer el elemental derecho a justicia. Y ejercer este derecho humano fundamental, el de los justiciables de poder acceder a los organismos administrativos y jurisdiccionales, “sin discriminación de especie alguna, a fin de defender y efectivizar, sus derechos subjetivos, en especial los derechos humanos, y resolver los conflictos de intereses a los que se vean enfrentados de manera efectiva”.

La Marcha del Silencio de los 20 de mayo es una manifestación especial. Miles y miles, año a año, de las variadas edades, jóvenes, maduros y veteranos, de las más variadas sensibilidades culturales y políticas que hacen a la diversidad de nuestra democracia, marchan en silencio. Y en ciertos puntos del trayecto, siempre los mismos, se detienen a escuchar los nombres de los detenidos desaparecidos. Para que sus nombres no se pierdan, para que su estela vital no se olvide, para consolar el alma de sus familias que las buscan, y aunque hasta hoy la institucionalidad democrática les ha sido esquiva, insisten en que la justicia es su único y legítimo anhelo.

La Marcha del Silencio de los 20 de mayo nunca se ha suspendido. Se ha cumplido con frío, mucho frío, y también bajo lluvia. Porque no es paseo, sino el vía crucis de la democracia, “desde el Pretorio de Pilatos hasta el Calvario”. Este vía crucis laico también es para recordar los dolores de nuestra democracia, las ausencias de casi doscientos conciudadanos.

La Marcha del Silencio de los 20 de mayo, y de éste en particular, donde miles volvieron a caminar lenta y silenciosamente, es la expresión dolida de una sociedad que aún espera por sus derechos. Un silencio tremendo que reclamó serena y firmemente por verdad y justicia. Un silencio que enaltece a nuestra sociedad, que también en estas horas recuerda al Artigas fundador, y su contundente enseñanza: “nada podemos esperar sino es de nosotros mismos”.